Ideario e ideario, programa y programa

   Incoherente, errática e irresponsable son calificativos que cuadran a la actuación de las fuerzas conservadoras triunfantes en los pasados comicios, afrontando como afrontan el decisivo reto de las generales. Aquí y ahora no tiene cabida un tacticismo ramplón, a la hora de llegar a acuerdos sobre gobiernos locales o autonómicos. Que si la lista más votada, que si antes, después o se demora en virtud del ventajismo del corto plazo, son síntoma de una miopía que pudiera acabar en sonado batacazo.

   El gran problema de la derecha conservadora en España es la indefinición de ideario y programa, abriendo las puertas a la improvisación, a la iniciativa poco meditada sobre posiciones, pactos y alianzas, de cara a la defensa de valores irrenunciables. Entre ellos la propiedad privada, la libertad individual y los derechos cívicos como garantía frente a la omnipotencia del Estado, hoy socialburocracia en cuanto forma degenerada de la auténtica democracia.

    Los bandazos del PP en este campo son clamorosos, y no sólo en tiempos recientes. Facciones amparadas en cargos, instituciones y alto funcionariado resultan bien conocidas. Democristianos, liberales, conservadores, centristas e incluso socialdemócratas, vienen representando entre los populares segmentos ideológicos que, dada la división y la indefinición, no logran establecer las bases de un ideario sin el cual no hay ni habrá programa coherente, al margen de un pobre y oportunista ir a la contra. Respecto a los ajenos y los propios.

   Acerca de Vox, el déficit en tales materias amenaza con llevarlo por los derroteros de Ciudadanos. En Madrid, baluarte de la derecha, perdió presencia política como en Andalucía, algo que posiblemente ocurra a nivel nacional. Porque la golosina envenenada de ser llave con dos o tres escaños en cualquier municipio o autonomía, incluso la de formar parte de gobiernos locales o regionales gracias a un par de concejalías o consejerías de atrezo, es tique directo al descrédito y la decepción del electorado. Ello bajo premisa de que ganar votos o poltronas no significa, sin más, hacerlo en poder y ascendiente a ojos de la ciudadanía.

   Aquello que actualmente dificulta la convergencia de las dos fuerzas de la derecha es la falta de ideario sobre el que hacer descansar un programa fiable, capaz de impedir los vaivenes, las ambigüedades, los cálculos interesados de apparatchiks que demuestran lo que realmente son. Mediocridades aupadas a escaños y cargos por la inercia de una partitocracia agotada, monopolizando instituciones y estructuras del Estado, según hicieron unos y otros a lo largo de la fracasada transición. ¿Qué son nuestros políticos, si no funcionarios o usufructuarios por la vía que fuere de los órganos y plantillas de la Administración? Todo menos lo que, con sano criterio, se entenderá sociedad civil nutrida de clases activas y propietarias.