ZAMORANA
Delirio
Mª Soledad Martín Turiño
Te veo al cruzar la esquina o al observar la gente que transita por la calle; te veo, pero no eres tú y, sin embargo, todas esas personas se te parecen y se acomodan hasta hacerte presente. La mente sabe engañar, pero la razón tiene que estar alerta para no confundir la realidad con la quimera.
Cuando te fuiste, una parte de mí murió contigo. Ahora el alma está más vacía y el corazón mucho más desierto; solo la imaginación se empeña en jugar maquiavélicamente con los recuerdos pretendiendo convertir en realidad lo que es tan solo una entelequia.
A veces me pregunto qué fue de tu mirada inocente, dulce y cautivadora; o de tu risa, amplia, serena… que se conmovía en un rictus de moderación, como temiendo desparramar esa carcajada que casi nunca manifestabas ¡tal vez por miedo a prodigar una alegría que revelabas desde tu interior!
Quisiera saber dónde estás, llegarme hasta ese lugar, llamar a tu puerta cerrada y comprobar tu sorpresa al encontrarme. Quisiera que los días no tuvieran fin para abarcar tantas palabras y tantos silencios como compartiríamos. Quisiera llegar hasta el rincón más oculto de tu inconsciente y protegerte de las alarmas que suenen en tu derredor; algunas para amedrentarte; otras, más reales y amenazadoras, para perturbar la paz que tanto te había costado lograr.
Continúas conmigo, siento tu presencia e incluso tu aroma que me llega fresco y limpio; así que seguiré hablándote bajito, caminando cerquita, percibiendo cada detalle, como si el misterio de la vida y la muerte no fuera asunto nuestro.
Te veo al cruzar la esquina o al observar la gente que transita por la calle; te veo, pero no eres tú y, sin embargo, todas esas personas se te parecen y se acomodan hasta hacerte presente. La mente sabe engañar, pero la razón tiene que estar alerta para no confundir la realidad con la quimera.
Cuando te fuiste, una parte de mí murió contigo. Ahora el alma está más vacía y el corazón mucho más desierto; solo la imaginación se empeña en jugar maquiavélicamente con los recuerdos pretendiendo convertir en realidad lo que es tan solo una entelequia.
A veces me pregunto qué fue de tu mirada inocente, dulce y cautivadora; o de tu risa, amplia, serena… que se conmovía en un rictus de moderación, como temiendo desparramar esa carcajada que casi nunca manifestabas ¡tal vez por miedo a prodigar una alegría que revelabas desde tu interior!
Quisiera saber dónde estás, llegarme hasta ese lugar, llamar a tu puerta cerrada y comprobar tu sorpresa al encontrarme. Quisiera que los días no tuvieran fin para abarcar tantas palabras y tantos silencios como compartiríamos. Quisiera llegar hasta el rincón más oculto de tu inconsciente y protegerte de las alarmas que suenen en tu derredor; algunas para amedrentarte; otras, más reales y amenazadoras, para perturbar la paz que tanto te había costado lograr.
Continúas conmigo, siento tu presencia e incluso tu aroma que me llega fresco y limpio; así que seguiré hablándote bajito, caminando cerquita, percibiendo cada detalle, como si el misterio de la vida y la muerte no fuera asunto nuestro.

















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