LO QUE VA QUEDANDO DE ESPAÑA
40 años después: lo que queda del PSOE y de la sociedad española
¿Qué queda de aquel PSOE triunfante del 28 de octubre de 1982? Respondo: las siglas. El partido que lideró Felipe González no tiene nada que ver con el actual, el sanchista. Pedro y José Luis son los Zipi y Zape de una formación que ya no lo conoce ni la madre que lo parió, como predijo Guerra de España. Sánchez ha enterrado a la socialdemocracia española.
Aquellos gobiernos de González presentaban ministros de gran altura política e intelectual. Ahora, gobierna la mediocridad, la ineptocracia. Cierto que Felipe nos metió de rondón en la OTAN. Recuerdo: “OTAN, de entrada, no”. Era un encantador de serpientes. Obró como hombre de Estado, incluso en contra de su parecer ideológico. Europa exigía OTAN a cambio de Mercado Común.
No podemos olvidar los tremendos casos de corrupción, surgidos desde el inicio del felipismo, y que su última legislatura fue un desastre y dejó a España con una anemia económica brutal. Pero Felipe tenía empaque y se rodeó de gente de gran prestigio profesional, cualificada, con talento e inteligente, y ejecutó cambios estructurales importantes en nuestra democracia. No obstante, con el inmenso poder que detentó, tanto en el ámbito periodístico, como en el intelectual y el económico, debió acabar con el nepotismo, con los privilegios de las autonomías levantiscas, cambiar la Ley Electoral y no meter la mano en la independencia judicial. En 1985 acabó con la Justicia libre. El PSOE posee una querencia: absorber también el poder judicial. Guerra lo dijo: “Montesquieu ha muerto".
¿Qué queda de la España de 1982 en este moribundo octubre de 2022? Pues los que éramos jóvenes entonces, rebeldes, idealistas y enamorados de la democracia, 40 años después nos hemos convertido en maduros desencantados, hartos de la corrupción política, asqueados del poder de los partidos políticos, hastiados de nepotismo, corrupción en todos los partidos políticos que han tocado el poder, de cómo la Constitución se incumple y, de nuevo, el PSOE busca cercenas la Justicia y asesinar, de nuevo, a Montesquieu.
Y de aquella juventud idealista, hemos pasado a la juventud del móvil, de la juventud que no habla de lo que pasa, despreocupada, que ha creído que esta vida es sentarse en un queso y comer de otro. De una juventud que respetaba a los profesores, a una juventud que los coloca contra la pared. Entonces, los jóvenes, a partir de una cierta edad, trabajábamos; ahora el paro juvenil bate marcas. Esta juventud no se casa, porque puede permitírselo. Elige, porque no hay otro remedio, vivir con sus padres hasta edades avanzadísimas. Esta juventud masifica la universidad y obtiene títulos que no le concederán trabajo adecuado a sus capacidades profesionales.
La familia, célula fundamental de toda sociedad, se halla en peligro. No nacen niños. No hay renovación social. Se viven muchos más años, pero las pensiones siguen siendo miserables y se encuentran en grave peligro. Pero los partidos estatales no se atreven a resolver problema esencial.
Cuarenta años después la ética ha sido expulsada de las relaciones públicas, de la política, de la vida cotidiana. Cada cual va a lo suyo. Lo que no es mío, me deja de importar. Lo ajeno no existe. Solo lo mío.
Las autonomías no son otra cosa que reinos de taifas cuatro décadas después. Y las independentistas se han echado al monte y controlan al presidente del Gobierno, dispuesto a concederles lo que pidan: lo próximo, referéndum de autodeterminación.
Cuarenta años después, se lee menos prensa escrita que nunca y se ve mucha televisión, canales generalistas absolutamente politizados, instrumentos idóneos para adocenar a la gente, que no piense, que no reflexione, que funcione como marionetas del poder.
Cuarenta años después, la cultura se halla en estado de coma, como el propio sistema, mientras si queda algún intelectual, salvo Savater, tras la muerte de García-Trevijano y otros grandes de su generación, guarda silencio.
Un 28 de octubre de 1982, una España ilusionada, nueva, joven, anhelante de libertad, saludaba el triunfo de un PSOE socialdemócrata, porque lo consideraba un partido español, cercano y preparado para modernizar nuestra nación. Poco a poco, el desencanto político descubrió que la izquierda había perdido toda su ascendencia social. Hoy, cuarenta años después, el descrédito de los políticos y de sus partidos ha hecho de esta democracia un buen proyecto para el mal.
Decadencia, división, odio, mentira, felonía, clase política despreciable, pueblo estabulado, sin opinión, descafeinado... lo que queda de España.
¿Qué queda de aquel PSOE triunfante del 28 de octubre de 1982? Respondo: las siglas. El partido que lideró Felipe González no tiene nada que ver con el actual, el sanchista. Pedro y José Luis son los Zipi y Zape de una formación que ya no lo conoce ni la madre que lo parió, como predijo Guerra de España. Sánchez ha enterrado a la socialdemocracia española.
Aquellos gobiernos de González presentaban ministros de gran altura política e intelectual. Ahora, gobierna la mediocridad, la ineptocracia. Cierto que Felipe nos metió de rondón en la OTAN. Recuerdo: “OTAN, de entrada, no”. Era un encantador de serpientes. Obró como hombre de Estado, incluso en contra de su parecer ideológico. Europa exigía OTAN a cambio de Mercado Común.
No podemos olvidar los tremendos casos de corrupción, surgidos desde el inicio del felipismo, y que su última legislatura fue un desastre y dejó a España con una anemia económica brutal. Pero Felipe tenía empaque y se rodeó de gente de gran prestigio profesional, cualificada, con talento e inteligente, y ejecutó cambios estructurales importantes en nuestra democracia. No obstante, con el inmenso poder que detentó, tanto en el ámbito periodístico, como en el intelectual y el económico, debió acabar con el nepotismo, con los privilegios de las autonomías levantiscas, cambiar la Ley Electoral y no meter la mano en la independencia judicial. En 1985 acabó con la Justicia libre. El PSOE posee una querencia: absorber también el poder judicial. Guerra lo dijo: “Montesquieu ha muerto".
¿Qué queda de la España de 1982 en este moribundo octubre de 2022? Pues los que éramos jóvenes entonces, rebeldes, idealistas y enamorados de la democracia, 40 años después nos hemos convertido en maduros desencantados, hartos de la corrupción política, asqueados del poder de los partidos políticos, hastiados de nepotismo, corrupción en todos los partidos políticos que han tocado el poder, de cómo la Constitución se incumple y, de nuevo, el PSOE busca cercenas la Justicia y asesinar, de nuevo, a Montesquieu.
Y de aquella juventud idealista, hemos pasado a la juventud del móvil, de la juventud que no habla de lo que pasa, despreocupada, que ha creído que esta vida es sentarse en un queso y comer de otro. De una juventud que respetaba a los profesores, a una juventud que los coloca contra la pared. Entonces, los jóvenes, a partir de una cierta edad, trabajábamos; ahora el paro juvenil bate marcas. Esta juventud no se casa, porque puede permitírselo. Elige, porque no hay otro remedio, vivir con sus padres hasta edades avanzadísimas. Esta juventud masifica la universidad y obtiene títulos que no le concederán trabajo adecuado a sus capacidades profesionales.
La familia, célula fundamental de toda sociedad, se halla en peligro. No nacen niños. No hay renovación social. Se viven muchos más años, pero las pensiones siguen siendo miserables y se encuentran en grave peligro. Pero los partidos estatales no se atreven a resolver problema esencial.
Cuarenta años después la ética ha sido expulsada de las relaciones públicas, de la política, de la vida cotidiana. Cada cual va a lo suyo. Lo que no es mío, me deja de importar. Lo ajeno no existe. Solo lo mío.
Las autonomías no son otra cosa que reinos de taifas cuatro décadas después. Y las independentistas se han echado al monte y controlan al presidente del Gobierno, dispuesto a concederles lo que pidan: lo próximo, referéndum de autodeterminación.
Cuarenta años después, se lee menos prensa escrita que nunca y se ve mucha televisión, canales generalistas absolutamente politizados, instrumentos idóneos para adocenar a la gente, que no piense, que no reflexione, que funcione como marionetas del poder.
Cuarenta años después, la cultura se halla en estado de coma, como el propio sistema, mientras si queda algún intelectual, salvo Savater, tras la muerte de García-Trevijano y otros grandes de su generación, guarda silencio.
Un 28 de octubre de 1982, una España ilusionada, nueva, joven, anhelante de libertad, saludaba el triunfo de un PSOE socialdemócrata, porque lo consideraba un partido español, cercano y preparado para modernizar nuestra nación. Poco a poco, el desencanto político descubrió que la izquierda había perdido toda su ascendencia social. Hoy, cuarenta años después, el descrédito de los políticos y de sus partidos ha hecho de esta democracia un buen proyecto para el mal.
Decadencia, división, odio, mentira, felonía, clase política despreciable, pueblo estabulado, sin opinión, descafeinado... lo que queda de España.




















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