PRIMERA DEL OTOÑO
Zamora tiene un alma de niebla
Al alba, la niebla descendió a besarle los labios al Duero y acariciar la silente ciudad. Casi un año sin verla por los tejados, escondiendo la torre y la cúpula de la Catedral, entrando en el alma de Zamora, despertándola, y puteando el sol, que es un astro que manda mucho y enfatiza todos los defectos de los seres humanos y de la naturaleza.
Zamora es otoño y es niebla. Es pretérito y ciudad refractaria al futuro. Zamora es Duero y helada, agua seca y muerte viva. Zamora es a la niebla como el zamorano a la pena, a la apatía y a la cobardía. La niebla se resiste, pero siempre acaba cediendo a la fuerza de la luz. Los zamoranos viven entregados. Los políticos juegan con nosotros, porque conocen nuestro conformismo. Nos dan unas perras para que guardemos los pasos de Semana Santa y tan felices. Nos trae sin cuidado que la niebla nos robe la mañana o que las palomas defequen en los templos románicos. Zamora es lo que es, que diría un Rajoy provinciano, y no puede ser de otra manera. Quizá el día que se olvide de nosotros la niebla, veremos una luz que nos indica cuál es el camino que conduce al progreso.
Cualquier invierno, cuando no nos demos cuenta, porque nos cubre la niebla, se nos lleven el Duero, el río duradero, a Valladolid. A veces pienso que yo también tengo un alma de niebla.
Eugenio-Jesús de Ávila
Al alba, la niebla descendió a besarle los labios al Duero y acariciar la silente ciudad. Casi un año sin verla por los tejados, escondiendo la torre y la cúpula de la Catedral, entrando en el alma de Zamora, despertándola, y puteando el sol, que es un astro que manda mucho y enfatiza todos los defectos de los seres humanos y de la naturaleza.
Zamora es otoño y es niebla. Es pretérito y ciudad refractaria al futuro. Zamora es Duero y helada, agua seca y muerte viva. Zamora es a la niebla como el zamorano a la pena, a la apatía y a la cobardía. La niebla se resiste, pero siempre acaba cediendo a la fuerza de la luz. Los zamoranos viven entregados. Los políticos juegan con nosotros, porque conocen nuestro conformismo. Nos dan unas perras para que guardemos los pasos de Semana Santa y tan felices. Nos trae sin cuidado que la niebla nos robe la mañana o que las palomas defequen en los templos románicos. Zamora es lo que es, que diría un Rajoy provinciano, y no puede ser de otra manera. Quizá el día que se olvide de nosotros la niebla, veremos una luz que nos indica cuál es el camino que conduce al progreso.
Cualquier invierno, cuando no nos demos cuenta, porque nos cubre la niebla, se nos lleven el Duero, el río duradero, a Valladolid. A veces pienso que yo también tengo un alma de niebla.
Eugenio-Jesús de Ávila


















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