EL BECARIO TARDIO
Valorio, las heladas y las bicicletas
Esteban Pedrosa    
   
	    
	
    
        
    
    
        
          
		
    
        			        			        			        
    
    
    
	
	
        
        
        			        			        			        
        
                
        
        ![[Img #74350]](https://eldiadezamora.es/upload/images/01_2023/6574_pedrosa.jpg) Me decido por el bosque de Valorio para dar mi paseo habitual y lo hago por eso de las heladas. Hace tiempo, pienso que las heladas ya no son como antes, cuando no toda ciudad estaba asfaltada y te encontrabas con charcos helados, que un día tú pisaste con tus botas de la niñez y que ahora los niños no pisan; primero, porque ya no hay y, en caso de haberlos, no los verían camino del colegio -aquellas madrugadas…- porque ahora los llevan en coche.
Me decido por el bosque de Valorio para dar mi paseo habitual y lo hago por eso de las heladas. Hace tiempo, pienso que las heladas ya no son como antes, cuando no toda ciudad estaba asfaltada y te encontrabas con charcos helados, que un día tú pisaste con tus botas de la niñez y que ahora los niños no pisan; primero, porque ya no hay y, en caso de haberlos, no los verían camino del colegio -aquellas madrugadas…- porque ahora los llevan en coche.
No esperaba encontrarme con un Valorio blanco, pero sí con algún vestigio más, a causa de los seis grados bajo cero a los que llegamos esta madrugada. Un poco de hielo en el estanque dedicado a Félix Rodríguez de la Fuente, mitigado por el agua que cae de los surtidores y no dejan al agua pararse, algún pequeño charco en cualquier camino y alguna umbría blanquecina y poco -o nada- más…
Lo que está bonito es el arroyo. La lluvia copiosa caída días atrás que, al principio, lo desbordó, ahora ha quedado en un camino acuoso, que quién sabe cuánto durará, hasta que el agua comience a estancarse y secarse, finalmente, mucho antes del verano. No sé qué solución tendría si es que realmente necesita una solución, en vez de dejarlo a su suerte y que el agua -a la que se debe- dicte su sentencia.
Operarios, con sus sierras, están podando árboles, despejando algunos espacios saturados de árboles secos y para los que ya no hay remedio. A veces opino sobre Valorio, pero lo hago, generalmente, para mí mismo. Lo que tengo más claro es que me gusta el Valorio profundo, donde la mano del hombre apenas ha intervenido, por el que paseas en plena canícula huyendo de su rigor, pero en el que tampoco te libras de las veloces bicicletas, de las que daré mi opinión en otra columna, aunque ya me han ofrecido dos hostias por quejarme (o dos obleas, como diría el inimitable profesor Mateos, aquel de ADEIZA).
 
        
        
    
       
            
    
        
        
	
    
                                                                                            	
                                        
                            
    
    
	
    
![[Img #74350]](https://eldiadezamora.es/upload/images/01_2023/6574_pedrosa.jpg) Me decido por el bosque de Valorio para dar mi paseo habitual y lo hago por eso de las heladas. Hace tiempo, pienso que las heladas ya no son como antes, cuando no toda ciudad estaba asfaltada y te encontrabas con charcos helados, que un día tú pisaste con tus botas de la niñez y que ahora los niños no pisan; primero, porque ya no hay y, en caso de haberlos, no los verían camino del colegio -aquellas madrugadas…- porque ahora los llevan en coche.
Me decido por el bosque de Valorio para dar mi paseo habitual y lo hago por eso de las heladas. Hace tiempo, pienso que las heladas ya no son como antes, cuando no toda ciudad estaba asfaltada y te encontrabas con charcos helados, que un día tú pisaste con tus botas de la niñez y que ahora los niños no pisan; primero, porque ya no hay y, en caso de haberlos, no los verían camino del colegio -aquellas madrugadas…- porque ahora los llevan en coche.
No esperaba encontrarme con un Valorio blanco, pero sí con algún vestigio más, a causa de los seis grados bajo cero a los que llegamos esta madrugada. Un poco de hielo en el estanque dedicado a Félix Rodríguez de la Fuente, mitigado por el agua que cae de los surtidores y no dejan al agua pararse, algún pequeño charco en cualquier camino y alguna umbría blanquecina y poco -o nada- más…
Lo que está bonito es el arroyo. La lluvia copiosa caída días atrás que, al principio, lo desbordó, ahora ha quedado en un camino acuoso, que quién sabe cuánto durará, hasta que el agua comience a estancarse y secarse, finalmente, mucho antes del verano. No sé qué solución tendría si es que realmente necesita una solución, en vez de dejarlo a su suerte y que el agua -a la que se debe- dicte su sentencia.
Operarios, con sus sierras, están podando árboles, despejando algunos espacios saturados de árboles secos y para los que ya no hay remedio. A veces opino sobre Valorio, pero lo hago, generalmente, para mí mismo. Lo que tengo más claro es que me gusta el Valorio profundo, donde la mano del hombre apenas ha intervenido, por el que paseas en plena canícula huyendo de su rigor, pero en el que tampoco te libras de las veloces bicicletas, de las que daré mi opinión en otra columna, aunque ya me han ofrecido dos hostias por quejarme (o dos obleas, como diría el inimitable profesor Mateos, aquel de ADEIZA).
 


















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