Miércoles, 26 de Noviembre de 2025

Eugenio de Ávila
Martes, 17 de Enero de 2023
CRITICAS

Dedicado a los que ensucian Zamora: cacas de canes y garabatos por doquier

Zorba, mi inolvidable canTengo especial afecto por los operarios del servicio de Limpieza de nuestra ciudad. Me caen bien, porque realizan una labor para la que no estoy preparado. Que nuestra Zamora brille con esplendor, luzca pulcra, me parece una tarea de extrema dificultad, porque aquí hay una brigada  de indeseables, viles y despreciables que complica el cometido de estos profesionales.

Siento decirlo, pero la ciudad del Romancero me parece sucia, dejada, sin aseo. De los trabajadores que dedican ocho horas al día a embellecer Zamora, desde la primera hora de la mañana, cuando las calles despiertan, hasta la madrugada, solo puedo recitar alabanzas. Si una ciudad la juzgamos como indecente, cutre, adánica, se debe a que parte de sus habitantes es indecente, cutre y adánica.

Pensaba Aristóteles, discípulo de Platón y docente de Alejandro Magno, que el hombre solo se puede formar plenamente en sociedad y que necesita vivir con otros individuos, lo que entendemos ahora como civismo. Solo en las polis y instituciones alcanzará su consumación como ser humano, como especie. Y añadía que aquellos hombres que son incapaces de vivir en sociedad o no la necesitan son bestias o dioses.

Como soy un clásico, un enamorado de Pericles, de la mitología helena y de su filosofía, he recorrido al genio de Estagira para calificar a los que dejan en aceras y jardines los excrementos de sus canes, casi siempre perros grandes, como personas asociales, incivilizadas, malandrines y más bestias que sus mascotas.

Tuve un can o quizá yo fui de su propiedad, un Labrador Retriever, durante doce años y medio, desde que cumplió su primer mes de vida. Nunca me permití dejar sus cacas en espacios públicos. Cuando adquirí a Zorba, que así lo bauticé -otro nombre griego- mi señor padre me advirtió que ser propietario de un can resultaba una servidumbre. Tenía razón. Y mentiría si dijera que me gustaba recoger las cacas Zorba. Pero era mi primera obligación, porque soy un zoon politikon, un animal social. Ni soy un dios, ni una bestia. Necesito vivir en mi ciudad, respetar a mis vecinos. ¿Cómo? Pues, si tengo can, recoger sus excrementos; si fabrico basura, dejarlas en contenedores públicos; si fumo, apagar el pitillo y arrojarlo a una papelera; si es de noche y la gente duerme, no dar voces. No orinar en la calle, solo si hay problemas de próstata; ni en los monumentos públicos, ni esputar en las aceras. Y, por supuesto, no tiznar, no garabatear, no manchar sillares de iglesias, el Puente de Piedra, fachadas de edificios.

Hoy, 17 de enero, San Antón o San Antonio Abad, patrón de los animales, me dio por escribir sobre el estado de suciedad de nuestra ciudad, porque, en mi largo paseo habitual tras las viandas, me encontré con cinco o seis monumentales excrementos en mi trayecto; una de esas gigantescas cacas ya había sido pisada por un buen ciudadano, que supongo que se acordaría de la mama del dueño del can, no del perrito. Y también, en ese camino, comprobé como la iglesia de San Esteban sigue pareciendo un mural que ensucian unos cuantos badulaques, gente sin educación, castigo para sus progenitores.

Como ciudadano, lo público es sacro. Pero en Zamora, hay una serie de personajillos, que no alcanza la categoría de ciudadano, que consideran que lo que es de todos, no es de ellos. Por esa sutil razón, escupen en las calles, dejan cacas de perros en aceras y jardines, no echan lo que sobre en las papeleras…

La Policía Municipal está obligada a sancionar a los propietarios que dejen las cacas de sus perros sin recoger. Y el Ayuntamiento aumentar la cuantía de las multas para castigar a estos seres asociales, más bestias que sus animales de compañía.

"Cuanto más conozco a los hombres, más amo a mi perro". Lo escribió Lord Byron. Paradoja: el autor de Don Juan y El Corsario jamás tuvo can.

Eugenio-Jesús de Ávila

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