NUESTRA HISTORIA
Campo de Agramante
Leo en una histórica reseña de la secular Feria de Botijero, en lo referente a la ubicación de las numerosas actividades y atracciones que se celebraban en aquella ocasión, que “los animales del género mular, asnal y caballar que llenaban las cuadras circunstantes habían de llevarse a la Plaza del Cuartel que tantos tratos llevaba conocidos y que un día fue Campo de Agramante.
Llamó mi atención la denominación del lugar, por lo que averigüé que Agramante era un personaje de Orlando Furioso, jefe de los sarracenos que sitiaron París y que su nombre se ha hecho proverbial y simboliza el valor impetuoso. En lenguaje corriente es muy usual la locución “campo de Agramante”, con el que se designa el lugar donde reina tanta confusión que nadie se entiende; indica desorden, discordia o división de pareceres.
El escritor gaditano Caballero Bonald, en su novela titulada “Campo de Agramante” decía: “Que yo sepa, en El Quijote hay seis referencias a Agramante: tres como personaje del Orlando Furioso y otras tres en la expresión “campo de Agramante”. A mí me sedujo Agramante, el caudillo sarraceno, porque me servía para definir lo que ese otro personaje del Orlando había bautizado con su nombre: un lugar donde reina el desorden y la confusión. Así que Campo de Agramante no solo es el título de una novela mía de esa índole, sino que remite a otros trastornos más generales.”
Así que la Feria de Botijero, esa solemnidad histórica que se viene celebrando en nuestra Capital desde los tiempos de los Reyes Católicos nos ofrece un bullicioso mercado que, en el siglo XIX se extendía desde las Panaderas (Plaza Mayor) hasta el río, con lo que la calle Balborraz resultaba invadida de toda clase de puestos que aquellos nómadas ocupaban con sus estalaches de madera formados en hilera. Había quien vendía silbatos, otros ofrecían rifas, ropas confeccionadas, platerías y bisuterías. Hubo concertistas de violín, arpa y bandurria y cantadores de flamenco.
Sin duda, la calle Balborraz era el centro principal de todas las atracciones de la feria. A derecha e izquierda se veían tenderetes de todas clases instalados por aquellos vendedores que recorrían España ofreciendo a aquel hormiguero de transeúntes sus mercancías. Desde las comarcas zamoranas venían sayagueses, carbajalinos, alistanos y de Sanabria; muchos llegaban ataviados con sus tradicionales trajes compuestos de montera, chaquetón, calzones, polainas y demás atavíos típicos.
Conviene recordar el origen de la feria de Botijero que duraba tres semanas y en la actualidad va perdiendo su verdadera identidad. El rey Fernando el Católico concedió el privilegio de celebrar la FERIA, en conmemoración de la batalla ganada al rey de Portugal en el campo de Peleagonzalo , que terminaba con la guerra de sucesión y consolidaba en las sienes de Isabel la Católica la corona disputada a la Beltraneja.
Balbino Lozano
Leo en una histórica reseña de la secular Feria de Botijero, en lo referente a la ubicación de las numerosas actividades y atracciones que se celebraban en aquella ocasión, que “los animales del género mular, asnal y caballar que llenaban las cuadras circunstantes habían de llevarse a la Plaza del Cuartel que tantos tratos llevaba conocidos y que un día fue Campo de Agramante.
Llamó mi atención la denominación del lugar, por lo que averigüé que Agramante era un personaje de Orlando Furioso, jefe de los sarracenos que sitiaron París y que su nombre se ha hecho proverbial y simboliza el valor impetuoso. En lenguaje corriente es muy usual la locución “campo de Agramante”, con el que se designa el lugar donde reina tanta confusión que nadie se entiende; indica desorden, discordia o división de pareceres.
El escritor gaditano Caballero Bonald, en su novela titulada “Campo de Agramante” decía: “Que yo sepa, en El Quijote hay seis referencias a Agramante: tres como personaje del Orlando Furioso y otras tres en la expresión “campo de Agramante”. A mí me sedujo Agramante, el caudillo sarraceno, porque me servía para definir lo que ese otro personaje del Orlando había bautizado con su nombre: un lugar donde reina el desorden y la confusión. Así que Campo de Agramante no solo es el título de una novela mía de esa índole, sino que remite a otros trastornos más generales.”
Así que la Feria de Botijero, esa solemnidad histórica que se viene celebrando en nuestra Capital desde los tiempos de los Reyes Católicos nos ofrece un bullicioso mercado que, en el siglo XIX se extendía desde las Panaderas (Plaza Mayor) hasta el río, con lo que la calle Balborraz resultaba invadida de toda clase de puestos que aquellos nómadas ocupaban con sus estalaches de madera formados en hilera. Había quien vendía silbatos, otros ofrecían rifas, ropas confeccionadas, platerías y bisuterías. Hubo concertistas de violín, arpa y bandurria y cantadores de flamenco.
Sin duda, la calle Balborraz era el centro principal de todas las atracciones de la feria. A derecha e izquierda se veían tenderetes de todas clases instalados por aquellos vendedores que recorrían España ofreciendo a aquel hormiguero de transeúntes sus mercancías. Desde las comarcas zamoranas venían sayagueses, carbajalinos, alistanos y de Sanabria; muchos llegaban ataviados con sus tradicionales trajes compuestos de montera, chaquetón, calzones, polainas y demás atavíos típicos.
Conviene recordar el origen de la feria de Botijero que duraba tres semanas y en la actualidad va perdiendo su verdadera identidad. El rey Fernando el Católico concedió el privilegio de celebrar la FERIA, en conmemoración de la batalla ganada al rey de Portugal en el campo de Peleagonzalo , que terminaba con la guerra de sucesión y consolidaba en las sienes de Isabel la Católica la corona disputada a la Beltraneja.
Balbino Lozano
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