Hacia un nuevo 34, salvando las distancias

   Una sociedad como la española, adormecida a raíz de la propaganda de décadas sobre las falsas bondades del régimen del 78, así como por las limosnas de un quebrado Bienestar, no advierte porque tampoco quiere la peligrosa situación que tiene ante sí, con la fractura de la unidad nacional y el colapso de las instituciones.

   Tratándose de un sistema parlamentario como el ensayado por una II República finalmente al servicio de Stalin, la Komintern y el comunismo soviético, todo apunta a situaciones parecidas a las del pasado, salvando distancias que no son otras que la derrota y desarme –literal– del totalitarismo comunista apadrinando en su día al Frente Popular de la Guerra civil. De momento no es lo mismo, y posiblemente a medio plazo no vuelva a serlo, pues un imperialismo criminal, ensoberbecido, armado y rampante como el comunismo de entreguerras no sería viable ni en la Rusia putiniana, a su modo eternamente soviética.

   Pero al margen de condiciones estructurales o de historia profunda, desde el hundimiento del felipismo guerrismo como experimento del PSOE ambicionando con su memoria liberticida el poder total, lo cierto es que la política española se abre a escenarios inquietantes, con una izquierda cuya estrategia, dada la inviabilidad de procesos revolucionarios al viejo estilo, pasa por minar las instituciones para imponer de tapadillo un régimen comunista, bajo disfraz socialdemócrata aun atentando en lo fundamental contra las libertades y derechos cívicos, comenzando por la propiedad privada.

   Sea consciente la derecha partitocrática. La realidad suele mostrarse tozuda, y es ella la que invita a recordar lo sucedido cuando, en el régimen teóricamente parlamentario de la II República, la derecha de Lerroux accedió al poder con apoyo de la CEDA, en las elecciones del 33 y desde el impecable veredicto de las urnas. A no tardar, el PSOE de siempre, en retroceso debido al experimento zapaterista sanchista aunando demagogia y guerracivilismo, se enfrentará a una derrota electoral clamorosa, como probable anuncio de un ocaso similar al de los partidos hermanos del socialismo mediterráneo. Priismo y corrupción camuflados de socialdemocracia.

   Llegando ahí, la cuestión respecto a posibilidades y alternativas de la derecha es si un PSOE expulsado del poder no estaría dispuesto en alianza con el extremismo podemita, según se hizo ya de manera parecida con el PP de un Aznar y Rajoy acomplejados, a reeditar salvando las distancias un nuevo 34, jaleando y alborotando las calles de un extremo a otro del país, con la ayuda de sindicatos serviles luchando a favor de la liberaduría propia,  y muy de pasada por el salario de la clase trabajadora.

   El aquelarre del prestige, las mareas y secuelas agit-prop del 11-M,  son suficiente botón de muestra en tiempos cercanos. Remake “revolucionario”, que seguramente volverá en caso de triunfo de la derecha. Que Feijóo no es Lerroux ni Gil Robles a la vista está, lo cual añade mayor incertidumbre a la hora de confiar en medidas efectivas para garantizar el funcionamiento y neutralidad de las instituciones, con arreglo al mandato de las urnas. Más allá incluso de programa y cuestiones técnicas, tal es la labor inmediata en lo político de la derecha conservadora, como salvaguarda democrática frente a amenazas totalitarias que, en rigor, son hoy las que siempre fueron. De momento y sólo de momento, salvando las distancias.