NOCTURNOS
Mi amor está mohoso
Ahora, cuando me voy curando esos vicios juveniles, propios de la gente inmadura, como la vanidad, la altivez, la tontería, pregunto al yo que ahora ocupa mi cuerpo: ¿Cómo fui? Y también te pregunto a ti, mujer, encrucijada de mi vida: ¿Cómo fuiste? Y, me encantaría que nos preguntáramos al unísono: ¿Cómo éramos?
Y me confieso ante los sacerdotes laicos que leerán estas reflexiones: fui un joven arrogante, engreído, altivo y petulante. Añadía, a defectos comunes a aquellos años en somos larvas humanas, una singular candidez. Creía en Dios, en la libertad, en la política, en el periodismo y en...el amor.
Después, dejé la vanidad colgada del perchero de la historia y la ingenuidad escondida detrás de la puerta de la memoria, para convertirme en lo que soy y que quizá dejaré de ser cualquier día: un buscador de la gema del amor, de ese amor que se entrega hasta vaciarte, hasta disolverte en el cuenco de la persona amada.
No valoro el amor que se da a cambio de amor: te quiero porque me quieres. Nunca. Rechazo ese trueque medieval, esa compra venta capitalista. Si te doy mi amor, si me apasiona tu presencia, si guardo cada uno de tus besos en una cajita de música, no necesitas más.
Yo amo a una mujer que nunca me amará. Mi amor es moho. Solo el amor que no se devuelve perdura, permanece, nunca termina. Es infinito. Es polvo enamorado.
Eugenio-Jesús de Ávila
Ahora, cuando me voy curando esos vicios juveniles, propios de la gente inmadura, como la vanidad, la altivez, la tontería, pregunto al yo que ahora ocupa mi cuerpo: ¿Cómo fui? Y también te pregunto a ti, mujer, encrucijada de mi vida: ¿Cómo fuiste? Y, me encantaría que nos preguntáramos al unísono: ¿Cómo éramos?
Y me confieso ante los sacerdotes laicos que leerán estas reflexiones: fui un joven arrogante, engreído, altivo y petulante. Añadía, a defectos comunes a aquellos años en somos larvas humanas, una singular candidez. Creía en Dios, en la libertad, en la política, en el periodismo y en...el amor.
Después, dejé la vanidad colgada del perchero de la historia y la ingenuidad escondida detrás de la puerta de la memoria, para convertirme en lo que soy y que quizá dejaré de ser cualquier día: un buscador de la gema del amor, de ese amor que se entrega hasta vaciarte, hasta disolverte en el cuenco de la persona amada.
No valoro el amor que se da a cambio de amor: te quiero porque me quieres. Nunca. Rechazo ese trueque medieval, esa compra venta capitalista. Si te doy mi amor, si me apasiona tu presencia, si guardo cada uno de tus besos en una cajita de música, no necesitas más.
Yo amo a una mujer que nunca me amará. Mi amor es moho. Solo el amor que no se devuelve perdura, permanece, nunca termina. Es infinito. Es polvo enamorado.
Eugenio-Jesús de Ávila

















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