NOCTURNOS
Quizá no sepa amar
Me duele tu dolor. Sonrío con tu dicha. Lloro si las lágrimas abandonan tus ojos para recorrer tus mejillas y colarse por la comisura de tu boca. Vivo si tú vives. Y he sabido vivir sin ti. Demasiados años. Fue una vida muerta, como vivir en un purgatorio erótico. Haberte conocido y amado transformó mi forma de ser. Fuiste mi punto de inflexión.
Hubo un antes y un después de que te aparecieras en mi vida como una Virgen de Fátima sensual y sexual. Te esperé. Llegaba y te ibas. Me elegiste y después, sin palabras, desaparecías. Preferiste, quizá, a un hombre protector, clásico, conservador, un tanto machista. Y yo soy libertino, barroco, ácrata y guardo dentro de mi cuerpo varonil un alma femenina.
Quizá no he aprendido amar y no creo que, en el poco tiempo que me resta para respirar, sufra una metamorfosis en mi crisálida erótica. Siento no haber conocido, por dentro y por fuera, del derecho y del revés, a mujeres que se cruzaron en mi camino, a las que les hablé con el lenguaje de mis ojos, diciéndoles: “Me atraes mucho.
Te conozco poco. Pero me encantan tus gestos, como me miras, como te mueves, como hablas, y puedo imaginar que besarte me engancharía a tu cuerpo y a tu alma”. No me atreví. Me dio cosa. Un cierto miedo al fracaso, a un feo final sin un bello principio. Ucronías.
Eugenio-Jesús de Ávila
Me duele tu dolor. Sonrío con tu dicha. Lloro si las lágrimas abandonan tus ojos para recorrer tus mejillas y colarse por la comisura de tu boca. Vivo si tú vives. Y he sabido vivir sin ti. Demasiados años. Fue una vida muerta, como vivir en un purgatorio erótico. Haberte conocido y amado transformó mi forma de ser. Fuiste mi punto de inflexión.
Hubo un antes y un después de que te aparecieras en mi vida como una Virgen de Fátima sensual y sexual. Te esperé. Llegaba y te ibas. Me elegiste y después, sin palabras, desaparecías. Preferiste, quizá, a un hombre protector, clásico, conservador, un tanto machista. Y yo soy libertino, barroco, ácrata y guardo dentro de mi cuerpo varonil un alma femenina.
Quizá no he aprendido amar y no creo que, en el poco tiempo que me resta para respirar, sufra una metamorfosis en mi crisálida erótica. Siento no haber conocido, por dentro y por fuera, del derecho y del revés, a mujeres que se cruzaron en mi camino, a las que les hablé con el lenguaje de mis ojos, diciéndoles: “Me atraes mucho.
Te conozco poco. Pero me encantan tus gestos, como me miras, como te mueves, como hablas, y puedo imaginar que besarte me engancharía a tu cuerpo y a tu alma”. No me atreví. Me dio cosa. Un cierto miedo al fracaso, a un feo final sin un bello principio. Ucronías.
Eugenio-Jesús de Ávila




















Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.122