HOMENAJE A OCTAVIO UÑA
Elegía entre Zamora y Octavio Uña
Octavio Uña nos muestra en su poesía siempre una Zamora vinculada a sus orígenes como ser humano y a sus experiencias, cercanas en principio a la infancia, después a sus encuentros con la vida. Es la vida diaria, de la mano de su padre, ferias por los pueblos del norte de la provincia: de Benavente a San Vitero, Tábara, El Mercado de El Puente o Puebla de Sanabria; o a la brava, sin guía, descubriendo lugares y ciudades, por lo que tienen de bagaje humano o de belleza.
También será su madre quien le señale la relación con sus raíces, la honestidad y el ser de una persona íntegra. Se trata de un tipo de conceptualización de la vida y sus valores, que utilizará en la vida posteriormente, y de forma constante.
Y junto a todo ello, la jera, el trabajo diario, la vinculación, en realidad, de la vida a la naturaleza.
Una naturaleza que nos muestra ya en su primer libro Escritura en el agua. Levantando “acta” sólida de su querer por Zamora y llevándolo en sus poemas por medio mundo, de Ámsterdam a Long Island.
[...] Al borde los caminos / un chopo busca los cielos / y en las márgenes del río / un corazón vive un sueño. [...]
Pero habitará ahora la pena (la pena -también- de Castilla) de quien no tiene apenas nada que ofrecer porque ya la han esquilmado económica y socialmente. Es el trasunto, el mismo trasunto idéntico e identitario de Zamora y sus gentes.
Madre, / ya no cruza Castilla aquel heroico tren de mis infancias. / Muerta está, abandonada / al final de unos raíles, en Zamora / una máquina negra. / (Lleva escrito un adiós). / Nadie en Castilla, / nadie lloró como esta vieja máquina: / fiebre, pasión contra la ira del aire. [...] Leemos en “Antemural”
Así encontramos en Octavio sobre el valor humano, el carácter utópico de la ilusión, junto a la pena por el vacío del futuro, un futuro que le fueron convirtiendo en imperfecto a esta tierra ante los ojos de sus habitantes. (Y a veces por sus propios habitantes y valedores que dejaron de valerla). Lo mostrará con su poesía: “Plaza Mayor de Soledades”. Una intención clara, ya desde el título.
Sin embargo, el hombre -y poeta- que es Octavio (años 70 y 80) se abraza a confiar ... a pesar de todo, en Zamora y en Castilla. A confiar en el hombre y la mujer que han dado todo de sí, incluso ahora que no tienen más que puedan dar. Son los hombres y mujeres casi anónimos, los de la cercanía diaria. Sus versos serán un aldabonazo en aquellos años para la reciente Comunidad que alberga a Castilla y a León. Porque hasta fue emblema y soflama político.
[...] Que no, / que nunca fue Castilla una metáfora. / Deseo, sí. / Deseo sí será. / Porque la ira / azota ya los hornos. / Bieldos, / contra la paja. / Que ruge el corazón bajo las grisas / soledades del invierno [...]
Es la vida que fluía, arado abajo, hasta la tierra abierta, buscando el futuro, pero el surco se iba haciendo herida en vez de sementera.
La Ilusión, a pesar de la barbarie de la tierra vaciada. La Desolación ... que llega en el viento, un viento que sopla en contra de ese pulso caliente y entrañable que preludia la pelea del tiempo inexorable con la confianza aprendida de niño ...
No sueñes, vive. / [...] Quedan de pie junto al adobe / dichas no acostumbradas. / [...] Sí, queda todavía aquí en Castilla / amor y mansedumbre y girasol y luna / recogida al amparo de estas cuatro / paredes. de Antemural
Y todo se hizo camino ... sin retorno ... como la vida misma, ... Su mirada de poeta se detiene con la vida, en la desidia, el abandono. ¿Sólo hay paisaje, piedras de una Historia? ... ¿de una jera diaria que se ha quedado sin actor y sin escenario?
Pueden ver y oír por sus versos ... a Sanabria, Aliste, Benavente, Toro, Tábara, Fermoselle, los ríos (Duero, Esla, Tera ...), que fueron piedra viajera y peregrina, y se hicieron lágrimas en pos de un mar donde anegar penas, trenes y arados o bieldos; y la dignidad de las gentes zamoranas que vio y conoció, y el amor, cercano, libre y creativo ... o los vinos de la tierra que dan hondura a la mano que trabaja y al pecho que lo ennoblece.
[...] ¿Mañana será otro día? / -- Mañana será mañana // Puente romano: hacia el Duero / siempre la misma mirada.
Como dijo otro poeta zamorano: “dejadme la esperanza”. Porque estamos hablando desde el “atardecer de Iberia”, según Octavio Uña, pero apuntando a la estrella leonfelipiana, al cosmos, -como un viaje en tren- donde le mira y le espera el Jefe de Estación de Todas las Estrellas.
Manuel Ángel Delgado
Octavio Uña nos muestra en su poesía siempre una Zamora vinculada a sus orígenes como ser humano y a sus experiencias, cercanas en principio a la infancia, después a sus encuentros con la vida. Es la vida diaria, de la mano de su padre, ferias por los pueblos del norte de la provincia: de Benavente a San Vitero, Tábara, El Mercado de El Puente o Puebla de Sanabria; o a la brava, sin guía, descubriendo lugares y ciudades, por lo que tienen de bagaje humano o de belleza.
También será su madre quien le señale la relación con sus raíces, la honestidad y el ser de una persona íntegra. Se trata de un tipo de conceptualización de la vida y sus valores, que utilizará en la vida posteriormente, y de forma constante.
Y junto a todo ello, la jera, el trabajo diario, la vinculación, en realidad, de la vida a la naturaleza.
Una naturaleza que nos muestra ya en su primer libro Escritura en el agua. Levantando “acta” sólida de su querer por Zamora y llevándolo en sus poemas por medio mundo, de Ámsterdam a Long Island.
[...] Al borde los caminos / un chopo busca los cielos / y en las márgenes del río / un corazón vive un sueño. [...]
Pero habitará ahora la pena (la pena -también- de Castilla) de quien no tiene apenas nada que ofrecer porque ya la han esquilmado económica y socialmente. Es el trasunto, el mismo trasunto idéntico e identitario de Zamora y sus gentes.
Madre, / ya no cruza Castilla aquel heroico tren de mis infancias. / Muerta está, abandonada / al final de unos raíles, en Zamora / una máquina negra. / (Lleva escrito un adiós). / Nadie en Castilla, / nadie lloró como esta vieja máquina: / fiebre, pasión contra la ira del aire. [...] Leemos en “Antemural”
Así encontramos en Octavio sobre el valor humano, el carácter utópico de la ilusión, junto a la pena por el vacío del futuro, un futuro que le fueron convirtiendo en imperfecto a esta tierra ante los ojos de sus habitantes. (Y a veces por sus propios habitantes y valedores que dejaron de valerla). Lo mostrará con su poesía: “Plaza Mayor de Soledades”. Una intención clara, ya desde el título.
Sin embargo, el hombre -y poeta- que es Octavio (años 70 y 80) se abraza a confiar ... a pesar de todo, en Zamora y en Castilla. A confiar en el hombre y la mujer que han dado todo de sí, incluso ahora que no tienen más que puedan dar. Son los hombres y mujeres casi anónimos, los de la cercanía diaria. Sus versos serán un aldabonazo en aquellos años para la reciente Comunidad que alberga a Castilla y a León. Porque hasta fue emblema y soflama político.
[...] Que no, / que nunca fue Castilla una metáfora. / Deseo, sí. / Deseo sí será. / Porque la ira / azota ya los hornos. / Bieldos, / contra la paja. / Que ruge el corazón bajo las grisas / soledades del invierno [...]
Es la vida que fluía, arado abajo, hasta la tierra abierta, buscando el futuro, pero el surco se iba haciendo herida en vez de sementera.
La Ilusión, a pesar de la barbarie de la tierra vaciada. La Desolación ... que llega en el viento, un viento que sopla en contra de ese pulso caliente y entrañable que preludia la pelea del tiempo inexorable con la confianza aprendida de niño ...
No sueñes, vive. / [...] Quedan de pie junto al adobe / dichas no acostumbradas. / [...] Sí, queda todavía aquí en Castilla / amor y mansedumbre y girasol y luna / recogida al amparo de estas cuatro / paredes. de Antemural
Y todo se hizo camino ... sin retorno ... como la vida misma, ... Su mirada de poeta se detiene con la vida, en la desidia, el abandono. ¿Sólo hay paisaje, piedras de una Historia? ... ¿de una jera diaria que se ha quedado sin actor y sin escenario?
Pueden ver y oír por sus versos ... a Sanabria, Aliste, Benavente, Toro, Tábara, Fermoselle, los ríos (Duero, Esla, Tera ...), que fueron piedra viajera y peregrina, y se hicieron lágrimas en pos de un mar donde anegar penas, trenes y arados o bieldos; y la dignidad de las gentes zamoranas que vio y conoció, y el amor, cercano, libre y creativo ... o los vinos de la tierra que dan hondura a la mano que trabaja y al pecho que lo ennoblece.
[...] ¿Mañana será otro día? / -- Mañana será mañana // Puente romano: hacia el Duero / siempre la misma mirada.
Como dijo otro poeta zamorano: “dejadme la esperanza”. Porque estamos hablando desde el “atardecer de Iberia”, según Octavio Uña, pero apuntando a la estrella leonfelipiana, al cosmos, -como un viaje en tren- donde le mira y le espera el Jefe de Estación de Todas las Estrellas.
Manuel Ángel Delgado




















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