NOCTURNOS
Mirar con pasión
Quizá yo no sé hablar con la mirada. Quizá cometa muchas faltas de ortografía erótica con mis ojos. Pero, como siempre pequé de timidez, nunca fui capaz de confesarle a una mujer, a viva voz, susurrándole: “Te amo, María”.
Me avergüenzo de mí mismo si fracaso en cualquier acción que realizo. Si se trata de seducir a una dama, no digiero la derrota. Algunas mujeres me dan miedo por su belleza, inteligencia y cultura. Declaro que soy un gourmet del amor. Mi paladar erótico solo admite delicatessen de besos, manjares de caricias y ambrosía de delicias.
No soy un amante garbancero. No disfruto ya con el sexo a secas. Busco fundir el placer con la inteligencia en el cuenco de una mujer. No me la juego a cara o cruz, ni deshojo una margarita, para saber si debo o no intentar seducir a una dama. Si no aprecio síntomas de ser bien recibido, me muestro impasible. Quizá me comporte de una manera femenina y espere a que sea ella la que se desnuda con una mirada, con una frase, con un detalle.
Nunca, debido a ese exceso de protección de mí mismo, fracasé. Preferí desconocer la victoria, antes que resultar derrotado. Fui a ganar, porque intuí que se habrían las murallas de esa fémina que tanto me atraía. No juego de farol. Si me invitan a entrar, me alojo en el salón del alma femenina que oficia de anfitriona.
Solo espero un guiño de una mujer para cerrar mis ojos y besarla.
Eugenio-Jesús de Ávila
Quizá yo no sé hablar con la mirada. Quizá cometa muchas faltas de ortografía erótica con mis ojos. Pero, como siempre pequé de timidez, nunca fui capaz de confesarle a una mujer, a viva voz, susurrándole: “Te amo, María”.
Me avergüenzo de mí mismo si fracaso en cualquier acción que realizo. Si se trata de seducir a una dama, no digiero la derrota. Algunas mujeres me dan miedo por su belleza, inteligencia y cultura. Declaro que soy un gourmet del amor. Mi paladar erótico solo admite delicatessen de besos, manjares de caricias y ambrosía de delicias.
No soy un amante garbancero. No disfruto ya con el sexo a secas. Busco fundir el placer con la inteligencia en el cuenco de una mujer. No me la juego a cara o cruz, ni deshojo una margarita, para saber si debo o no intentar seducir a una dama. Si no aprecio síntomas de ser bien recibido, me muestro impasible. Quizá me comporte de una manera femenina y espere a que sea ella la que se desnuda con una mirada, con una frase, con un detalle.
Nunca, debido a ese exceso de protección de mí mismo, fracasé. Preferí desconocer la victoria, antes que resultar derrotado. Fui a ganar, porque intuí que se habrían las murallas de esa fémina que tanto me atraía. No juego de farol. Si me invitan a entrar, me alojo en el salón del alma femenina que oficia de anfitriona.
Solo espero un guiño de una mujer para cerrar mis ojos y besarla.
Eugenio-Jesús de Ávila


















Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.115