HÉROES
Zamora, una ciudad histórica que carece de memoria
El poder, el progresismo actual, reniega de la historia, del pasado, y pretende crear un hombre nuevo, una nueva era, una nueva sociedad, perfecta, un paraíso en la tierra. El enemigo representa el mal integral, un enemigo siempre peligroso, distinto de lo humano. No hay acuerdo con el adversario. Todo está permitido ante los no humanos: burguesía o judíos. Todo régimen totalitario desea poner fin a la historia. Como todo es posible, todo está permitido.
Como hay que poner término a la Historia, olvidémosla. Verbigracia: el 6 de enero de 1809, los zamoranos salieron a Villagodio para hacer frente al ejército más poderoso del mundo, el de Napoleón. Murieron 130 soldados, 130 ciudadanos. Pues hete aquí que esa gran historia, protagonizada por unos cientos de héroes zamoranos, solo la celebra un partido que forman Iglesias Carreño y dos más. El resto de formaciones políticas zamoranas, conservadoras, mediopensionistas o de izquierdas o de la extrema siniestra, desconocen la historia de su ciudad, de su tierra, o la desprecian. De hecho, si yo hubiera sido alcalde ya habría encargado a un gran escultor una obra más intensa, potente y bella. Y sugiero a los profesores de nuestros institutos y colegios que den a conocer la historia de Zamora, desde la prehistoria hasta la actualidad. Así lo jóvenes zamoranos amarían más a su tierra.
Nuestra ciudad, clave en la historia medieval de España, importante en la guerra de las Comunidades, con gran presencia en el descubrimiento de América y esencial en las guerras con Portugal, debería presumir de sus gestas históricas, jamás esconderlas. Estatuas de Doña Urraca, de Bellido Dolfos, de Arias Gonzalo, del obispo Acuña, de Diego de Ordax…
Tampoco conocemos la historia de celebridades intelectuales y literarias del pasado siglo, como Claudio Rodríguez y Agustín García Calvo. El autor del Don de la Ebriedad tiene una calle, que parece un pasaje, entre Pelayo y la plaza de Castilla y León, cuando este extraordinario zamorano merecería una estatua en un punto céntrico de la ciudad, con su jardín y fuente. Y el catedrático, sabio, filósofo y poeta se murió y…nada más.
Los políticos zamoranos ni nuestra sociedad, envidiosa y apática, jamás pensaron en rendir homenajes a sus héroes, a sus eruditos, a los mejores. Zamora, una ciudad histórica, carece de memoria.
Eugenio-Jesús de Ávila
El poder, el progresismo actual, reniega de la historia, del pasado, y pretende crear un hombre nuevo, una nueva era, una nueva sociedad, perfecta, un paraíso en la tierra. El enemigo representa el mal integral, un enemigo siempre peligroso, distinto de lo humano. No hay acuerdo con el adversario. Todo está permitido ante los no humanos: burguesía o judíos. Todo régimen totalitario desea poner fin a la historia. Como todo es posible, todo está permitido.
Como hay que poner término a la Historia, olvidémosla. Verbigracia: el 6 de enero de 1809, los zamoranos salieron a Villagodio para hacer frente al ejército más poderoso del mundo, el de Napoleón. Murieron 130 soldados, 130 ciudadanos. Pues hete aquí que esa gran historia, protagonizada por unos cientos de héroes zamoranos, solo la celebra un partido que forman Iglesias Carreño y dos más. El resto de formaciones políticas zamoranas, conservadoras, mediopensionistas o de izquierdas o de la extrema siniestra, desconocen la historia de su ciudad, de su tierra, o la desprecian. De hecho, si yo hubiera sido alcalde ya habría encargado a un gran escultor una obra más intensa, potente y bella. Y sugiero a los profesores de nuestros institutos y colegios que den a conocer la historia de Zamora, desde la prehistoria hasta la actualidad. Así lo jóvenes zamoranos amarían más a su tierra.
Nuestra ciudad, clave en la historia medieval de España, importante en la guerra de las Comunidades, con gran presencia en el descubrimiento de América y esencial en las guerras con Portugal, debería presumir de sus gestas históricas, jamás esconderlas. Estatuas de Doña Urraca, de Bellido Dolfos, de Arias Gonzalo, del obispo Acuña, de Diego de Ordax…
Tampoco conocemos la historia de celebridades intelectuales y literarias del pasado siglo, como Claudio Rodríguez y Agustín García Calvo. El autor del Don de la Ebriedad tiene una calle, que parece un pasaje, entre Pelayo y la plaza de Castilla y León, cuando este extraordinario zamorano merecería una estatua en un punto céntrico de la ciudad, con su jardín y fuente. Y el catedrático, sabio, filósofo y poeta se murió y…nada más.
Los políticos zamoranos ni nuestra sociedad, envidiosa y apática, jamás pensaron en rendir homenajes a sus héroes, a sus eruditos, a los mejores. Zamora, una ciudad histórica, carece de memoria.
Eugenio-Jesús de Ávila




























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