Somos seres insignificantes

 Cuando el ego ya no importa, recuerdo frases y parrafadas enteras del libro “La fiesta de la insignificancia”, de Milan Kundera. Decía Kundera que “La insignificancia es la esencia de la existencia.”. “Hay que amarla porque está presente con toda su belleza”. “La insignificancia que nos rodea es la clave de la sabiduría”. 
Estamos ante una decadencia del arte, de la belleza, de la intelectualidad. Ya no nos paramos ante la contemplación de una obra de arte, sea física (un hombre, una mujer hermosa) un monumento que reclama unos minutos de nuestro tiempo en la observación de su envoltura, de su desarrollo, de su significado. Primamos la masificación en la cultura a la individualidad. Que fulanito vende mucho, pues como estúpidos lo compramos en masa, pero no reparamos en un escritor o artista anónimo que les da mil vueltas en todos los aspectos. 
Estamos en la era del radicalismo más absoluto, donde el sentido del humor, símbolo y enseña de la inteligencia, ha dejado paso al barullo, a las palabras gruesas, a la nada, vacía y deforme. El humor es el salvavidas que insufla oxígeno a una sociedad que fenece de puro aburrimiento vital, intelectual. Fenece de tedio ante un lamentable futuro anacrónico, inestable y caduco, repetido una y mil veces, y mil veces errático. ¿Es que no os dais cuenta? 
Existe una indiferencia, a causa de la inmediatez de todo, por lo bello, por parte de la juventud, salvo en honrosas excepciones.  Hay un total desconocimiento de la cultura, de la historia, de la literatura de la música, de la belleza en todas sus manifestaciones. Hoy triunfa lo inmediato, el reel contando la última chorrada de moda en autoayuda, o salud, o belleza… 
Nos hemos olvidado de que somos algo más que un cuerpo. Somos un cerebro pensante que se alimenta de arte y de cultura y la necesita como necesita el mar del agua y el sol de sus rayos. ¿Acaso es que no lo entendéis? ¿Cómo he de decirlo? 
 Hay que contemplar más y hablar menos; leer más y hablar menos; absorber todo lo que puedas de tu entorno y hablar menos, máxime si lo que vas a soltar por tu boca es basura, o no sirve para engrandecer nada ni hacer que nadie se sienta poderoso con tus palabras.  S¡ hablas, que sea siempre desde la perspectiva del sentido del humor que da la inteligencia, ese fino sentido de la ironía que te hace escudriñar en tu mente cosas nuevas, a estreno, sofisticadas o no. Hay que digerir la gravedad de este mundo cada vez más absurdo.