HABLEMOS
Civismo y política
Desde Zamora
Antes que de política, hablaremos hoy de algo más dirimente. Escrutados los votos y repuestas las urnas por una convocatoria extemporánea igual que irresponsable, en vísperas de las generales quizá deba reivindicarse el civismo como compromiso efectivo de quienes aspiran, optan y se comprometen a representar a la ciudadanía. Aun con sus miserias, traiciones y corrupciones, los políticos no dejan de ser mal necesario, pues la alternativa, y ahí habrá que evaluar el grado en una apuesta por su parte cada vez más temeraria, bien puede ser el caos, la guerra y el crimen. La política, arte de lo posible, tiene la virtud en una democracia formal, que no popular ni asamblearia según pretende el extremismo socialcomunista, de que el poder cambia de manos sin subvertir los compromisos básicos garantes del orden y la paz civil.
El primero y decisivo, frente a quienes disimulan cada vez menos su designio ladrón y violento, una propiedad privada que lo es del individuo y la familia a lo largo de generaciones. De ahí que, resultando imprescindibles incluso como mal necesario, de los políticos lo fundamental es que la ciudadanía, más allá de particularismos egoístas o servidumbres clientelares, los someta a un severo control mediante el sagrado veredicto de las urnas, sin olvidar el sano ejercicio de la crítica y la denuncia, a través de una opinión pública aliada con medios de comunicación libres e independientes. Circunstancia que conviene no olvidar de ir a los escándalos acaecidos en las recientes elecciones, respecto a una presunta compra de votos con intención de adulterar la voluntad popular.
Antes que de política, hablaremos hoy de algo más dirimente. Escrutados los votos y repuestas las urnas por una convocatoria extemporánea igual que irresponsable, en vísperas de las generales quizá deba reivindicarse el civismo como compromiso efectivo de quienes aspiran, optan y se comprometen a representar a la ciudadanía. Aun con sus miserias, traiciones y corrupciones, los políticos no dejan de ser mal necesario, pues la alternativa, y ahí habrá que evaluar el grado en una apuesta por su parte cada vez más temeraria, bien puede ser el caos, la guerra y el crimen. La política, arte de lo posible, tiene la virtud en una democracia formal, que no popular ni asamblearia según pretende el extremismo socialcomunista, de que el poder cambia de manos sin subvertir los compromisos básicos garantes del orden y la paz civil.
El primero y decisivo, frente a quienes disimulan cada vez menos su designio ladrón y violento, una propiedad privada que lo es del individuo y la familia a lo largo de generaciones. De ahí que, resultando imprescindibles incluso como mal necesario, de los políticos lo fundamental es que la ciudadanía, más allá de particularismos egoístas o servidumbres clientelares, los someta a un severo control mediante el sagrado veredicto de las urnas, sin olvidar el sano ejercicio de la crítica y la denuncia, a través de una opinión pública aliada con medios de comunicación libres e independientes. Circunstancia que conviene no olvidar de ir a los escándalos acaecidos en las recientes elecciones, respecto a una presunta compra de votos con intención de adulterar la voluntad popular.




















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