Viernes, 19 de Diciembre de 2025

Carlos Domínguez
Sábado, 05 de Agosto de 2023
HABLEMOS

El ocaso de la cultura

Desde Zamora

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   Dentro de la coyuntura política e intelectual del sesenta y ocho se retomó, a su manera, la expresión freudiana de “malestar en la cultura”, con una temática paralela de la que, creo recordar, fue buen ejemplo T. Roszak de la mano de Editorial Kairós: “El nacimiento de una contracultura”. En este caso se aludía con espíritu tan ingenuo como quimérico a una peregrina misión redentora, cual emancipación en todos los campos de la existencia por vía de una fraternidad y solidaridad universales. Naturalmente, los graves traumas históricos del siglo XX coadyuvaron a la utopía, condenada al fracaso en lo intelectual y más aún en lo político, según confirma la crisis que atraviesan hoy las sociedades y democracias occidentales.

 

   Para nuestra tradición, la cultura representó no sin altibajos la libertad de pensamiento, viniendo a explicar la realidad mediante la razón, en virtud de un humanismo auténtico, fundado en valores compartidos. Sin embargo, la función crítica de la cultura desaparece sin remedio a causa paradójicamente de la tecnología, al imponer con su hipertrofia una visión reductora de la vida humana, medida por el rasero no ya de una verdadera antropología, sino por el de una simple homología o concepción uniforme respecto a principios asumidos por el individuo, en cuanto miembro del todo social. Decálogo supuestamente ético imponiéndose a través de gigantescos aparatos de dominio, encarnados por un Estado ajeno a lo que debería ser, de hecho ahora no lo es, voluntad y decisión soberana de sus administrados. Ciudadanía en la clásica y mejor acepción del término.

 

   Las ideologías prevalentes de la corrección política: multiculturalismo, ecologismo, feminismo, pacifismo…, abocadas en conjunto a un pensamiento único sin posibilidad de disenso, desmienten la alternativa varias veces secular de la cultura, como “malestar” y actitud crítica. A cambio, anuncian su muerte definitiva bajo imperio de lo político reducido a Estado y Burocracia, “superestructura” valiéndose de la manipulación y propaganda de masas, en alianza con una técnica capaz de invadir hasta el último rincón de la privacidad. La imprenta y la Galaxia Gutenberg hicieron viable la difusión del libro a modo de gran herramienta de la cultura, para abrir las puertas a un saber hermanado con el pensar inquisitivo y crítico. Meditar aventurero dispuesto a indagar, asimismo a cuestionar lo establecido en aras de la verdad. Aletheia y veritas, retornando a los orígenes de nuestro filosofar.

 

   Mas, curiosamente, las secuelas instrumentales de tal progreso: informática, telefonía, redes y tribunas audiovisuales, favorecen en estos días un inesperado retorno a lo primitivo, al dogma y la intolerancia disfrazados de renovado e indiscutido evangelio, desde el que moldear a capricho mentes y conciencias. A fin de cuentas el totalitarismo, unidad y univocidad del absoluto, más allá de la inmediatez de lo político será siempre un fenómeno de orden espiritual. He ahí el drama implícito al irreversible declinar de la cultura.  

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