SIN PELOS EN LA LENGUA
La Zamora que rechaza el progreso
La elite económica de Zamora, ultraconservadora, ha sido siempre, desde el franquismo hasta este siglo XXI, partidaria de que la ciudad no creciese. Estos caciques quieren que la Bien Cercada siga sometida a esta tranquilidad, sosiego y paz de cementerio. La inteligencia de esta aristocracia plebeya sin título no da más de sí. Aquí, como sucedió en otras regiones de España, nunca hubo una revolución burguesa. De ahí, que nuestra burguesía no merezca tal denominación. Por ende, tampoco hubo proletariado distinguido, avanzado y progresista. El marxismo no existió nunca en Zamora. El primer socialismo zamorano viene de la Iglesia y de la Falange. Curas arrepentidos de creer en Dios y joseantonianos socializantes lideraron el cambio en nuestra ciudad. Sin obreros, no hay revoluciones. Reflexionaba Marx. Se equivocó.
A esa burguesía pseudoaristocrática, que tiene muy poco de noble, jamás le gustó que Zamora progresase. Temen el cambio, el avance, el progreso. Eso sector social vive como siempre: del cuento, del miedo, de la mentira. Y, si atisban una transformación social y económica, buscan la manera, siempre a traición, de detener a las personas que anhela que Zamora crezca, se desarrolle y se suba al tren del futuro.
A una forma económica de producir le corresponde una manera determinada de pensar, de cultural, de mentalidad. Sin duda. Marx, que se equivocó en muchas de sus profecías, estuvo acertado en lo de la infraestructura y superestructuras.
Los caciques y sus servidores, que ocupan cargos destacados en la sociedad zamorana, con sueldos excelentes, van a darlo todo para frenar el desarrollo de Zamora. Ellos viven de cine en una ciudad retrasada en lo económico y acobardada en lo político. Aquí nadie, ni los partidos, sin apenas ideas, anquilosados, obsoletos, que apenas representan a ciudadanos muy ideologizados a la diestra y a la siniestra, osa hacer frente a esta casta de personajes, perdidos en el tiempo, retrógrados y reaccionarios, egoístas y prepotentes.
Insisto: vivimos ya un combate entre los zamoranos que defienden el cambio, la transformación y el progreso, y los caciques que quieren una Zamora entregada, pusilánime y medieval. ¡Restauremos las murallas de la historia y derribemos las que evitan la entrada del viento del futuro! Advierto que no hay partido que piense en una Zamora más grande, más pujante y activa económicamente. Conformismo a izquierda y derecha. El cambio climático transformó las mentes. En nuestra tierra estamos conservados en una especie de formol de pasado que nos impide pensar en grande. Que todo sigue igual: nunca se sabe qué puede pasar si nos rebelamos y Zamora crece y se desarrolla. ¡Virgencita, virgencita, que me quede como estoy!
Eugenio-Jesús de Ávila
La elite económica de Zamora, ultraconservadora, ha sido siempre, desde el franquismo hasta este siglo XXI, partidaria de que la ciudad no creciese. Estos caciques quieren que la Bien Cercada siga sometida a esta tranquilidad, sosiego y paz de cementerio. La inteligencia de esta aristocracia plebeya sin título no da más de sí. Aquí, como sucedió en otras regiones de España, nunca hubo una revolución burguesa. De ahí, que nuestra burguesía no merezca tal denominación. Por ende, tampoco hubo proletariado distinguido, avanzado y progresista. El marxismo no existió nunca en Zamora. El primer socialismo zamorano viene de la Iglesia y de la Falange. Curas arrepentidos de creer en Dios y joseantonianos socializantes lideraron el cambio en nuestra ciudad. Sin obreros, no hay revoluciones. Reflexionaba Marx. Se equivocó.
A esa burguesía pseudoaristocrática, que tiene muy poco de noble, jamás le gustó que Zamora progresase. Temen el cambio, el avance, el progreso. Eso sector social vive como siempre: del cuento, del miedo, de la mentira. Y, si atisban una transformación social y económica, buscan la manera, siempre a traición, de detener a las personas que anhela que Zamora crezca, se desarrolle y se suba al tren del futuro.
A una forma económica de producir le corresponde una manera determinada de pensar, de cultural, de mentalidad. Sin duda. Marx, que se equivocó en muchas de sus profecías, estuvo acertado en lo de la infraestructura y superestructuras.
Los caciques y sus servidores, que ocupan cargos destacados en la sociedad zamorana, con sueldos excelentes, van a darlo todo para frenar el desarrollo de Zamora. Ellos viven de cine en una ciudad retrasada en lo económico y acobardada en lo político. Aquí nadie, ni los partidos, sin apenas ideas, anquilosados, obsoletos, que apenas representan a ciudadanos muy ideologizados a la diestra y a la siniestra, osa hacer frente a esta casta de personajes, perdidos en el tiempo, retrógrados y reaccionarios, egoístas y prepotentes.
Insisto: vivimos ya un combate entre los zamoranos que defienden el cambio, la transformación y el progreso, y los caciques que quieren una Zamora entregada, pusilánime y medieval. ¡Restauremos las murallas de la historia y derribemos las que evitan la entrada del viento del futuro! Advierto que no hay partido que piense en una Zamora más grande, más pujante y activa económicamente. Conformismo a izquierda y derecha. El cambio climático transformó las mentes. En nuestra tierra estamos conservados en una especie de formol de pasado que nos impide pensar en grande. Que todo sigue igual: nunca se sabe qué puede pasar si nos rebelamos y Zamora crece y se desarrolla. ¡Virgencita, virgencita, que me quede como estoy!
Eugenio-Jesús de Ávila
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