Despedida a su vida laboral, jubilación de mi amigo

Quizás debí dedicar mi colaboración del viernes pasado, en su último “Día de Zamora” a esta despedida, pero dudaba si sería adecuado y no lo hice. Ahora sé que debí dedicar mi escrito a ello y aplaudo a los compañeros que dedicaron su espacio a la jubilación de Eugenio.

Nos conocemos, Eugenio y yo, desde los estudios de aquel viejo bachillerato de 6 cursos, que empezábamos, tras una prueba de ingreso, con 10 años y se terminaba con 16. Formábamos un trío conjuntado, Eugenio, Juanma y yo, siendo él, en clase, el más travieso de los tres. Ellos dos hicieron periodismo y yo me dediqué a la enseñanza. Como era habitual, y lo sigue siendo hoy para la juventud zamorana, 2 de los 3 tuvimos que marcharnos a otras tierras a buscar el sustento. Eugenio fue el único que se quedó por estos lares, dedicado a la tarea de informar, no sin los problemas comunes que la prensa de aquella época tenía.

Tras mi paso por Barcelona y trabajando ya en Madrid, en un instituto de Rivas, conocedor de que dirigía “el Día de Zamora”, contacté telefónicamente con la redacción, para saber de él, y hasta la fecha. Habían pasado mas de 30 años, pero como sentencia Borges, “La amistad, al contrario de la pasión, no es necesario, siquiera cuidarla, para que se mantenga con el paso del tiempo”.

Mi primera colaboración con el periódico de mi amigo, como él lo define con increíble tino, “su barquito de papel”, surgió de una conversación acerca de los olmos y la grafiosis que había dejado Zamora sin bosques. Le hablé de unos estudios que, en Rivas, estaban llevando a cabo unos científicos europeos acerca de la resistencia a la enfermedad de los olmos de la zona, todos ellos sanos. Al instante dijo: “escribe algo al respecto y lo publicamos”.

Sin criterio de extensión, por mi parte, le llené dos páginas, de las que, aún hoy me siento muy satisfecho. Esta publicación, de carácter naturalista, dio paso a la campaña “El Día del Olmo” de recuperación de dichos árboles que me animó a lanzar, y llevamos a cabo conjuntamente, en colegios de Zamora y con particulares, a los que repartimos las correspondientes bolsitas con semillas.

Después de esto, la colaboración ya fue siempre continuada semana tras semana y más tarde mensualmente. Puso a mi disposición, en cada uno de sus números, una página donde publicar. “Tribuna Libre” ha figurado siempre en la cabecera y doy fe de lo adecuado del nombre, por cuanto que ha sido la tribuna desde donde he expresado todo lo que he querido y con completa libertad. Jamás, en tema alguno, por sensible que pudiera resultar, cambió o quitó ni un signo de puntuación a lo que yo hubiera escrito. Algo que era de esperar de su forma de ser y entender la libertad de expresión, pero más de poner en valor, y le honra, al tratarse del empresario responsable, también económicamente, del medio de comunicación.

Sólo puedo añadir que ha sido una completa satisfacción todo este tiempo de múltiples colaboraciones, no me atrevería a llamarlas, periodísticas, y todo un honor haber subido a bordo de su “barquito” y que mi pequeño soplo haya podido servir para empujar en alguna medida sus velas hacia buen puerto, todos estos años.

El “patrón” lo deja, que no abandona, para disfrutar de un merecido descanso jubilar y, este, el más humilde de sus marineros, deja también su puesto al tiempo que el capitán del barco.

Atesoro en la bolsa de los más gratos recuerdos todos estos años y cada uno de los escritos publicados que han salido de mi mano, como atesoro y más, la cálida cercanía y el enorme cariño que te tengo, Eugenio, amigo mío.

¡Decir amigo es decir siempre y es nunca decir adiós!

Marino Carazo Martín