Eugenio de Ávila
Lunes, 28 de Noviembre de 2022
PASIÓN POR ZAMORA

Zamora: prohibido pensar y tener ideas

Ocaso en ZamoraZamora, la ciudad pretérita, duerme, pero no sueña ni despierta; tampoco piensa, duele. Zamora contará con menos habitantes y actividad económica en la Navidad de 2022. Hoy peor que ayer pero menos que mañana. El amor del revés. Zamora también es España, aunque un servidor piensa que le hubiera venido mejor nacer portuguesa. Pena de derrota de la Beltraneja en las campas de Peleagonzalo.

 

Nuestra ciudad penaliza las ideas. El que tiene una recibe censura del vulgo. Aquí solo se puede ser mediocre para escribir y hablar. Y si piensas más allá del jefe, caudillo, líder, te condenarán al ostracismo. No se hace política. Te la hacen en Madrid o Pucela. Los políticos zamoranos sirven a su señor: el partido. La gente no cuenta. Quizá un poco cuando el pueblo se suicida en las urnas, porque nunca elige, se lo dan cocinado las jerarquías políticas.

 

Zamora acabará por creer que respira, que se muere, que vive. Zamora está muerta. Algunos los venimos advirtiendo ha tiempo. El personal va a lo suyo. Las instituciones públicas dividieron al pueblo, lo estabularon e individualizaron. Cada cual tiene su nube para darle sombra en verano. Todo quisque se esconde en su niebla. Zamora no existe como ciudad. Hay más de 65.000 Zamoras, tantas como vecinos se despiertan y duermen tras las murallas.

 

Me cuenta un amigo erudito en urbanismo que se conoce si en una ciudad hubo corrupción por las alturas de sus edificios, por la simetría de sus inmuebles. Caminen por Zamora. Observen la plaza de Alemania. No hay dos haciendas iguales. Caos. Especulación. Unos pocos ganan, la mayoría pierde.

 

 Cuando el franquismo olía a socializante, Falange en el poder, sus edificios sociales mantenían una armonía, quizá muy poco estética. El constructor sabía a lo que atenerse. Después, verbigracia Tres Cruces, en el Tardofranquismo, cada promotor se buscó la vida y la halló entre esa lujuria de inmuebles.

 

La Zamora moderna es todo un monumento de la especulación urbanística, que enriqueció a unos cuantos, los nuevos caciques, que no son ni de derechas ni de izquierdas, solo suyos. Porque el dinero no tiene color político. La prensa local tampoco es de la diestra ni de la siniestra. Depende. Si mandan los azules, cambio la chaquete editorial, los titulares y las fotografías de portada. Si ordenan los rojos –no hay ese color en el cielo zamorano-, me paseo con El Capital bajo el brazo por toda la ciudad hasta alcanzar la redacción mediática. En esta ciudad pretérita, la ciudad que no sueña ni dormida, se vive por inercia, se muere de tedio y se resucita al cuarto día en otra urbe más dinámica, menos caciquil y cotilla.

 

 Si yo fuera político, copiaría las mejores ideas de mis rivales en la res pública. Aquí no gusta. Pensar en Zamora es llorar, como escribir en Madrid en los albores del siglo XIX, como bien vio Mariano José de Larra. Pobrecito hablador. Yo solo escribo, porque puedo. Pero soy un pobre periodista o un periodista pobre en una ciudad pretérita. Seré pasado, pues.

Eugenio-Jesús de Ávila

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