NOCTURNOS
Re-amarla cada día
Me gustaría empezar a amar cada día, como se no hubiera amado nunca a mujer alguna. Dormirme enamorado. Durante la noche, olvidarme de ella. Y, al alba, creer que soy libre, que no existe ni una sola mujer en mi vida. Vaciarme para volver a conocerla, seducirla y recomenzar. Reamarla desde la nada hasta la cima de la pasión.
Ignorar que existe para verla por primera vez y quedar deslumbrado por su belleza. Y después llegar a ella y entusiasmarme con su forma de ser, con su elegancia, con su clase. Y enamorarme. Y así desde el lunes hasta el domingo, todos los días de la semana. Y no quiero que deje de ser ella; solo que se me aparezca antes de que caliente el sol, a la hora del Ángelus. Pero no rezaré a ninguna virgen, solo a ella, que tiene de virgen la mirada, la sensibilidad, la dulzura, la capacidad de seducir hasta creer en ella.
Quiero conocerla ya. No puedo perder un día sin amarla. Apasionarme con ese ser femenino que envuelve un alma hermosa en ese cuerpo bellísimo para alcanzar el éxtasis y regresar a la materia. Y, si me obvia, podré contarme a mí mismo que la conocí y que la quise reamar todos los segundos, todos los minutos, todas las horas, todos los días, todos los meses que Cronos me permita vivir.
Eugenio-Jesús de Ávila
Me gustaría empezar a amar cada día, como se no hubiera amado nunca a mujer alguna. Dormirme enamorado. Durante la noche, olvidarme de ella. Y, al alba, creer que soy libre, que no existe ni una sola mujer en mi vida. Vaciarme para volver a conocerla, seducirla y recomenzar. Reamarla desde la nada hasta la cima de la pasión.
Ignorar que existe para verla por primera vez y quedar deslumbrado por su belleza. Y después llegar a ella y entusiasmarme con su forma de ser, con su elegancia, con su clase. Y enamorarme. Y así desde el lunes hasta el domingo, todos los días de la semana. Y no quiero que deje de ser ella; solo que se me aparezca antes de que caliente el sol, a la hora del Ángelus. Pero no rezaré a ninguna virgen, solo a ella, que tiene de virgen la mirada, la sensibilidad, la dulzura, la capacidad de seducir hasta creer en ella.
Quiero conocerla ya. No puedo perder un día sin amarla. Apasionarme con ese ser femenino que envuelve un alma hermosa en ese cuerpo bellísimo para alcanzar el éxtasis y regresar a la materia. Y, si me obvia, podré contarme a mí mismo que la conocí y que la quise reamar todos los segundos, todos los minutos, todas las horas, todos los días, todos los meses que Cronos me permita vivir.
Eugenio-Jesús de Ávila

















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