De entre todos los caminos de la vida

Todo lo que me enseñaron, lo que aprendí, lo que observé sin decir palabra, lo que callé cuando debí haber hablado, lo que sufrí a solas, lo que gocé sin testigos, los secretos que guardo, la realidad que vivo, el mundo ideal que imagino, la persona que soy o la que pude ser… todo forma parte de las posibilidades vitales de una existencia cualquiera; porque solo se elige una trayectoria, únicamente uno de los múltiples caminos que se bifurcan ante la vista. La suerte está en acertar con el elegido obviando el resto, porque no se puede desvivir lo vivido ni desandar lo que ya se ha caminado.

A veces, pocas, la vida concede una segunda oportunidad, por lo general pagando un alto precio, y nos permite elegir otra vez; es lo que se llama empezar de nuevo, aunque el cuerpo y el alma ya tienen cicatrices que resultan desagradables a la vista y no pueden ocultarse, de aquella época primera en la que cometimos un error o nos dañaron tanto como para pagar ese alto tributo.

No obstante, si algo tiene de positivo comenzar otra vez es el poder reinventarse dejando atrás aquello que resultó nocivo con el fin de no reincidir en el error cometido. Existen casos de personas que han variado su comportamiento, su físico y hasta sus prioridades consiguiendo, a base de un gran esfuerzo, lograr la felicidad; esta es sin duda alguna, la meta de cualquiera: ser feliz o, al menos, moderadamente feliz, porque el empacho de dicha no está bien visto hoy en día.