Cuando se reza por amor

El amor es dejarse de querer a uno mismo para amar a otra persona, por lo que a mí incumbre, a una mujer. Cuando amas, te deshaces de tu ego. Te queda el cerebro para pensar en el ser que adoras. Y si tu amante, novia, dama del alba o del solsticio, te amó y se cansó de ti, seguir amándola...en silencio, proyectando tu pasión sobre un papel, palabra a palabra hasta que una lágrima diluya la tinta de la pluma con la que escribes tus oraciones, coordinadas por la tristeza, la pena, el dolor y la impotencia.

Si odias porque no te aman, significa que ignoras cómo es el amor. Quizá sembraste semillas de ternura, cariño, delicadeza, sensibilidad en un alma de la que anhelaste recoger una cosecha de placer, sexo, pasión, amor volcánico. Pero una sequía de emociones, afectos y delirio impidió la recolección.

Quizá la simiente que tú escogiste para plantar en aquel campo femenino, no se adaptó a las sensibilidades de esa mujer. Y prefirió que otro labrador cultivara su cuerpo, acariciara sus espigas, recogiera sus frutos sexuales, segase su vello púbico.

No abomines de quién despreció tu amor. Nadie está obligado a amar a quién le ama. Yo la amo a ella, pero sé que nunca me amará. Nunca la aborreceré. Amo su libertad aún más que la mía. Ahora trato de volver a quererme a mí mismo después de haberla amado como a una diosa. Rezo. 

Eugenio-Jesús de Ávila