Lunes, 22 de Septiembre de 2025

Mª Soledad Martín Turiño
Domingo, 02 de Abril de 2023
ZAMORANA

Sentimientos, sensaciones y recuerdos

Mº Soledad Martín Turiño

[Img #76767]Cuando surge en la vida algún tropiezo importante: enfermedad, pérdida de algún ser querido, fracaso académico, laboral etc. nos hacemos más sensibles al dolor, nos humanizamos acercándonos a esa filosofía de sentido común, que obliga a centrarnos en el presente, a rememorar los buenos  recuerdos del pasado y darnos cuenta de que esta existencia que nos han regalado, tiene fecha de caducidad, pese a que no pensemos que nos va a tocar y que la muerte llegará en el momento más indeseado (todos lo son), para arrancarnos de este mundo porque ya se ha cumplido nuestro tiempo.

 

Sin embargo, ¡tal vez porque somos humanos y de no hacerlo así, la vida resultaría insoportable!, pensamos que la muerte llegará sí, pero tarde, y antes a otros: a los mayores, a los enfermos, a los demás… porque aún somos jóvenes, porque todavía tenemos mucho por hacer para mejorar un poco esta sociedad, porque falta por cumplir aquellas metas que una vez nos propusimos, porque no tenemos los deberes hechos o, simplemente, porque no queremos salir de este mundo todavía.

 

La realidad, no obstante, está ahí, ante nuestros ojos; una realidad amarga donde se producen a diario hechos lamentables: esa guerra que lleva más de un año generando destrucción y muerte, terror y violencia en distintos países con los que convivimos sin sonrojarnos; un fatal accidente ahí al lado, que se lleva por delante la vida de jóvenes… eso sí nos conmueve: la cercanía, porque cuando se pone rostro a alguien se humaniza el sentimiento; no se trata tan solo de nombres y apellidos de gente desconocida y por consiguiente, que no nos afecta, sino que esa proximidad nos convierte en vulnerables. 

 

En ocasiones, no es preciso siquiera ser testigo de estos sucesos; tan solo el hecho de recordar a quienes quisimos y se fueron un día es suficiente para que la sensibilidad regrese a nuestro presente; hacemos un parón, recordamos, revivimos y nos unimos a padres, madres, hermanos o amigos que ya no están, en un punto del recuerdo que nos acerca a su realidad alejándonos de la nuestra. Días como Todos los Santos, la Navidad o la Semana Santa son fechas propicias para sentirnos más huérfanos de quien nos dejó, su presencia falta en nuestra mesa, en nuestras celebraciones, en nuestra cotidianidad… y, tras un tiempo de sosegado recogimiento en su memoria, regresamos al presente, al día a día, esperando que cuando nos llegue el turno, estemos debidamente preparados o, al menos, no sintamos esa inseguridad del que deja las cosas por hacer, ni el miedo por abandonar una vida que no se ha sabido aprovechar.

 

Hoy, que rememoramos la pasión y muerte de Cristo, acordémonos también de aquellos que cumplieron su etapa terrenal y ahora yacen dormidos en otra dimensión; porque su ejemplo, su amor y el hecho de revivir su tiempo junto al nuestro logrará el milagro de regalarnos un sosiego que transforme, aunque solo sea momentáneamente, nuestra mente, a menudo perdida en la confusión, en un oasis de paz y calma.

 

Se atribuye a François Mauriac la frase: “La muerte no nos roba los seres amados; al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente”.

 

La mejor forma o, al menos una de ellas, de no temer a la muerte, es tenerla presente para aprovechar la vida y a aquellos que nos la hacen feliz, con la mente limpia, pensando en positivo, de tal forma que los días no sean una sucesión de horas infecundas o fechas marcadas en el calendario que pasan sin pena ni gloria; intentemos que cada jornada saque lo mejor de nosotros mismos, que hagamos fructíferos los días y que logremos salir de la yerma rutina para vivir horas plenas que nos proporcionen aquello que ansiamos, porque parafraseando a  Marco Aurelio: “la felicidad de nuestras vidas depende de la calidad de nuestros pensamientos”.

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