Emilia Casas Fernández
Lunes, 17 de Octubre de 2022
TOXICIDAD

Los monstruos existen

[Img #70885]Cuando hablamos de relaciones tóxicas, tendemos a pensar solo en malos comportamientos por parte de amigos o de nuestra pareja. Sin embargo, la toxicidad también puede incluir a miembros de la familia, como los padres. No existe una responsabilidad por su parte de sus faltas de respeto, y en muchos casos puede haber problemas de adicción o trastornos mentales. 

 En 1989, la psicóloga norteamericana Susan Forward publicaba “Padres que odian”, un libro llamado a convertirse en todo un bestseller dentro del género de la autoayuda. Los padres que odian, o como se acuñó en España “padres tóxicos” (referido a padre o madre de manera indistinta), son personas que han sufrido grandes carencias emocionales en su infancia por lo que no han podido desarrollarse de una manera saludable. Son precisamente estas carencias afectivas las que los han llevado, para sobrevivir, a desarrollar ciertas conductas negativas que dirigen hacia sus hijos, las personas más vulnerables.

 Según la Doctora, se presentan como víctimas ante los demás; sus hijos son rebeldes y desobedientes. Pero la realidad, es otra muy diferente: son padres dictadores y autoritarios que utilizan el miedo para controlar a sus hijos. No les ofrecen amor y seguridad. No los quieren; los utilizan. 

 Aunque es difícil de creer, hay padres que se sienten amenazados por los logros de sus propios hijos, y compiten con ellos, ya sea a nivel físico, intelectual o incluso económico. Esto se debe a que, padecen un alto grado de frustración y baja autoestima, y competir con alguien más débil (en este caso con los hijos), es su recurso favorito para desahogarse. 

 Las críticas destructivas, las descalificaciones, la manipulación, la victimización, las excesivas exigencias, son comportamientos que entrañan un abuso emocional en el que sólo son tenidas en cuenta las necesidades de los progenitores, y nunca las de los hijos. No obstante, este maltrato no es fácil de identificar, ya que se realiza de forma velada y calculada. Un punto crítico de estos padres llega cuando se convierten también en maltratadores físicos, poniendo cualquier tipo de excusa, para poder justificar el maltrato. 

 Ser padre y madre no sólo significa engendrar un hijo, sino que también implica enseñarle estrategias y herramientas claves para enfrentar el mundo, para lograr lo que se propone, para solventar conflictos, para relacionarse, etc. Por este motivo, teóricamente la familia es la responsable de entregar amor, valores, educación y conocimientos básicos para la vida. El daño que “los padres tóxicos” hacen a sus víctimas es inmenso, tanto a nivel físico como a nivel psicológico o emocional. 

 A veces, con la madurez, los vínculos que hieren no se cortan ni se reparan y siguen dándose las mismas dinámicas, esas que recortan autoestimas e incluso la calidad de la propia vida. Quien haya sufrido a un padre o a una madre tóxica (o ambos a la vez) durante mucho tiempo, finalmente en la edad adulta termina poniendo tierra de por medio para estar lo más lejos posible de esas personas, que, en lugar de criarlos con amor y sabiduría, lo hicieron con rudeza y a veces hasta sin piedad. El objetivo es recuperar la autoestima y la seguridad personal para construir así una vida propia, independiente, madura y feliz. 

 Emilia Casas Fernández

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