ZAMORANA
Zamora vive ya su Semana Santa
Mº Soledad Martín Turiño
Esta Semana Santa es especial para Zamora, no solo porque es una de más bellas de España, sino porque las tallas, los pasos y las andas deberán salir desde diferentes lugares donde se custodian provisionalmente desde que derribaron el antiguo Museo hasta que construyan el que será su nuevo hogar.
Entre tanto, la capital ya huele a incienso; hosteleros, restauradores y comerciantes se pertrechan para ofrecer a los visitantes sus mejores productos y que Zamora sea un punto de encuentro de gente que descubra la ciudad y se enamore de ella. Sin embargo, para cumplir este objetivo es urgente arreglar desperfectos, engalanar balcones y calles por donde procesionarán los pasos, alumbrar adecuadamente las rúas para que luzcan espléndidas y ocultar la vergüenza de fachadas en ruinas camino de la catedral, un dolor de ojos para los muchos transeúntes que las pasean a diario.
Los zamoranos ya preparan capas, túnicas y capirotes, así como flores y candiles que ornarán los pasos, o las mantillas y joyas que lucirán las damas caminando tras las imágenes. Las bandas de música, hermandades y cofradías ensayan para que las procesiones sean un ejemplo de recogimiento y perfección, luciendo las magníficas esculturas que constituyen un importante patrimonio de imaginería.
Surgirán, como cada año, estampas memorables: el barandales con sus esquilones, el silencio sepulcral de la multitud, la imagen del Nazareno reflejada en el Duero cruzando el puente de piedra, y el recogimiento de un pueblo que calla más que expresa, venera su tradición y que muestra el respeto y la profunda religiosidad propios de estos días.
Esta Semana Santa es especial para Zamora, no solo porque es una de más bellas de España, sino porque las tallas, los pasos y las andas deberán salir desde diferentes lugares donde se custodian provisionalmente desde que derribaron el antiguo Museo hasta que construyan el que será su nuevo hogar.
Entre tanto, la capital ya huele a incienso; hosteleros, restauradores y comerciantes se pertrechan para ofrecer a los visitantes sus mejores productos y que Zamora sea un punto de encuentro de gente que descubra la ciudad y se enamore de ella. Sin embargo, para cumplir este objetivo es urgente arreglar desperfectos, engalanar balcones y calles por donde procesionarán los pasos, alumbrar adecuadamente las rúas para que luzcan espléndidas y ocultar la vergüenza de fachadas en ruinas camino de la catedral, un dolor de ojos para los muchos transeúntes que las pasean a diario.
Los zamoranos ya preparan capas, túnicas y capirotes, así como flores y candiles que ornarán los pasos, o las mantillas y joyas que lucirán las damas caminando tras las imágenes. Las bandas de música, hermandades y cofradías ensayan para que las procesiones sean un ejemplo de recogimiento y perfección, luciendo las magníficas esculturas que constituyen un importante patrimonio de imaginería.
Surgirán, como cada año, estampas memorables: el barandales con sus esquilones, el silencio sepulcral de la multitud, la imagen del Nazareno reflejada en el Duero cruzando el puente de piedra, y el recogimiento de un pueblo que calla más que expresa, venera su tradición y que muestra el respeto y la profunda religiosidad propios de estos días.
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