La mujer perfecta

Cuando amas, la muerte camina más despacio, como si subiese una empinada cuesta. Las parcas se suelen olvidar de los amantes; los desprecian. El amor es el gran enemigo de la muerte, que no siempre vence, porque existe, el que denominara Quevedo, polvo enamorado.

Quiero estar cerca de ella, olerla, oír cómo respira y recoger sus suspiros. Soporto la vida porque existes esa dama. Duermo, me despierto, me alimento y trabajo porque está esa fémina en el mundo, porque verla, en persona, o en las fotografías, me ayuda a sostenerme en pie.

Nunca sabré si su belleza supera a su inteligencia o si sus labios envidian a su talento. Me enamoran sus ausencias, me vuelven loco sus presencias. La amo sin que me ame. Aguardo a que se plantee verme, quedar conmigo, que ella hable y yo la escuche y que…se enamore de mí.

 Y que se me perdone la vanidad: ese día o esa noche, después de cenar y disfrutar con un buen vino, podré afirmar que es la mujer perfecta.

Eugenio-Jesús de Ávila