HABLEMOS
Paradoja y falacia
Carlos Domínguez
Desde círculos afines al proyecto separatista vascongado, exhibido hoy como credencial para chantajear en lo político a un socialismo alineado con posiciones dudosamente constitucionales, se ofrece una ocurrencia, un acertijo con ínfulas poco menos que de postulado metafísico. A lo que parece, sesuda reflexión en forma de paradoja acerca de lo que, desde una suficiencia en realidad ilusoria, se pregona postración del Estado ante fuerzas que trabajan por su aniquilación. Y en cierto modo se tiene razón. No en la paradoja, pura falacia histórica y política, sino en aquello que hace posible una situación anómala, en nada distinta al entreguismo de un PSOE disfrazado durante la transición de socialdemocracia espuria, y cuyo afán de poder rayando priísmo y caudillismo, esto de González al émulo Sánchez, anuncia la quiebra del Estado de derecho. Sin el colaboracionismo del PSOE de la memoria histórica, que no ha hecho otra cosa que parasitar a lo largo de décadas una democracia calculadamente subvertida, la paradoja de marras quedaría en parodia y mal chiste.
A cualquier aranista o nacionalista con vocación de heroico gudari habría que recordarle la escueta, taxativa y contundente sentencia del gran Alejandro, nunca el general Franco, cuando le presentaron el famoso nudo gordiano para comprometer su autoridad y liderazgo. Histórica no menos que expeditiva fue la solución por la espada a una celada tramposa, a medio camino entre la argucia y la mala baba. Y ahí, al hilo también por lo clásico de Cicerón con su aforismo acerca del papel de la historia como maestra de la vida, quizás España, incluyendo todas las fuerzas sociales y políticas que aspiran a proteger la libertad, la propiedad y el Estado de derecho, debieran estar al fortalecimiento de las instituciones comenzando por la Jefatura del Estado, y siguiendo por las Fuerzas y Magistraturas que, conforme al mandato constitucional, se hallan obligadas a garantizar el orden que emana de nuestra Carta Magna. Porque ante la amenaza directa y principal, no otra que la ruptura de la unidad nacional acompañada de un cambio de régimen, la defensa de una España que para nosotros representa un espacio de paz, libertad y derechos, más pronto que tarde exigirá deshacer al modo alejandrino el peligrosísimo nudo a que, por deslealtad y ambición de poder, ha conducido a esta patria, ámbito, se insistirá, de libertad, garantías y derechos, una izquierda socialista y comunista, PSOE en lo fundamental, practicando irresponsablemente un revanchismo de consecuencias funestas.
Desde círculos afines al proyecto separatista vascongado, exhibido hoy como credencial para chantajear en lo político a un socialismo alineado con posiciones dudosamente constitucionales, se ofrece una ocurrencia, un acertijo con ínfulas poco menos que de postulado metafísico. A lo que parece, sesuda reflexión en forma de paradoja acerca de lo que, desde una suficiencia en realidad ilusoria, se pregona postración del Estado ante fuerzas que trabajan por su aniquilación. Y en cierto modo se tiene razón. No en la paradoja, pura falacia histórica y política, sino en aquello que hace posible una situación anómala, en nada distinta al entreguismo de un PSOE disfrazado durante la transición de socialdemocracia espuria, y cuyo afán de poder rayando priísmo y caudillismo, esto de González al émulo Sánchez, anuncia la quiebra del Estado de derecho. Sin el colaboracionismo del PSOE de la memoria histórica, que no ha hecho otra cosa que parasitar a lo largo de décadas una democracia calculadamente subvertida, la paradoja de marras quedaría en parodia y mal chiste.
A cualquier aranista o nacionalista con vocación de heroico gudari habría que recordarle la escueta, taxativa y contundente sentencia del gran Alejandro, nunca el general Franco, cuando le presentaron el famoso nudo gordiano para comprometer su autoridad y liderazgo. Histórica no menos que expeditiva fue la solución por la espada a una celada tramposa, a medio camino entre la argucia y la mala baba. Y ahí, al hilo también por lo clásico de Cicerón con su aforismo acerca del papel de la historia como maestra de la vida, quizás España, incluyendo todas las fuerzas sociales y políticas que aspiran a proteger la libertad, la propiedad y el Estado de derecho, debieran estar al fortalecimiento de las instituciones comenzando por la Jefatura del Estado, y siguiendo por las Fuerzas y Magistraturas que, conforme al mandato constitucional, se hallan obligadas a garantizar el orden que emana de nuestra Carta Magna. Porque ante la amenaza directa y principal, no otra que la ruptura de la unidad nacional acompañada de un cambio de régimen, la defensa de una España que para nosotros representa un espacio de paz, libertad y derechos, más pronto que tarde exigirá deshacer al modo alejandrino el peligrosísimo nudo a que, por deslealtad y ambición de poder, ha conducido a esta patria, ámbito, se insistirá, de libertad, garantías y derechos, una izquierda socialista y comunista, PSOE en lo fundamental, practicando irresponsablemente un revanchismo de consecuencias funestas.

















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