HABLEMOS
Una Semana más
Desde Zamora
El zamorano no lo tiene fácil a la hora de glosar nuestro acontecimiento más señalado, mezcla de religiosidad, cultura, arte… ocio y negocio. Vaya y pase, túnicas y caperuces por delante. Digo que el zamorano lo tiene difícil porque, en el fondo, es más de lo mismo sumado un año con sus venturas y desventuras, sus alegrías y tristezas, vividas como de costumbre en una ciudad que, ciertamente, no pasa por su mejor momento.
Pero tampoco me hagan mucho caso, pues la edad no perdona y con ella se tiende a ver todo tirando a cano. Dejémoslo ahí. El hecho es que mis sufridos mesoneros dicen que excelente, que las reservas y la ocupación inmejorables, de lo cual me alegro habida cuenta de que, si ellos prosperan, el resto igual además de que me tratan espléndidamente. ¡Qué les voy a contar!, cuando al mando de mesa y mantel se halla alguno de mis antiguos alumnos. Por aquí sin ir muy lejos, dada Plaza y aledaños de este libérrimo papel.
No quiero divagar, ya que tiempo habrá y habría de cultivar el tópico. El caso es que la peste se fue como vino, según ocurrió al fin y al cabo con la infinitamente más mortífera del dieciocho. Total, zamoranos, que aquí estáis de nuevo vosotros, familia incluida, prestos a vestir, señorear túnicas y hachones, en días de zamoranía y religiosidad poco, aunque seguramente algo, sentida y sincera. El resto, conociendo de sobra rito y liturgia, también la molestia de turbas y multitudes, veremos de coincidir algún desfile, acudiendo otra vez a rondas, calles y travesías, a modo de atajo para buscar el sosiego de nuestros barrios y magníficos paseos. Por fortuna, todavía quedan.
¡Salud, conciudadanos!, seáis de túnica y caperuz, o acaso por la otra banda agnósticos y descreídos. Si bien, como paisanos, ¿lo dejamos sólo a medias?
El zamorano no lo tiene fácil a la hora de glosar nuestro acontecimiento más señalado, mezcla de religiosidad, cultura, arte… ocio y negocio. Vaya y pase, túnicas y caperuces por delante. Digo que el zamorano lo tiene difícil porque, en el fondo, es más de lo mismo sumado un año con sus venturas y desventuras, sus alegrías y tristezas, vividas como de costumbre en una ciudad que, ciertamente, no pasa por su mejor momento.
Pero tampoco me hagan mucho caso, pues la edad no perdona y con ella se tiende a ver todo tirando a cano. Dejémoslo ahí. El hecho es que mis sufridos mesoneros dicen que excelente, que las reservas y la ocupación inmejorables, de lo cual me alegro habida cuenta de que, si ellos prosperan, el resto igual además de que me tratan espléndidamente. ¡Qué les voy a contar!, cuando al mando de mesa y mantel se halla alguno de mis antiguos alumnos. Por aquí sin ir muy lejos, dada Plaza y aledaños de este libérrimo papel.
No quiero divagar, ya que tiempo habrá y habría de cultivar el tópico. El caso es que la peste se fue como vino, según ocurrió al fin y al cabo con la infinitamente más mortífera del dieciocho. Total, zamoranos, que aquí estáis de nuevo vosotros, familia incluida, prestos a vestir, señorear túnicas y hachones, en días de zamoranía y religiosidad poco, aunque seguramente algo, sentida y sincera. El resto, conociendo de sobra rito y liturgia, también la molestia de turbas y multitudes, veremos de coincidir algún desfile, acudiendo otra vez a rondas, calles y travesías, a modo de atajo para buscar el sosiego de nuestros barrios y magníficos paseos. Por fortuna, todavía quedan.
¡Salud, conciudadanos!, seáis de túnica y caperuz, o acaso por la otra banda agnósticos y descreídos. Si bien, como paisanos, ¿lo dejamos sólo a medias?
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