HABLEMOS
Nieva, para no variar
Carlos Domínguez
En su indigencia intelectual, inseparable de una estupidez oceánica, la grey ecologista, por no decir, o sí, ecologeta, pontifica al abrigo de sus tribunas mediáticas con el catastrofismo del cambio climático, la huella de no sé qué, el nivel de CO2, el casquete menguante de los polos y resto de majaderías de idéntico jaez. Lo cual no es de extrañar, a raíz de la moda televisiva de dar el tiempo con mohín, desfile y modelito a lo pulcro o lo trapero, todo aderezado con la mucha soltura del manotazo y el golpe reculón, igual que con aquello de la ciclogénesis, la dana, la filomena y demás paparruchas neológicas con que la plebécula busca a diario distraer al público, para que se note lo menos posible. Naturalmente, lo de Sánchez y el PSOE con último vídeo de atrezo.
Ocurre que unos y otros, unas y otras más los otres en puro lenguaje inclusivo, confunden entre tanta verborrea tiempo y clima, el primero relativo a los meteoros previsibles en el muy corto plazo de días u horas, el segundo como comportamiento atmosférico a medio o largo plazo, con variables de temperatura y precipitación que se mantienen relativamente constantes dentro de periodos prolongados. A veces, y he ahí el contraste con el muy apresurado si no alocado discurrir humano, de decenios o siglos, pues de todo hubo echando una ojeada a nuestro nada bonancible pasado. Por lo histórico y lo climático.
Desafortunadamente para la grey de jetas y “metereólogos” de ocasión, aun de modo relativo pues ellos tienen argumentos de ida y vuelta similares en intención a lo del uno y el otro, la una y la otra, o les otres de venir bien, esto del cambio climático anda desnortado y con mucho altibajo, resultando que, después de tanto termómetro, tanta temperatura, tanto desarreglo medioambiental con maturranga de la serie histórica, cuando ésta a veces no llega ni a los sesenta años de registro, nos ha venido una filomena enana, con nieve caída a finales de ese febrerillo loco que, mire usted por donde, se sale como suele del guión a las puertas de la primavera. Bienvenida una y otra, al confirmar, y tome nota el ciudadano amigo del sentido común, que sí, que pronto o tarde, en mayor o menor cantidad según le parezca a una Naturaleza madrastrona, nieva para no variar. Y también previsiblemente para no variar, con urnas a la vista.
En su indigencia intelectual, inseparable de una estupidez oceánica, la grey ecologista, por no decir, o sí, ecologeta, pontifica al abrigo de sus tribunas mediáticas con el catastrofismo del cambio climático, la huella de no sé qué, el nivel de CO2, el casquete menguante de los polos y resto de majaderías de idéntico jaez. Lo cual no es de extrañar, a raíz de la moda televisiva de dar el tiempo con mohín, desfile y modelito a lo pulcro o lo trapero, todo aderezado con la mucha soltura del manotazo y el golpe reculón, igual que con aquello de la ciclogénesis, la dana, la filomena y demás paparruchas neológicas con que la plebécula busca a diario distraer al público, para que se note lo menos posible. Naturalmente, lo de Sánchez y el PSOE con último vídeo de atrezo.
Ocurre que unos y otros, unas y otras más los otres en puro lenguaje inclusivo, confunden entre tanta verborrea tiempo y clima, el primero relativo a los meteoros previsibles en el muy corto plazo de días u horas, el segundo como comportamiento atmosférico a medio o largo plazo, con variables de temperatura y precipitación que se mantienen relativamente constantes dentro de periodos prolongados. A veces, y he ahí el contraste con el muy apresurado si no alocado discurrir humano, de decenios o siglos, pues de todo hubo echando una ojeada a nuestro nada bonancible pasado. Por lo histórico y lo climático.
Desafortunadamente para la grey de jetas y “metereólogos” de ocasión, aun de modo relativo pues ellos tienen argumentos de ida y vuelta similares en intención a lo del uno y el otro, la una y la otra, o les otres de venir bien, esto del cambio climático anda desnortado y con mucho altibajo, resultando que, después de tanto termómetro, tanta temperatura, tanto desarreglo medioambiental con maturranga de la serie histórica, cuando ésta a veces no llega ni a los sesenta años de registro, nos ha venido una filomena enana, con nieve caída a finales de ese febrerillo loco que, mire usted por donde, se sale como suele del guión a las puertas de la primavera. Bienvenida una y otra, al confirmar, y tome nota el ciudadano amigo del sentido común, que sí, que pronto o tarde, en mayor o menor cantidad según le parezca a una Naturaleza madrastrona, nieva para no variar. Y también previsiblemente para no variar, con urnas a la vista.


















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