EL BECARIO TARDIO
El año sabático
Esteban Pedrosa
Doy fe de que dormía mal, se desvelaba con facilidad, para después caer en un sopor que controlaba al principio, midiendo esos ratos con la mirada en el reloj. Abría un ojo e intentaba cerrar los dos, pero no encontraba un sueño que se le escurría y parecía estar reñido con él
-Hoy he dormido tres horas y a ratitos.
Y digo que doy fe, porque así me lo contaba él, me lo confirmaba su parienta, asentía la hija y hasta el hijo, un mozalbete disperso que llevaba camino de ser poeta:
-Por cualquiera la causa, Morfeo está disgustado con él.
Tanto Fermina, la madre de sus hijos, como estos, comenzaron a vivir a su ritmo por las noches, porque sus resoplidos y su mal humor les despertaba. Ni la melatonina ni la valeriana ni otras hierbas varias, así como los desahogos matrimoniales tenían piedad con él y, por otro lado, su farmacofobia persistía contra todo:
-Antes muerto- sentenciaba.
Me contaba un día que sus desvelos no eran siempre a medianoche o de madrugada, sino que se acostaba y no había forma de dormir. Sentí curiosidad en saber en qué estaba soñando en el momento de despertarse y supe que sus sueños eran variados e inocentes, razón para despertarse sin sobresaltos.
-Al menos que yo sepa o recuerde, no tengo cuentas pendientes con nadie.
Le conté su caso a dos o tres personas con toda la inocencia del mundo y a él, cuando lo supo, le pareció mal y me dejó de hablar.
- ¡Bien que os habréis reído a mi costa! - fueron las últimas palabras que escuché de su boca.
Ha pasado algo más de un año de aquello y ayer me encontré con Fermina, quien nunca entendió el enfado de su marido conmigo. Sin preguntarle, ella me confesó:
-Como bien sabes, el quería tener un año sabático y pidió una excedencia. Hace una semana volvió a la política y ha vuelto a dormir como un niño.
Doy fe de que dormía mal, se desvelaba con facilidad, para después caer en un sopor que controlaba al principio, midiendo esos ratos con la mirada en el reloj. Abría un ojo e intentaba cerrar los dos, pero no encontraba un sueño que se le escurría y parecía estar reñido con él
-Hoy he dormido tres horas y a ratitos.
Y digo que doy fe, porque así me lo contaba él, me lo confirmaba su parienta, asentía la hija y hasta el hijo, un mozalbete disperso que llevaba camino de ser poeta:
-Por cualquiera la causa, Morfeo está disgustado con él.
Tanto Fermina, la madre de sus hijos, como estos, comenzaron a vivir a su ritmo por las noches, porque sus resoplidos y su mal humor les despertaba. Ni la melatonina ni la valeriana ni otras hierbas varias, así como los desahogos matrimoniales tenían piedad con él y, por otro lado, su farmacofobia persistía contra todo:
-Antes muerto- sentenciaba.
Me contaba un día que sus desvelos no eran siempre a medianoche o de madrugada, sino que se acostaba y no había forma de dormir. Sentí curiosidad en saber en qué estaba soñando en el momento de despertarse y supe que sus sueños eran variados e inocentes, razón para despertarse sin sobresaltos.
-Al menos que yo sepa o recuerde, no tengo cuentas pendientes con nadie.
Le conté su caso a dos o tres personas con toda la inocencia del mundo y a él, cuando lo supo, le pareció mal y me dejó de hablar.
- ¡Bien que os habréis reído a mi costa! - fueron las últimas palabras que escuché de su boca.
Ha pasado algo más de un año de aquello y ayer me encontré con Fermina, quien nunca entendió el enfado de su marido conmigo. Sin preguntarle, ella me confesó:
-Como bien sabes, el quería tener un año sabático y pidió una excedencia. Hace una semana volvió a la política y ha vuelto a dormir como un niño.

















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