El amor comienza todos los días

¿Te has preguntado alguna vez qué habría sido de tu vida si no hubieras amado a hombre alguno? ¿Te has cuestionado, de vez en cuando, cómo te sentirías si nunca te hubiese querido un varón?

He conocido a personas, varones y féminas, que se han querido tanto a sí mismos, que ignoran qué es amar.  Yo no sabría explicar a un invidente qué es el color azul; cómo describir, pues, a quien no sabe o no quiere amar, a un ciego de la pasión, qué es el amor.

Yo he amado y me he sentido amado. Sé qué es para mí ese sentimiento. Lo describo. Quizá no coincidas conmigo.  Me explico: amar es olvidarte de ti mismo sin perder tu personalidad. Amar es pensar más en tu pareja que en ti, dedicar buena parte de tu tiempo a satisfacer a esa persona, escucharla, entenderla, potenciar sus virtudes y minimizar, si los hubiera, defectos.

El amor comienza siempre. Tiene su génesis al alba y se duerme en la madrugada. Todos los días tienes que mimarlo, como si fuera un recién nacido, un bebé. Incluso hay que quererlo nonato. El amor solo permanece cuando nace cada amanecer y lo alimentas con ternura, mimos, caricias, placeres.

Para amar, pues, hay que dar a luz todos los días a la pasión y…asumir que el amor quizá sea finito, se aje, se marchite, si no lo esculpes, lo pintas, lo escribes hora a hora, días tras día, mes tras mes y así hasta el final de los tiempos.

Eugenio-Jesús de Ávila