NOCTURNOS
Jubilado del amor
Mi cerebro conoce el estado físico de mi cuerpo. En sus circunvalaciones, viven mis médicos. Sabe que mi decadencia, año tras año, se va a acrecentando. A veces, para no disgustarme, guarda silencio. El espejo, sin embargo, jamás miente.
A mi edad, cercano a la invisibilidad, alejado de cualquier capacidad de seducción erótica, no espero que mujer alguna se enamore de mí. A partir de ahora, concitaré muchas amistades femeninas, señoritas que se diviertan con mis cuitas, sucedidos e historias propias y ajenas. Me habré convertido en una persona sin atractivo sensual y sexual para cualquier mujer.
Lo admito y lo asumo. Ahora, cuando me siento más capacitado, intelectualmente, y también físicamente, para amar a una dama, los años me han transformado en un hombre sin atributos, en un varón en fase erótica terminal, una especie de desecho de tienta de la pasión.
Pensé que nunca me llegaría el instante suscribir la jubilación amorosa. Y ahora soy un pensionista que percibe la paga mínima, un salario de subsistencia erótica, que consiste en recibir halagos de tus amigas y conocidas. Nada. Vivir sin amor es morirte sin que el corazón haya dejado de latir.
Eugenio-Jesús de Ávila
Mi cerebro conoce el estado físico de mi cuerpo. En sus circunvalaciones, viven mis médicos. Sabe que mi decadencia, año tras año, se va a acrecentando. A veces, para no disgustarme, guarda silencio. El espejo, sin embargo, jamás miente.
A mi edad, cercano a la invisibilidad, alejado de cualquier capacidad de seducción erótica, no espero que mujer alguna se enamore de mí. A partir de ahora, concitaré muchas amistades femeninas, señoritas que se diviertan con mis cuitas, sucedidos e historias propias y ajenas. Me habré convertido en una persona sin atractivo sensual y sexual para cualquier mujer.
Lo admito y lo asumo. Ahora, cuando me siento más capacitado, intelectualmente, y también físicamente, para amar a una dama, los años me han transformado en un hombre sin atributos, en un varón en fase erótica terminal, una especie de desecho de tienta de la pasión.
Pensé que nunca me llegaría el instante suscribir la jubilación amorosa. Y ahora soy un pensionista que percibe la paga mínima, un salario de subsistencia erótica, que consiste en recibir halagos de tus amigas y conocidas. Nada. Vivir sin amor es morirte sin que el corazón haya dejado de latir.
Eugenio-Jesús de Ávila



















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