FÚTBOL Y POLÍTICA
El escándalo del FC Barcelona, propio de un régimen adulterado por los partidos
    
   
	    
	
    
        
    
    
        
          
		
    
        			        			        			        
    
    
    
	
	
        
        
        			        			        			        
        
                
        
        ![[Img #75525]](https://eldiadezamora.es/upload/images/02_2023/3672_eug.jpg) Empecé a jugar al fútbol antes de celebrar la Primera Comunión, que, a la postre, podría haber sido la última. Ya entonces, en mi grupo de amigos íntimos, todos preparados y dispuestos para ser estrellas en el firmamento futbolístico, se acusaba al Real Madrid de contar con favores arbitrales, porque, según argumentábamos, era el equipo de Franco.  Los seguidores blancos respondían, sin contundencia, que esa opinión nacía de la envidia. Y así nos hicimos adultos sin haber sido ni Cruyff, ni Maradona, asumiendo que el club de Concha Espina representaba la mafia futbolística. El resto de equipos padecían arbitrajes demoledores cuanto se enfrentaban a la escuadra blanca, al decir de los antimadridistas.
Empecé a jugar al fútbol antes de celebrar la Primera Comunión, que, a la postre, podría haber sido la última. Ya entonces, en mi grupo de amigos íntimos, todos preparados y dispuestos para ser estrellas en el firmamento futbolístico, se acusaba al Real Madrid de contar con favores arbitrales, porque, según argumentábamos, era el equipo de Franco.  Los seguidores blancos respondían, sin contundencia, que esa opinión nacía de la envidia. Y así nos hicimos adultos sin haber sido ni Cruyff, ni Maradona, asumiendo que el club de Concha Espina representaba la mafia futbolística. El resto de equipos padecían arbitrajes demoledores cuanto se enfrentaban a la escuadra blanca, al decir de los antimadridistas.
 
Sostuve siempre que existía una jerarquía de favoritos de los árbitros, liderada por el Real Madrid, con un segundo, el Barça, cercano a la cabeza, y el Atlético de Madrid desde que Jesús Gil y Simeone dirigieron a los colchoneros. Se colige que ninguno de esos tres clubes merece mis simpatías.
 
Ahora bien, cuando se supo que el Barcelona pagó más de siete millones a Negreira, el vicepresidente de los árbitros, por no sé qué asesorías, comprendí que el club azulgrana, colores del canto suizo en el que nació Joan Gámper, fundador del FC Barcelona, era, en verdad, el ejército desarmado del independentismo catalán, como bien vio Vázquez Montalbán, escritor y periodista de ultraizquierda. No obstante, creo que hay más barcelonistas lejos de aquella región española que en Cataluña, a los que no les importa que el club de sus amores sea una de las armas de los racistas catalanes en su combate con España.
 
El escándalo va más allá del deporte hasta alcanzar la política, en concreto, toca, de lleno, al Gobierno de Pedro Sánchez. Me explico, por si el personal no se ha informado: Un tal Soler, don Albert, alto directivo del Barcelona, director de Relaciones Institucionales desde 2014, lo fichó Zapatero como secretario de Estado para el Deporte (2011) y director general de Deportes en dos ocasiones entre 2008 y 2011 y entre 2021 y 2023, hasta unos días antes que la SER, emisora nada sospechosa de antisanchismo, sacara a la luz esta canallada. En el interregno, tras la victoria del PP, siguió como alto directivo de la entidad catalana. No hará falta que explique que este político milita en el PSC, el partido de los socialistas catalanes, que no españoles. Después, Sánchez  (2021-2023) volvió a colocarlo en el Ministerio de Iceta, también del PSC, persona millonaria, por cierto. Ser rico y de izquierdas, paradoja política.
 
Creo que si esta batahola hubiese sucedido en una nación democrática, como Francia, Italia, Alemania o Inglaterra, el club que hubiese desviado más de siete millones de euros al vicepresidente de los árbitros habría sido descendido y privado de todos los títulos conseguidos durante ese periodo de tiempo. Pero esto es España, una democracia sui géneris, y Pedro Sánchez vive en La Moncloa porque así lo quiere, entre otros partidos que odian a nuestra nación, ERC, formación golpista desde su creación, como demuestra la historia documentada (años 1926, 1934 y 2017), favorecido, por cierto, como todos los partidos secesionistas, por una injustísima Ley Electoral.  Colígese de este caso que el Barça es intocable deportiva y políticamente.
 
Y auguro que no sucederá nada, porque, como pasa con el PP en política, otros grandes clubes también “manejaron” a la Federación y a sus árbitros. Por lo tanto, el Barça ganará títulos, el Real Madrid, más, y el Atlético, cuando tercie.
 
Una nación, como se ha demostrado, gobernada por partidos corruptos, con un PSOE que batió las marcas del PP con los ERES de Andalucía, toda una gesta, y formaciones independentistas, golpistas y malversadoras, que el deporte rey, el fútbol profesional, en su máxima categoría, forma parte de un sistema, formalmente, democrático, pero esencialmente depravado, putrefacto y podrido. ¡Cómo se puede exigir al fútbol que sea un deporte regido por árbitro justos, clubes limpios y federaciones inmaculada, si el régimen es injusto, está adulterado por los partidos y administrado por una partitocracia con querencias autocráticas!
Eugenio-Jesús de Ávila
        
        
    
       
            
    
        
        
	
    
                                                                                            	
                                        
                            
    
    
	
    
![[Img #75525]](https://eldiadezamora.es/upload/images/02_2023/3672_eug.jpg) Empecé a jugar al fútbol antes de celebrar la Primera Comunión, que, a la postre, podría haber sido la última. Ya entonces, en mi grupo de amigos íntimos, todos preparados y dispuestos para ser estrellas en el firmamento futbolístico, se acusaba al Real Madrid de contar con favores arbitrales, porque, según argumentábamos, era el equipo de Franco.  Los seguidores blancos respondían, sin contundencia, que esa opinión nacía de la envidia. Y así nos hicimos adultos sin haber sido ni Cruyff, ni Maradona, asumiendo que el club de Concha Espina representaba la mafia futbolística. El resto de equipos padecían arbitrajes demoledores cuanto se enfrentaban a la escuadra blanca, al decir de los antimadridistas.
Empecé a jugar al fútbol antes de celebrar la Primera Comunión, que, a la postre, podría haber sido la última. Ya entonces, en mi grupo de amigos íntimos, todos preparados y dispuestos para ser estrellas en el firmamento futbolístico, se acusaba al Real Madrid de contar con favores arbitrales, porque, según argumentábamos, era el equipo de Franco.  Los seguidores blancos respondían, sin contundencia, que esa opinión nacía de la envidia. Y así nos hicimos adultos sin haber sido ni Cruyff, ni Maradona, asumiendo que el club de Concha Espina representaba la mafia futbolística. El resto de equipos padecían arbitrajes demoledores cuanto se enfrentaban a la escuadra blanca, al decir de los antimadridistas.
Sostuve siempre que existía una jerarquía de favoritos de los árbitros, liderada por el Real Madrid, con un segundo, el Barça, cercano a la cabeza, y el Atlético de Madrid desde que Jesús Gil y Simeone dirigieron a los colchoneros. Se colige que ninguno de esos tres clubes merece mis simpatías.
Ahora bien, cuando se supo que el Barcelona pagó más de siete millones a Negreira, el vicepresidente de los árbitros, por no sé qué asesorías, comprendí que el club azulgrana, colores del canto suizo en el que nació Joan Gámper, fundador del FC Barcelona, era, en verdad, el ejército desarmado del independentismo catalán, como bien vio Vázquez Montalbán, escritor y periodista de ultraizquierda. No obstante, creo que hay más barcelonistas lejos de aquella región española que en Cataluña, a los que no les importa que el club de sus amores sea una de las armas de los racistas catalanes en su combate con España.
El escándalo va más allá del deporte hasta alcanzar la política, en concreto, toca, de lleno, al Gobierno de Pedro Sánchez. Me explico, por si el personal no se ha informado: Un tal Soler, don Albert, alto directivo del Barcelona, director de Relaciones Institucionales desde 2014, lo fichó Zapatero como secretario de Estado para el Deporte (2011) y director general de Deportes en dos ocasiones entre 2008 y 2011 y entre 2021 y 2023, hasta unos días antes que la SER, emisora nada sospechosa de antisanchismo, sacara a la luz esta canallada. En el interregno, tras la victoria del PP, siguió como alto directivo de la entidad catalana. No hará falta que explique que este político milita en el PSC, el partido de los socialistas catalanes, que no españoles. Después, Sánchez (2021-2023) volvió a colocarlo en el Ministerio de Iceta, también del PSC, persona millonaria, por cierto. Ser rico y de izquierdas, paradoja política.
Creo que si esta batahola hubiese sucedido en una nación democrática, como Francia, Italia, Alemania o Inglaterra, el club que hubiese desviado más de siete millones de euros al vicepresidente de los árbitros habría sido descendido y privado de todos los títulos conseguidos durante ese periodo de tiempo. Pero esto es España, una democracia sui géneris, y Pedro Sánchez vive en La Moncloa porque así lo quiere, entre otros partidos que odian a nuestra nación, ERC, formación golpista desde su creación, como demuestra la historia documentada (años 1926, 1934 y 2017), favorecido, por cierto, como todos los partidos secesionistas, por una injustísima Ley Electoral. Colígese de este caso que el Barça es intocable deportiva y políticamente.
Y auguro que no sucederá nada, porque, como pasa con el PP en política, otros grandes clubes también “manejaron” a la Federación y a sus árbitros. Por lo tanto, el Barça ganará títulos, el Real Madrid, más, y el Atlético, cuando tercie.
Una nación, como se ha demostrado, gobernada por partidos corruptos, con un PSOE que batió las marcas del PP con los ERES de Andalucía, toda una gesta, y formaciones independentistas, golpistas y malversadoras, que el deporte rey, el fútbol profesional, en su máxima categoría, forma parte de un sistema, formalmente, democrático, pero esencialmente depravado, putrefacto y podrido. ¡Cómo se puede exigir al fútbol que sea un deporte regido por árbitro justos, clubes limpios y federaciones inmaculada, si el régimen es injusto, está adulterado por los partidos y administrado por una partitocracia con querencias autocráticas!
Eugenio-Jesús de Ávila




















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