HABLEMOS
Belarra, ¿por qué no nacionalizas?
Carlos Domínguez
Ya sabemos de las bondades comunistas de una economía intervenida, modelo planificado y quinquenal de koljos y sovjos, más chapuzas castristas y/o bolivarianas protagonizadas al presente por Maduro, Ortega y sátrapas varios. Fuera de esto, sólo habrá capitalismo indecente, despiadado y resto de adjetivos con que la casta comunista de poltrona y abultada nómina obsequia al empresariado explotador de la clase trabajadora, a la que sus miembros naturalmente nunca pertenecieron. Las luminarias del socialismo actual, o sea, comunismo/ bolchevismo del siglo XXI con Agendas de felpudo, se empeñan en denigrar la labor de quienes juzgan máximos responsables de una economía al servicio de ricos y privilegiados. Lo cual, desde una lógica primaria no menos que hipócrita, podría admitirse de ir a los postulados de la doctrina comunista, inspirada en las experiencias de estalinismo, maoísmo y genocidios similares. Vaya y pase el punto de partida: capitalismo depredador en manos de una clase dominante formada por banqueros, directivos, empresarios, autónomos y todo quisqui que se gane honradamente la vida sin depender del erario, como suele la oligarquía socialcomunista de cargo y latisueldo público, elevada a la muy pulcra condición de casta institucional, parasitando la riqueza expoliada merced a una fiscalidad abusiva.
Habría que preguntar a los partidarios de intervenir, topar, regular, confiscar mediante el arma arrojadiza de los impuestos, por qué no expropian, no nacionalizan, no asumen de una vez por sí y sus burocracias la gestión integral de la economía, las empresas, los supermercados e incluso la humilde tienda de barrio, fijando precios justos para los trabajadores, los vulnerables, los parados, los fijos discontinuos y resto de empoderados del bendito Bienestar. Ni lo hacen ni lo harán, pues sus experimentos comunistas en economía, desde el gobierno soviético de comisarios del pueblo hasta el desbarajuste chapucero de castrismo, allendismo, peronismo o chavismo, se revelaron hace tiempo como lo que verdaderamente son. Pasaporte directo al hambre, la escasez y la miseria, para una sociedad condenada a padecer dictaduras inclementes, si bien fructíferas para la casta y nomenclatura de izquierda.
Belarra, Yolanda Díaz y apóstoles del podemismo jamás asumirán desde el poder la responsabilidad de gestionar una empresa, una cadena, incluso una modesta tienda de barrio. Lo que pretenden es que inviertan y gestionen los demás, a bien ser capitalistas con iniciativa y experiencia, para que ellos, muy morales, los sangren a impuestos al tiempo que se lucen con semejante rédito, en la implementación a golpe de BOE de políticas distributivas, o sea, corruptas y clientelares, disfrazadas de igualdad e infinita justicia social. Con mucha demagogia y palabrería de por medio, valiéndose del habitual soniquete de telediario adicto.
Ya sabemos de las bondades comunistas de una economía intervenida, modelo planificado y quinquenal de koljos y sovjos, más chapuzas castristas y/o bolivarianas protagonizadas al presente por Maduro, Ortega y sátrapas varios. Fuera de esto, sólo habrá capitalismo indecente, despiadado y resto de adjetivos con que la casta comunista de poltrona y abultada nómina obsequia al empresariado explotador de la clase trabajadora, a la que sus miembros naturalmente nunca pertenecieron. Las luminarias del socialismo actual, o sea, comunismo/ bolchevismo del siglo XXI con Agendas de felpudo, se empeñan en denigrar la labor de quienes juzgan máximos responsables de una economía al servicio de ricos y privilegiados. Lo cual, desde una lógica primaria no menos que hipócrita, podría admitirse de ir a los postulados de la doctrina comunista, inspirada en las experiencias de estalinismo, maoísmo y genocidios similares. Vaya y pase el punto de partida: capitalismo depredador en manos de una clase dominante formada por banqueros, directivos, empresarios, autónomos y todo quisqui que se gane honradamente la vida sin depender del erario, como suele la oligarquía socialcomunista de cargo y latisueldo público, elevada a la muy pulcra condición de casta institucional, parasitando la riqueza expoliada merced a una fiscalidad abusiva.
Habría que preguntar a los partidarios de intervenir, topar, regular, confiscar mediante el arma arrojadiza de los impuestos, por qué no expropian, no nacionalizan, no asumen de una vez por sí y sus burocracias la gestión integral de la economía, las empresas, los supermercados e incluso la humilde tienda de barrio, fijando precios justos para los trabajadores, los vulnerables, los parados, los fijos discontinuos y resto de empoderados del bendito Bienestar. Ni lo hacen ni lo harán, pues sus experimentos comunistas en economía, desde el gobierno soviético de comisarios del pueblo hasta el desbarajuste chapucero de castrismo, allendismo, peronismo o chavismo, se revelaron hace tiempo como lo que verdaderamente son. Pasaporte directo al hambre, la escasez y la miseria, para una sociedad condenada a padecer dictaduras inclementes, si bien fructíferas para la casta y nomenclatura de izquierda.
Belarra, Yolanda Díaz y apóstoles del podemismo jamás asumirán desde el poder la responsabilidad de gestionar una empresa, una cadena, incluso una modesta tienda de barrio. Lo que pretenden es que inviertan y gestionen los demás, a bien ser capitalistas con iniciativa y experiencia, para que ellos, muy morales, los sangren a impuestos al tiempo que se lucen con semejante rédito, en la implementación a golpe de BOE de políticas distributivas, o sea, corruptas y clientelares, disfrazadas de igualdad e infinita justicia social. Con mucha demagogia y palabrería de por medio, valiéndose del habitual soniquete de telediario adicto.


















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