SAN ATILANO
Visita al cementerio
El pasado sábado, por la tarde un nutrido grupo de zamoranos nos dimos cita en el cementerio de San Atilano para conocer su historia de la mano de Isauro Pérez y, de paso, para visitar algunas de las tumbas de los muchos zamoranos ilustres que reposan en nuestro cementerio.
La visita se inició con una extensa disertación en la que se habló de la historia del camposanto, de sus orígenes y de los anteriores lugares donde se enterraba a los fallecidos. Calles como las Cortinas de San Miguel, entre otras localizaciones de la ciudad, fue una de ellas.
Aunque la Parca, da la sensación, que no sea tema de interés para muchos, sin embargo, ayer quedó demostrado que el tema de la muerte, de los cementerios y de los que se nos van, interesa, y mucho. Más de un centenar de personas nos dimos cita allí, a las cuatro treinta de la tarde para conocer un lugar tan singular y bello como es el cementerio zamorano. Salimos de allí casi a las siete. La visita, por tanto, fue larga y productiva. Se visitó el Panteón, bellísimo, de personajes ilustres donde reposa Eduardo Barrón y el gran poeta Jesús Hilario Tundidor. Se nos aclaró a los presentes que, si sólo está allí, junto a Eduardo Barrón, el poeta, es porque su familia solicitó que así fuera. Ante la curiosidad de por qué no había otros ilustres enterrados allí como Claudio Rodríguez, por ejemplo, se nos informó que, porque esa distinción es posterior al fallecimiento de Claudio y éste ya tiene su panteón, obra del artista, ya fallecido, Luis Quico, donde talló en la losa ese "río duradero" tan significativo para todos. Aunque no se dieron más detalles, cabe pensar que el citado panteón debe ser propiedad del Ayuntamiento, porque no tendría lógica que alguien pretendiera ser enterrado en un panteón que no sea de su propiedad.
Mientras paseábamos entre las tumbas, para la ocasión, llenas de flores por la reciente festividad de los Santos, íbamos contemplando los lugares donde reposan Ramón Álvarez, el imaginero de La Soledad, tan querida por los zamoranos; el artista Abrantes, en una sencilla y humilde tumba, sin apenas sobresalir del suelo. Sencilla y humilde como lo era él. El soldado del teniente Tito, tallado en piedra, vigilando su propia tumba. Muy interesante el panteón donde reposa la locutora Charito Borrego, encargo que le hizo, en vida, al gran Coomonte. Una cruz de cristal azul y transparente se iza entre lápidas y panteones de diferentes estilos.
Nos fijamos en la tumba de Isabelita de Jerez, que murió en Zamora, casualmente, mientras actuaba en la ciudad, y aquí se quedaron sus restos. Las monjitas Sor Dositea y Sor Ignacia, dos ilustres que también comparten espacio con miles de zamoranos.
Llama la atención lo despoblada que está esta ciudad, cada vez con menos habitantes, con lo poblado que está el Cementerio. La ciudad decrece mientras el cementerio crece. No hay repuesto.
David Gago, quien nos acompañó en todo el recorrido fue dando datos y detalles de unos y de otros. Llamaron la atención los numerosos panteones decorados con columnas con capiteles jónicos o corintios, con figuras faraónicas, como el de la familia Barrueco. Muy interesante también el panteón de la familia del empresario Marciano Fernández. Y otro ilustre, entre los más, Agustín García Calvo, de quien guardamos tantos recuerdos. Hoy disfrutamos de su extenso legado intelectual. Y, cómo no, la tumba de Amparo Barayón, esposa de Ramón J. Sender, aquél que decía: "Yo no soy ni he sido nunca un político. Soy un hombre que escribe novelas, poesía, teatro y ensayos y esta es una tarea que me ocupa todo el día". Sus cenizas, según su deseo, fueron esparcidas en el mar. Ayer me enteré de que la familia de Amparo está emparentada con los Maes, una familia a la que conozco desde mi infancia en el Poblado de Iberduero, donde nací.
Impresionante la visión de las sencillas tumbas, blancas, con una sencilla crucecita, de los muertos en la guerra. Algunos no las conocíamos.
Los cementerios son lugares hermosos, inspiradores y llenos de magia. Hoy día, son muchas las ciudades que los incluyen en sus rutas turísticas. Personalmente, siempre he sentido verdadera atracción por ellos.
Gracias a la Asociación Virgen de la Saleta por programar la visita, así como al Ayuntamiento por la organización. Esperamos que se repita. Hay muchas curiosidades y dudas que quedaron en el aire.
Concha Pelayo
El pasado sábado, por la tarde un nutrido grupo de zamoranos nos dimos cita en el cementerio de San Atilano para conocer su historia de la mano de Isauro Pérez y, de paso, para visitar algunas de las tumbas de los muchos zamoranos ilustres que reposan en nuestro cementerio.
La visita se inició con una extensa disertación en la que se habló de la historia del camposanto, de sus orígenes y de los anteriores lugares donde se enterraba a los fallecidos. Calles como las Cortinas de San Miguel, entre otras localizaciones de la ciudad, fue una de ellas.
Aunque la Parca, da la sensación, que no sea tema de interés para muchos, sin embargo, ayer quedó demostrado que el tema de la muerte, de los cementerios y de los que se nos van, interesa, y mucho. Más de un centenar de personas nos dimos cita allí, a las cuatro treinta de la tarde para conocer un lugar tan singular y bello como es el cementerio zamorano. Salimos de allí casi a las siete. La visita, por tanto, fue larga y productiva. Se visitó el Panteón, bellísimo, de personajes ilustres donde reposa Eduardo Barrón y el gran poeta Jesús Hilario Tundidor. Se nos aclaró a los presentes que, si sólo está allí, junto a Eduardo Barrón, el poeta, es porque su familia solicitó que así fuera. Ante la curiosidad de por qué no había otros ilustres enterrados allí como Claudio Rodríguez, por ejemplo, se nos informó que, porque esa distinción es posterior al fallecimiento de Claudio y éste ya tiene su panteón, obra del artista, ya fallecido, Luis Quico, donde talló en la losa ese "río duradero" tan significativo para todos. Aunque no se dieron más detalles, cabe pensar que el citado panteón debe ser propiedad del Ayuntamiento, porque no tendría lógica que alguien pretendiera ser enterrado en un panteón que no sea de su propiedad.
Mientras paseábamos entre las tumbas, para la ocasión, llenas de flores por la reciente festividad de los Santos, íbamos contemplando los lugares donde reposan Ramón Álvarez, el imaginero de La Soledad, tan querida por los zamoranos; el artista Abrantes, en una sencilla y humilde tumba, sin apenas sobresalir del suelo. Sencilla y humilde como lo era él. El soldado del teniente Tito, tallado en piedra, vigilando su propia tumba. Muy interesante el panteón donde reposa la locutora Charito Borrego, encargo que le hizo, en vida, al gran Coomonte. Una cruz de cristal azul y transparente se iza entre lápidas y panteones de diferentes estilos.
Nos fijamos en la tumba de Isabelita de Jerez, que murió en Zamora, casualmente, mientras actuaba en la ciudad, y aquí se quedaron sus restos. Las monjitas Sor Dositea y Sor Ignacia, dos ilustres que también comparten espacio con miles de zamoranos.
Llama la atención lo despoblada que está esta ciudad, cada vez con menos habitantes, con lo poblado que está el Cementerio. La ciudad decrece mientras el cementerio crece. No hay repuesto.
David Gago, quien nos acompañó en todo el recorrido fue dando datos y detalles de unos y de otros. Llamaron la atención los numerosos panteones decorados con columnas con capiteles jónicos o corintios, con figuras faraónicas, como el de la familia Barrueco. Muy interesante también el panteón de la familia del empresario Marciano Fernández. Y otro ilustre, entre los más, Agustín García Calvo, de quien guardamos tantos recuerdos. Hoy disfrutamos de su extenso legado intelectual. Y, cómo no, la tumba de Amparo Barayón, esposa de Ramón J. Sender, aquél que decía: "Yo no soy ni he sido nunca un político. Soy un hombre que escribe novelas, poesía, teatro y ensayos y esta es una tarea que me ocupa todo el día". Sus cenizas, según su deseo, fueron esparcidas en el mar. Ayer me enteré de que la familia de Amparo está emparentada con los Maes, una familia a la que conozco desde mi infancia en el Poblado de Iberduero, donde nací.
Impresionante la visión de las sencillas tumbas, blancas, con una sencilla crucecita, de los muertos en la guerra. Algunos no las conocíamos.
Los cementerios son lugares hermosos, inspiradores y llenos de magia. Hoy día, son muchas las ciudades que los incluyen en sus rutas turísticas. Personalmente, siempre he sentido verdadera atracción por ellos.
Gracias a la Asociación Virgen de la Saleta por programar la visita, así como al Ayuntamiento por la organización. Esperamos que se repita. Hay muchas curiosidades y dudas que quedaron en el aire.
Concha Pelayo


















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