CON LOS CINCO SENTIDOS
Ay... el amor
Nélida del Estal
En el libro del gran Cortázar, “Rayuela”, hay una cita que me encoge el alma y de la que me acuerdo cada vez que escribo sobre este sentimiento que no se busca, que te encuentra, que no seleccionas; que se te manifiesta como una aparición sobrenatural y de la cual ya no puedes salir huyendo porque te atrapa: “Como si se pudiera elegir en el amor. Como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio”.
Uno no puede elegir de quién se enamora, como cuando elige un sabor de helado frente al mostrador colorido de una heladería en una calurosa tarde de verano. Ojalá fuera así de sencillo, pero no lo es. Te enamoras de detalles, de la cultura, de la clase, del talento, de las ocurrencias o genialidades, de un rostro armonioso y unos ojos chispeantes que se encienden al verte. Tu cabeza fría no puede con un corazón caliente que palpita. La razón no puede con la pasión. Si, además, esa persona posee tu mente y te llena intelectualmente, os prometo, que yo no juro, que se produce una suerte de conjunción planetaria hasta desayunando café, despeinados y en pijama.
En la cama, dos seres así, con ese nivel de conexión, son dos volcanes en erupción constante que no se cansan de arrojar su lava a cada instante. ¿Habéis sentido alguna vez algo parecido en vuestra vida? Ese amor total por el cuerpo y por la mente de otro. No es pasión, no es querencia, no es necesidad, es amor. Y con el transcurso de los años, de los dimes y diretes, de discusiones que acaban en el lecho con palabras al oído y manos que no cesan de tocar y tocar… todo se fortalece más si cabe.
El amor se te aparece como un Apolo o una Vestal sagrada. No se elige, no se busca; te encuentra. ¿Cómo es posible elegir algo semejante? El que elige no ama ni sabe de amor, sabe de cuerpos y proporciones áureas, de simetrías atrayentes. Sin más. El amor total es el sexo fusionado con la inteligencia, en perfecta comunión y conjunción.
Hay gente, personas corrientes, que sólo tocan cuerpos pero sin amarlos. Hay gente que no sabe amar; quizá no los amaron nunca de veras o temen ser amados y saber que amar te convierte en un ser vulnerable a todo vaivén emocional del otro.
Amar duele, y duele mucho. Pero es mejor amar y sufrir que no haber amado nunca.
En el libro del gran Cortázar, “Rayuela”, hay una cita que me encoge el alma y de la que me acuerdo cada vez que escribo sobre este sentimiento que no se busca, que te encuentra, que no seleccionas; que se te manifiesta como una aparición sobrenatural y de la cual ya no puedes salir huyendo porque te atrapa: “Como si se pudiera elegir en el amor. Como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio”.
Uno no puede elegir de quién se enamora, como cuando elige un sabor de helado frente al mostrador colorido de una heladería en una calurosa tarde de verano. Ojalá fuera así de sencillo, pero no lo es. Te enamoras de detalles, de la cultura, de la clase, del talento, de las ocurrencias o genialidades, de un rostro armonioso y unos ojos chispeantes que se encienden al verte. Tu cabeza fría no puede con un corazón caliente que palpita. La razón no puede con la pasión. Si, además, esa persona posee tu mente y te llena intelectualmente, os prometo, que yo no juro, que se produce una suerte de conjunción planetaria hasta desayunando café, despeinados y en pijama.
En la cama, dos seres así, con ese nivel de conexión, son dos volcanes en erupción constante que no se cansan de arrojar su lava a cada instante. ¿Habéis sentido alguna vez algo parecido en vuestra vida? Ese amor total por el cuerpo y por la mente de otro. No es pasión, no es querencia, no es necesidad, es amor. Y con el transcurso de los años, de los dimes y diretes, de discusiones que acaban en el lecho con palabras al oído y manos que no cesan de tocar y tocar… todo se fortalece más si cabe.
El amor se te aparece como un Apolo o una Vestal sagrada. No se elige, no se busca; te encuentra. ¿Cómo es posible elegir algo semejante? El que elige no ama ni sabe de amor, sabe de cuerpos y proporciones áureas, de simetrías atrayentes. Sin más. El amor total es el sexo fusionado con la inteligencia, en perfecta comunión y conjunción.
Hay gente, personas corrientes, que sólo tocan cuerpos pero sin amarlos. Hay gente que no sabe amar; quizá no los amaron nunca de veras o temen ser amados y saber que amar te convierte en un ser vulnerable a todo vaivén emocional del otro.
Amar duele, y duele mucho. Pero es mejor amar y sufrir que no haber amado nunca.

















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