NOCTURNOS
¿Dónde habita el amor?
El amor no se mide ni se pesa. El amor se siente o no se siente. El amor es como el alma. Está, pero no sabemos dónde, ni si engorda o adelgaza, crece o merma. El amor aparece sin buscarlo, porque si lo buscas, no lo encuentras. El amor es un sentimiento extraño, porque, a decir verdad, nunca sabemos por qué amamos.
Los hombres suelen confundir amor con sexo, porque en su cerebro solo habita la delectación. Si la cópula se mostrase sin placer, el género humano habría desaparecido de la faz de la tierra ya en Altamira, o Lascaux, mientras el artista, para distraerse del desamor, pintaba bisontes en las paredes de la cueva.
El hombre, convéncete, mujer, es un ser hedonista. Todas sus acciones, empezando por el trabajo, están presididas por el deleite. Quizá no le apetezca ni le guste el curro, pero le procura el dinero suficiente para acercarse a una fémina. Los hombres lo compran todo. Incluso, el amor. Se creen que se les quiere por su capacidad económica, la dimensión de su coche, que nunca coincide con las de su sexo. Hombre con coche de lujo esconde la precariedad de su pene. Fijo. Empírico.
Amo porque no sabría qué hacer si no quisiera a una dama. ¿Leer, ir al cine, viajar, escuchar buena música…? Cierto. Me deleita. Pero necesito compartir con una mujer mis sentimientos. Después, en el lecho, hablaremos de literatura, del séptimo arte, de una canción, de una sinfonía y de una nación y su cultura.
Y, por fin, nos olvidaremos de libros, novelas, poesías, películas y ciudades, para, una vez desnudos nuestros cuerpos, descubrir nuestras almas. El amor se hace para después hablarlo, analizarlo, digerirlo y acaso medirlo y pesarlo. No tengas duda de que soy un hombre. Pero no busco, encuentro.
Eugenio-Jesús de Ávila
El amor no se mide ni se pesa. El amor se siente o no se siente. El amor es como el alma. Está, pero no sabemos dónde, ni si engorda o adelgaza, crece o merma. El amor aparece sin buscarlo, porque si lo buscas, no lo encuentras. El amor es un sentimiento extraño, porque, a decir verdad, nunca sabemos por qué amamos.
Los hombres suelen confundir amor con sexo, porque en su cerebro solo habita la delectación. Si la cópula se mostrase sin placer, el género humano habría desaparecido de la faz de la tierra ya en Altamira, o Lascaux, mientras el artista, para distraerse del desamor, pintaba bisontes en las paredes de la cueva.
El hombre, convéncete, mujer, es un ser hedonista. Todas sus acciones, empezando por el trabajo, están presididas por el deleite. Quizá no le apetezca ni le guste el curro, pero le procura el dinero suficiente para acercarse a una fémina. Los hombres lo compran todo. Incluso, el amor. Se creen que se les quiere por su capacidad económica, la dimensión de su coche, que nunca coincide con las de su sexo. Hombre con coche de lujo esconde la precariedad de su pene. Fijo. Empírico.
Amo porque no sabría qué hacer si no quisiera a una dama. ¿Leer, ir al cine, viajar, escuchar buena música…? Cierto. Me deleita. Pero necesito compartir con una mujer mis sentimientos. Después, en el lecho, hablaremos de literatura, del séptimo arte, de una canción, de una sinfonía y de una nación y su cultura.
Y, por fin, nos olvidaremos de libros, novelas, poesías, películas y ciudades, para, una vez desnudos nuestros cuerpos, descubrir nuestras almas. El amor se hace para después hablarlo, analizarlo, digerirlo y acaso medirlo y pesarlo. No tengas duda de que soy un hombre. Pero no busco, encuentro.
Eugenio-Jesús de Ávila
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