Mª Soledad Martín Turiño
Jueves, 16 de Febrero de 2023
ZAMORANA

La importancia de lo cotidiano

[Img #75118]A más de un mes del comienzo de la primavera, aún pueden robarse al invierno algunos días de sol y luz en los que apetece salir a la calle para pasear, disfrutar de la ciudad o, simplemente sentarse en una terraza contemplando la gente que pasa; la calle Santa Clara es un ejemplo para hacerlo, pero las opciones para disfrutar de esta capital son variadas: asomarse desde la puerta de Olivares para ver como discurre el Duero y seguir su andadura bajo los puentes que lo jalonan: el medieval puente de piedra que se refleja en las aguas formando perfectos ojos redondos, el romántico puente de los poetas, el de hierro, el del ferrocarril… Desde cualquier mirador, las aguas del Duero hechizan, a la vez que amparan diferentes aves; resulta especialmente agradable ver como las cigüeñas se afanan en la dura y diaria tarea de llevar comida a sus nidos, o avistar el verdor de las isletas, refugio de muchos pájaros; o descubrir la belleza de la ciudad amurallada desde el otro lado del río, una vez se ha cruzado en la barca que parte desde las aceñas de Olivares.

 

Otra grata opción es aislarse en el interior de ese pulmón verde que es el bosque de Valorio donde pasear nuestros pensamientos a solas, escuchando el sonido del agua, acogidos por los imponentes pinares que, en ocasiones, permiten filtrar una luz de sol menguada por la cercanía de sus ramas.

 

Zamora tiene muchos puntos de vista y diferentes fotografías para plasmar en la retina: la empinada Balborraz, los edificios históricos, un paseo dedicado únicamente a visitar iglesias y ermitas… también resulta perfecto deambular por cualquier ruta del castillo y perdernos en la ensoñación del pasado que se asentó en esta fortaleza de la que aún perduran restos pétreos que relatan su historia.

 

La “perla el Duero” apetece siempre, porque en todo momento nos regala unos atardeceres de ensueño o rincones que se revelan en un paseo lento, sin prisas, y constituyen auténticos descubrimientos. Lo importante es fijarse en esas pequeñas cosas diarias que embellecen la vida; están ahí, a disposición de todos, pero en nuestra cotidianidad, debido a las prisas o la indiferencia, miramos sin ver, sin apreciar en lo que valen.   

 

A esta “ciudad del románico”, que por algo lleva ese apelativo, se le puede sacar mucho partido sin salir de la urbe, porque la capital reúne en sí misma: historia, cultura, tradición, gastronomía y unas gentes sencillas que gustan de detenerse y atender al forastero con todo tipo de explicaciones. Sin embargo, hemos de compartir esta hermosa y única metrópoli para que la conozca gente que se enamore de ella, que la publiciten, que se les meta en el alma como nos ocurre a muchos zamoranos que, ya sea in situ, o desde la distancia, sentimos un orgullo especial de pertenecer a esa tierra. 

 

Mª Soledad Martín Turiño

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