Redacción
Jueves, 26 de Enero de 2023
HABLEMOS

Sociedad fracasada, sociedad inhumana

Carlos Domínguez

[Img #74335]   Cada quien es heredero de su mundo, sus gentes y palabras. Más de uno evocará atardeceres en casa de los abuelos por cualquier pueblo de esta Zamora nuestra, a un lado el escaño antañón, al frente el hogar con el rescoldo infatigable de las vides. Allí, hace demasiados años para lo que el futuro a unos y otros depara, alguien recordará una palabra pronunciada a veces en voz queda por venerables madres y abuelas, lamentando alguna desgracia sentida como propia a causa del drama de una vida segada a destiempo, por la enfermedad, la temeridad o el funesto azar. Hablo del “desconsuelo” como expresión cargada de humanidad hacia el dolor ajeno, en cierto modo de todos al margen de rencillas, envidias e inquinas, pues de todo había.

 

   Y tal es la palabra adecuada pensando en la tragedia diaria de la mujer que pierde violentamente la vida, allí donde debió reinar, con avenencia o sin ella, la paz sagrada del hogar. No importa el fanatismo, la ideología sectaria de que hacen gala políticos que se erigen en defensores interesados de los derechos de la mujer, cuando jamás debieron ocupar un cargo público, menos aún con responsabilidades de gobierno. Importa, y seguro que lo entiende cualquier persona de bien, el desconsuelo que producen los dramas anunciados, como plaga fruto de la llegada de gentes que jamás debieron afincar en nuestro país, procediendo de ámbitos culturales donde es moneda corriente el menosprecio, si no la violencia directa contra la mujer. Multiculturalismo hipócrita que, con infinita cobardía, hizo suyo un Occidente servil a los dogmas de la corrección política. Pero plaga fruto también de la crisis de la familia a raíz de un nuevo contexto, en paralelo a ingenierías sociales y sexuales irresponsablemente alentadas por una izquierda empeñada en destruir no ya la familia, sino los cimientos de la naturaleza humana.

 

   Las tragedias a que asistimos a diario revelan el fracaso de una sociedad incapaz de garantizar la vida, dentro de la familia como marco natural de convivencia. Mas esa sociedad derrotada raya la inhumanidad cuando las violencias acaecen en presencia de hijos de corta edad, infelices marcados de por vida en la pérdida irremediable de la única seguridad de la infancia, no otra que el cariño y amor paternal. E inhumanidad llevada al súmmum si esa violencia se extiende a los propios niños, víctimas del despecho, la venganza y el odio de quien precisamente les dio el ser. Bienestar, comodidad, consumo, abundancia y diversión, hacen bueno el carpe diem como lema de cualquier sociedad que renuncia a lo que tiene de auténtico, para deslizarse por la pendiente, primero, de la inmoralidad, después de la inhumanidad. Ocurrió en el pasado. Y ocurre hoy bajo dictadura de unas masas que, en su cómoda indiferencia, fiándolo todo al Estado providencial con sus dispendios clientelares, es mucho más cruel que aquella sociedad en que gentes humildes sentían verdadero dolor ante dramas cercanos, sin llegar éstos a la inhumanidad de que tenemos permanente y mediática noticia.

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