Hola septiembre, adiós Doney

Verano y ciudad son términos opuestos, o al menos eso parece a primera vista. Y es que es llegar los meses más cálidos del año y todo el mundo huye del asfalto como de la lepra. Unos pocos días de playa y otros muchos de pueblo suelen ser las opciones. 

¿Qué tendrán los pueblos que a todo el mundo atraen? Es llegar agosto y llenarse de paisanos de todos los puntos de España, sin importar raza o religión. Llegan los catalanes, los vascos, los madrileños y algún que otro desperdigado por otro punto del país. Juegan los “nietos de” con los “nietos de”, y se forman pandillas que en cualquier otro punto del país hubieran sido imposibles. Crecen juntos en esos ratitos de verano y, algunas veces, en Semana Santa y festivos, en los que los padres los traen al pueblo. 
Mientras los chicos juegan, los adultos. muy probablemente, discuten, y si el pueblo tiene bar, más. Las polémicas están servidas cualquier día, ya sea por las lindes, por los ruidos, por el fútbol, por la política… por todo. Cualquier tema es bienvenido para contrariar al vecino en un pueblo. Es así. Aunque también es verdad que esos que tanto discuten en los meses más calurosos del año, se ayudarán sin titubear cuando se necesiten de verdad, y más enérgicamente si es fuera de su comarca. Y es que cuando salen de allí deben de sentir esa responsabilidad con su tierra y sus raíces. 

La vida en los pueblos es dura, no nos vamos a engañar, pero en verano se suaviza. Regresan los ruidos y los, a veces, egocéntricos visitantes, que intentan imponer sus normas en un hábitat que no es el suyo, a pesar de que, en realidad, sí lo es, aunque solo sea un poquito. Porque crecer allí a ratos cuenta, escuchar las historias de los abuelos cuenta y llevarlo en el corazón y con orgullo por todos los puntos del país cuenta. No todas las herencias son materiales. Los que tenemos pueblo sabemos la gran riqueza que nos han dejado. Y disfrutarla, simplemente en vacaciones, es un privilegio. Doney es mi privilegio.