Domingo, 14 de Diciembre de 2025

Alfonso J. Vázquez Vaamonde
Miércoles, 26 de Abril de 2023
OPINIÓN

Grándola, villa morena

Hace casi medio siglo y al darnos cuenta hay que decir, ¡cómo pasa el tiempo! Por eso, cuando tengo que recordar hace cáanto tiempo pasó algo al tiempo que creo que ha pasado le sumo la mitad y siempre me acerco más. Y es que la revolución de los claveles la siento viva, como si hubiera sido ayer por la tarde.

 

Portugueses y españoles compartíamos el triste mérito de ser las dos únicas dictaduras del oeste de Europa. Por eso, la revolución de los claveles produjo una brisa de optimismo en los que amamos la libertad y la democracia, aunque también un cierto temor entre los amantes de la dictadura por si durara eternamente. El ejército se puso nervioso: ¡los militares defendiendo la libertad y la democracia! ¿A dónde vamos a llegar?, pensaban.

 

De todos modos, era reciente el asesinato de Allende apenas medio año antes. Pero esta revolución de los claveles en Portugal ofrecía una cierta expectativa de seguridad, el ejército estaba a favor de la democracia y la libertad. Sí, pero también lo estuvo en la II República Democrática y, después de cinco años, la mitad del ejército prefirió atropellar la democracia.

 

Tuve la feliz oportunidad de estar en Lisboa, ¡qué hermosa ciudad! en aquella semana en la que se iba a celebrar un congreso científico en el que tenía que presentar un trabajo. De todos modos, hubo mucha gente que no fue, por temor a que parte del ejército hiciera lo mismo que aquí en 1936 y se produjera el inicio de una guerra civil. El presidente nos agradeció la confianza a los que asistimos al Congreso que se desarrolló con la habitual normalidad.

 

Todos disfrutamos de la alegría que emanaba de las personas que nos encontrábamos por las calles y flotaba en el aire. Me recordaba la que desprendían las fotografías de aquel otro abril, el 14 de 1931, casi medio siglo antes, donde se veía felices a los españoles paseando por Madrid y por toda España. Hermosa fue la imagen de las mujeres que, sonrientes, introducían unos pacíficos claveles rojos en la boca de los fusiles de los soldados a los que agradecían esta revolución pacífica que se proponía recuperar libertad y la justicia perdidas 41 años antes. Ellos, encantados de la vida, les devolvían otra sonrisa.

 

Todo se había iniciado con los compases de la canción “Grándola, vila morena”, una canción de José Zeca Afonso, creada diez años antes y prohibida por el Régimen de Salazar, porque su texto era “peligroso”; y lo era, y muy peligroso, pedir bajo una dictadura que sea el pueblo el que decida. Se eligió su emisión por Radio Renascencia, propiedad de la Iglesia católica portuguesa, como signo para iniciar la revolución desde los cuarteles. Era la misma Iglesia que había apuntalando la dictadura de Salazar desde 1933 hasta 1974 y que, ahora, previendo un cambio, había decidido seguir la doctrina del Príncipe de Salinas: “cambiémoslo todo para que todo siga igual”.

 

Era lógico que no se tolerara un mensaje tan subversivo; juzguen por vds. mismos: “Grándola, Villa Morena / tierra de fraternidad / El pueblo es el que manda / dentro de ti, oh, ciudad, / en cada esquina, un amigo / en cada rostro, igualdad / Grándola, Villa Morena / tierra de fraternidad / a la sombra de un roble / que ya no sabe su edad / jure será compañera, / Grándola, tu voluntad”. ¡Subversivo!

 

Aquella semana, estuve en Lisboa porque se celebraba un congreso donde yo presentaba un trabajo. Bastantes inscritos no asistieron, pero fuimos mayoría los que apoyamos con nuestra presencia una revolución con cuyos ideales coincidíamos. El presidente del Congreso nos agradeció nuestra confianza y nos pidió que lleváramos de nuestro regreso la imagen de paz y felicidad que habíamos visto. Y eso hicimos; porque era verdad. La gente estaba contenta; feliz, se percibía alegría; Lisboa. ¡hermosa ciudad!, florecía y no solo por los claveles que dieron nombre a la revolución. Un alegría contagiosa, ciertamente; bien es verdad que con casi medio siglo menos a mis espaldas esa es una edad en la que la alegría es muy contagiosa.

 

Aquel verano pasé unos días en el pueblo de mi padre. Arbo, en Pontevedra en la frontera del M iño con Portugal. Era habitual que en las fiestas portuguese y españoles fuéramos a las fiestas del otro país. Ellos estaban gozosos de su recién reconquistada libertad y no s miraban con cierto menosprecio porque nosotros seguíamos bajo ella ¡si hacer nada! Nosotros les veíamos avergonzados y muertes de triste envidia.

 

Han pasado muchos años, ¡casi medio siglo!, y, sin duda, hemos mejorado, pero hemos de reconocer que nuestras expectativas han sido decepcionadas; las del progreso en la libertad y la justicia, en la democracia y el progreso económico que es el fruto de esa trinidad. Francia y Alemania siguen siendo un ejemplo lejano, demasiado lejano. Y así seguirá siendo porque como decía Costa ¡en el S. XIX! Nuestra solución sigue siendo “escuela y merienda” y está siendo desatendida. Y mucho antes, en el S. XVI, ya lo decía De la Boetie en su libro “La servidumbre voluntaria”, que debería ser una lectura obligatoria en los colegios e institutos, al menos en los oficiales: Pero es difícil que ocurra porque la inmensa mayoría de los docentes no lo han leído. Se puede leer gratuitamente en Google.

 

Mi amigo Alonso recuerda en un artículo publicado justamente en este 25 de abril de 2023, lo triste que es ver a un portugués durmiendo en la calle, un resultado intolerable para esta revolución. También es triste ver que esa imagen también es habitual en España. El progreso económico producido en ambos países siguen siendo insolidario e injustamente repartidos los beneficios con quienes los han creado, los trabajadores, esa “Grándola, vila morena”, cuya voluntad debería ser la que mandara.

 

Más triste es, por más numerosa, la imagen invisible de los desheredados, los parados que sufren este injusto reparto de la riqueza. De todos modos, los portugueses están más cerca de conseguirlo, porque es suya la voluntad del que gobierna. A nosotros, nos lo permiten, pero no del todo. De todos modos, aprovechemos la oportunidad que se nos ofrece dentro de unos pocos días; no podemos seguir desaprovechando esta oportunidad; precisamente por ser tan pequeña.

 

Termino este recuerdo de mi particular memoria histórica de aquel 25.04.1974 haciendo míos los deseos con los que Alonso ha terminado su recordatorio de aquella fecha feliz: “espero que Portugal recupere el espíritu del 25 de abril de 1974 y nos envíe un poco para España”.

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