Crisis y desaparición de la prensa escrita

   Salvo algunas cabeceras nacionales con suficiente respaldo financiero y político de carácter nunca libre sino tutelar, la prensa escrita tradicional se halla condenada especialmente en provincias, donde encontraba su chispa y verdadera cercanía. El derrotismo, incluso la desesperación a causa de una crisis económica palmaria, con tiradas que disminuyen día a día en una suerte de destino inexorable, se advierten desgraciadamente aquí y allá. ¡Una lástima!

   La inevitable desaparición de la prensa escrita tiene que ver con la tecnología, con las nuevas herramientas tanto audiovisuales como informáticas, agravando la obsolescencia de unos medios que poco cuentan para la juventud, cuando ésta navega entre guasapes, esmárfones, tictoces y demás parafernalia del funesto móvil. Pero hay algo más. La prensa escrita según la conocíamos, especialmente la local, fue incapaz de preservar su independencia debido al servilismo de aparatos periodísticos con vocación de oligopolio, que bajo una peregrina coartada profesional: título de la enjundia consabida, no vacilaron a la hora de echarse en brazos de grupos editoriales de clara filiación política, naturalmente de izquierda, debido a la estrategia que durante décadas las fuerzas de tal signo ensayaron a modo de invasión del conglomerado mediático, como instrumento de propaganda de masas.

   El resultado a la vista está. Diarios con ventas y publicidad en retroceso a falta de atractivo, actuando de altavoces de los dogmas oficiales de la corrección política, hasta acabar en una suerte de pravda aldeana, dependiente de decisiones foráneas tanto en lo empresarial como respecto a opinión y línea editorial. A menudo, ejerciendo también una censura soterrada no menos que sibilina.

   La prensa, según la entendió una sociedad libre, posiblemente carezca de futuro. Pero, si alguno le resta, será el del medio digital con su fugacidad, su modesto pasar virtual, aunque por lo mismo receptivo a la libertad en cualquier ámbito, aquí y allí por el todo o la parte, el país, la capital o la provincia. Dentro del actual escenario, algunas publicaciones pasarán y otras quedarán, precisamente porque lo digital es iniciativa y oportunidad abierta. Mas lo que está claro para la prensa escrita y provinciana, portavoz del progresismo/oficialismo con marca rancia del sesenta y ocho sumada al servilismo del cargo/a político, es que sus franquicias de oligopolios sin arraigo resultan inviables, comenzando por la economía y unos balances que ni cuadran ni volverán a cuadrar jamás. Lo dicho, ¡una verdadera lástima!