HABLEMOS
Entre la humillación y la indignidad
Desde Zamora
Durante la transición, tejemaneje felipista-sanchista de principio a fin, o sea, PSOE y PSOE, España ha dejado de ser una nación para convertirse en batiburrillo de taifas pugnando por los despojos de lo que fue patrimonio colectivo, desde el agua a los dineros y a no tardar las fronteras. Una España reducida a la condición de Estado-país es hoy escenario donde el separatismo, de la mano de una izquierda traidora y radicalizada, campa a sus anchas con desfachatez alardeando de su impunidad frente a las instituciones. Por desgracia, es lo que hay en paralelo a una descomposición inevitable, con cambio de régimen por la puerta de atrás. Mas ello no justifica lo ocurrido con Petro, provocador que con su acreditado currículo se ha permitido ofender tanto allí como aquí a nuestra patria común, aprovechando el sobado alegato indigenista, en rigor castrista/comunista e inseparable de un legado criminal que va ya por el medio siglo.
Tal personaje nunca debió ser recibido en España por autoridades y titulares del poder político. Ni municipal, autonómico, y menos aún estatal, si es que de él queda todavía algo. Que el Sánchez rendido al podemismo estalinista y bolivariano se deshaga en obsequios y Gran Cruz con un… hispanoamericano faltoso y resentido, se comprende viendo las andanzas del PSOE felipista-sanchista, desde una estrategia planificada con miras a la ruina de España y la liquidación del régimen constitucional.
Lo que no se entiende, salvo por el servilismo de quienes al parecer ostentan la soberanía nacional, es que un indigenista comunista y antiespañol haya ninguneado a nuestro Parlamento, después de ser recibido gracias a la complacencia de Batet, como alguien digno de tal honor. Trasera de servicio para el vocero de un indigenismo que ataca el legado hispano, tachándolo de esclavista, imperialista, genocida y resto de lindezas de una patulea comunista, chapurreante y bananera.
Difícil comprender el aplauso de Feijóo, en teoría líder defensor de la democracia asociada al Estado de derecho. Pero otro tanto o más ocurre, dado rango y ascendiente, con la cortesía/pleitesía de Felipe VI aun plegado al protocolo a la hora del lucir, largar y degustar del susodicho. Lo cierto es que el Jefe del Estado con tales actuaciones desmerece ante la ciudadanía. Desprestigio de la institución, cuando al agrio y vengativo indigenista se le se le permite exhibir la Orden y Gran Cruz de la Reina Isabel, Monarca y Mujer sublime. Vaya y pase, por exigencias del guión. Sin embargo, bien pudiera Su Majestad haber embutido al huésped una fotocopia, pues tampoco merece más, de las Leyes de Indias, primero de Burgos y después imperiales Nuevas, como antecedente preclaro de las modernas y democráticas declaraciones de derechos. Tocante al penoso esperpento de la que antaño fue Universidad insigne, aquella de Fray Luis y Francisco de Vitoria, hablaremos de ser posible cualquier otro día.
Durante la transición, tejemaneje felipista-sanchista de principio a fin, o sea, PSOE y PSOE, España ha dejado de ser una nación para convertirse en batiburrillo de taifas pugnando por los despojos de lo que fue patrimonio colectivo, desde el agua a los dineros y a no tardar las fronteras. Una España reducida a la condición de Estado-país es hoy escenario donde el separatismo, de la mano de una izquierda traidora y radicalizada, campa a sus anchas con desfachatez alardeando de su impunidad frente a las instituciones. Por desgracia, es lo que hay en paralelo a una descomposición inevitable, con cambio de régimen por la puerta de atrás. Mas ello no justifica lo ocurrido con Petro, provocador que con su acreditado currículo se ha permitido ofender tanto allí como aquí a nuestra patria común, aprovechando el sobado alegato indigenista, en rigor castrista/comunista e inseparable de un legado criminal que va ya por el medio siglo.
Tal personaje nunca debió ser recibido en España por autoridades y titulares del poder político. Ni municipal, autonómico, y menos aún estatal, si es que de él queda todavía algo. Que el Sánchez rendido al podemismo estalinista y bolivariano se deshaga en obsequios y Gran Cruz con un… hispanoamericano faltoso y resentido, se comprende viendo las andanzas del PSOE felipista-sanchista, desde una estrategia planificada con miras a la ruina de España y la liquidación del régimen constitucional.
Lo que no se entiende, salvo por el servilismo de quienes al parecer ostentan la soberanía nacional, es que un indigenista comunista y antiespañol haya ninguneado a nuestro Parlamento, después de ser recibido gracias a la complacencia de Batet, como alguien digno de tal honor. Trasera de servicio para el vocero de un indigenismo que ataca el legado hispano, tachándolo de esclavista, imperialista, genocida y resto de lindezas de una patulea comunista, chapurreante y bananera.
Difícil comprender el aplauso de Feijóo, en teoría líder defensor de la democracia asociada al Estado de derecho. Pero otro tanto o más ocurre, dado rango y ascendiente, con la cortesía/pleitesía de Felipe VI aun plegado al protocolo a la hora del lucir, largar y degustar del susodicho. Lo cierto es que el Jefe del Estado con tales actuaciones desmerece ante la ciudadanía. Desprestigio de la institución, cuando al agrio y vengativo indigenista se le se le permite exhibir la Orden y Gran Cruz de la Reina Isabel, Monarca y Mujer sublime. Vaya y pase, por exigencias del guión. Sin embargo, bien pudiera Su Majestad haber embutido al huésped una fotocopia, pues tampoco merece más, de las Leyes de Indias, primero de Burgos y después imperiales Nuevas, como antecedente preclaro de las modernas y democráticas declaraciones de derechos. Tocante al penoso esperpento de la que antaño fue Universidad insigne, aquella de Fray Luis y Francisco de Vitoria, hablaremos de ser posible cualquier otro día.



















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