Martes, 23 de Diciembre de 2025

Emilia Casas Fernández
Lunes, 13 de Febrero de 2023
LITERATURA

Riqueza y poder

Hacerse entender es lo más importante. Por eso, para muchos, son las personas y las sociedades las que determinan cómo y de qué forma comunicarse. Bastante poco tienen que hacer la política y las ideologías ahí. Y, sin embargo, se meten, ¡y a menudo! 

 En estos tiempos de descrédito del ejercicio político en que vivimos, no parece descabellado plantearse la pregunta necesaria: ¿de qué manera se relaciona la literatura con la política? La política y la literatura se quiera o no, siempre van a estar ligadas una a la otra; si nos centramos en el estudio de la literatura de los siglos pasados, veremos que en los escritos aparece la literatura política y de hecho muchas de esas grandes obras literarias fueron escritas por personas muy ligadas a la política porque consideraron que este ejercicio escritural era una posibilidad –magnífica- de superar épocas de oscurantismo y de desmedro de lo intrínsecamente humano. El tema, es complejo; sobre todo cuando concordamos que ese nexo establecido entre ambos lenguajes, ambas maneras de ver y concebir el mundo, nunca resulta idéntico o unívoco.  

 Nunca había pensado en qué tipo de escritora soy. Creo que siempre me han incomodado un poco estas etiquetas. Me hacen pensar en las categorías en las que se clasificaban los discos en aquellas grandes y ahora casi todas difuntas tiendas de música. Creo que esas cosas, o bien son para los críticos, que necesitan clasificar para poder trabajar sus ideas, o bien son para los directores de marketing, que necesitan emitir “bytes” para vender algo. Pero, ayer por la tarde, una amiga me hizo reflexionar sobre ello cuando me preguntó: tú como escritor ¿con qué grupo político te identificas? Cuando le “espeté”, (antes de que cogiera su maleta, rumbo a una nueva vida laboral fuera de España), que para mí la política había dejado de ser el cultivo inteligente de una ética civil, en el momento en que se convirtió en un instrumento de poder que favorecía a los mismos de siempre. Se quedó blanca. Yo continué explicando mis razones. 

Primero. Si el poder político fuera ejercido por representantes de personas honradas, preparadas y bien intencionadas, con el propósito de procurar el bienestar general, entonces sería respetable y yo no dudaría en participar. Pero sucede lo contrario: el poder político y la “representación pública” son utilizados para aumentar las fortunas económicas personales y complacer los intereses propios de muchos canallas y de algunos grupos de mafiosos. Ejemplos saltan de las manos. Segundo. Dado que no pertenezco a ningún grupo poderoso, ni formo parte de la izquierda tradicional, ni se me puede considerar una escritora de derechas (que vaya términos), entonces entiendo que mi pensamiento te resulte radical. Pero, la buena conversación (aquella donde uno escucha esperando ser convencido), la búsqueda de la equidad económica, la renuncia a las grandes fortunas, la vocación filantrópica política, la regulación y restricción de la especulación financiera, y el cultivo de las humanidades como necesidad de progreso humano, sinceramente … resultan ser excentricidades o utopías para el político común. 

 Lo reconozco. Desprecio al estado político y económico de la sociedad en la que vivo. Desde mis ensayos, novelas policíacas y columnas realizo constantemente una crítica de la moral pública, a veces en tono de sorna, a veces desde una mirada reflexiva. Las malas razones, también son razones, escribió Thomas Nagel. Creo que la provocación, la acción disruptiva, la maldición y demás formas de exclamación negativas —si son inteligentes— resultan medios o formas que impulsan la crítica de las costumbres y el cambio benéfico. La riqueza y el poder financiero se concentran en unas cuantas manos, y mientras la tecnología avanza o se torna más compleja, el pensamiento ético y el ánimo humanista se esfuman y dejan de influir en lo general. 

 Nos guste o no, todos los artistas tenemos una postura, una mirada sobre el mundo y sobre nuestra geografía que, por mucho que se intente disimular o esconder, termina saliendo a flote.  

Emilia Casas Fernández

Comentarios Comentar esta noticia
Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.122

Todavía no hay comentarios

Quizás también te interese...

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.