Zamora necesita personalidades inteligentes, inconformistas y bizarras

Que Martín Pozo haya dimitido de todos sus cargos en el Ayuntamiento de Zamora carece de importancia. Apenas dejo huella en la Casa de las Panaderas. Ahora, lo que le interesa a los potenciales votantes del PP se llama Jesús María Prada Saavedra, cabeza de lista de los populares en los comicios locales. Quizá escriba demasiado pronto sobre qué proyectos presentarán los populares zamoranos para la capital de la provincia, cuando quedan unos cuantos meses para la jornada electoral. Tampoco se conocen nombres que acompañen al sanabrés en esta nueva contienda política. Solo parece seguro Víctor López de la Parte, que empezó en política casi en la niñez, y pasa por ser la personalidad con mayores conocimientos de cómo funciona el Ayuntamiento y cuáles son las carencias de los partidos rivales. Del resto, nada de nada.

El PP recogió una derrota brutal en las elecciones de 2019. Martín Pozo nunca fue una política carismática. Resulta un misterio que llegara tan arriba en política.  Los populares sabrán qué virtudes la adornan. El pueblo, en cambio, conoce qué defectos la acompañan.

Prada Saavedra es hombre al que se ve mucho. Parece que conociera el don de la ubicuidad. Está en todos los sitios. La Diputación parece que la llevan entre Requejo y él. De vez en cuando, aparecen otros diputados; pero el político sanabrés protagoniza muchas informaciones. No veo a Prada como alcalde de Zamora. Supongo que, de no formar gobierno el PP en la Casa de la Panaderas, buscará la Presidencia de la Diputación, siempre que los populares obtengan mayoría absoluta. Hecho poco probable, porque la gestión de los incendios de este verano resultó patética.

El Partido Popular ya no es el que fue en esta provincia, donde ganaba siempre, a veces con una mayoría absoluta descomunal, como en el primer mandato de J. Antolín Martín, que sentó a 15 diputados de 25 en el Hospital de la Encarnación. Los años de Martínez Maíllo y Martín Pozo dañaron la imagen de los populares en la provincia. El control absoluto se diluyó. El PP ha contado con la inmensa fortuna de enfrentarse a un PSOE sin fuste, mermado, sin líderes carismáticos, cansino y sin una idea de provincia. Ahora bien, como a Requejo se le ocurra crear un partido zamorano, una posibilidad, adiós a otro mandato absoluto en la Diputación. Porque los zamoranos de a pie están cansados de este PSOE de Pedro Sánchez, que solo tiene ojos para los antiespañoles, y del PP zamorano, todavía dirigido por gente como García Carnero y Martínez Maíllo, personajes que deberían ser ya jubilados políticos desde ha tiempo. Con esos rostros como cartel, el rechazo al voto “popular” parece obvio.

Pero el zamorano que carece de una fe ideológica en conservadores y socialistas, se preguntará: ¿A quién puedo votar yo? IU, si fuera de izquierdas, no tiene poderío alguno en la provincia, excepción hecha de algunos ayuntamientos importantes. El PSOE sanchista tira para atrás. Nos queda UPL, que trabaja mucho, pero que tampoco posee una red importante en la geografía zamorana, y Vox, un partido que quizá saque concejal o concejales en Zamora capital. Y Ahora Decide, formación de ex socialistas y Adeiza, con poder en algunas zonas de la provincia.

Hay muchos zamoranos que, hartos de los grandes partidos, necesitan un partido local, nuestro, de la tierra, para votar y, además, castigar a los que convirtieron a Zamora en un desierto demográfico, en la provincia española más envejecida y que muestra menor actividad económica. A Zamora no la representa ni el PP ni el PSOE. A Zamora esos dos partidos la expoliaron, en primer lugar, cuando el felipismo, y después la olvidaron; le contaron cuentos chinos en los periodos electorales, se rieron de los zamoranos. Zamora tiene que tener su voz en nuestra provincia y en las Cortes de Castilla y León y en el Congreso de los Diputados. Zamora está harta de ahorrar miseria, de que se la considera geografía de palurdos, ancianos y gente que no pinta nada. Zamora está cansada de que la quieran convertir en un páramo sin gente, en tierra de fauna y flora, en espacio deshabitado, solo dispuesto para residencias de mayores.

Zamora ciudad y Zamora provincia merecen otro trato, gobiernos sensibles, fiscalidad diferenciada, energía eléctrica más barata que, verbigracia, en Valladolid o Burgos; un polígono industrial propio en los terrenos de Adif, en la zona de la Estación del Ferrocarril. Y Zamora clama por unas instituciones, públicas y privadas, que se muevan, que busque lejos de nuestros lares, a empresarios que inviertan aquí, porque, sentados en las sedes de CEOE, Cámara, Diputación y ayuntamientos nunca pretendamos que inversores, españoles o extranjeros, se interesen por instalarse en nuestra geografía.

Al pobre, para dejar su estado social, se le exige inteligencia, laboriosidad y talento. Zamora, a la que han hecho paupérrima sus políticos felones y los gobiernos de la nación y comunidad autónoma, necesita personalidades inconformistas, decididas y bizarras, que nunca encontraremos en los partidos nacionales. Más claro…

Las torres de nuestras iglesias, con la de la Catedral, son una metáfora de lo que nuestra tierra necesita. Torres bélicas, defensivas, vigías, que se vean a lo lejos. Esta ciudad merece otro futuro, sin olvidar nunca su tiempo pretérito.

Empecé escribiendo sobre los últimos aconteceres en el PP y he colocado mis últimas palabras sobre el futuro de esta provincia, siempre subjetiva. Pero también doy la cara. Eso sí, nunca ofreceré la otra mejilla.

Eugenio-Jesús de Ávila