Cuando sea pequeña

Hace unos días, mi hija de tres años me dijo que cuando sea pequeña quiere ir a un crucero de Disney que vio en un anuncio de la tele. Me hizo mucha gracia, no el crucero, claro, sino pensar que con tres años ya quiere retroceder en el tiempo para hacer algo. Su frase no era sino una pequeña equivocación sobre cómo percibe el tiempo a su edad, pero a mí me dio que pensar. ¿Y si pudiera volver a ser pequeña?, ¿qué es lo que me gustaría hacer? Y no se me ocurrieron tantas cosas,a la verdad. 

Me puse a recordar y lo primero que me vino a la mente fue mi madre. Cómo me despertaba cada mañana para ir al colegio, siempre con buenas palabras y una paciencia infinita. Cómo me daba de desayunar lo que a mí me gustaba, sin obligarme a beber la maldita leche que tanto odiaba. Cómo me llamaba de varias maneras cariñosas, que solo ella y yo entendíamos. Siempre tan dispuesta, tan enérgica, siempre tan presente. Esa era la clave, ahora lo veo, estar presente. 

Mi madre no trabajaba, bueno, mejor dicho: no trabajaba fuera de casa, porque cuando una se convierte en madre se da cuenta de lo que es trabajar de verdad. Sé que puede resultar muy anticuado y poco moderno lo que voy a decir, pero fue maravilloso poder tenerla siempre al lado, saber que siempre estaba ahí para todo, sin importar día y hora. La cosa es que con su presencia hizo más feliz y llevadera mi infancia y mi adolescencia, que no es fácil. Contarle todo, o casi todo, y no esperar una bronca a cambio, que seguro muchas veces me merecía, hacía que nuestra relación no solo funcionara, sino que fuera exactamente lo que una hija necesita. Yo intento hacer ahora lo mismo que ella, aunque no le llego ni a la suela del zapato. 

Y es que mi madre era, y es, la mejor. Y gracias a ella, si pudiera volver a ser pequeña, me gustaría volver a vivir todo lo que viví bajo su protección y abrigo. Y si el efecto mariposa o los viajes en el tiempo cambiaran en algo mi historia, lo único que pediría que no se tocase sería su valiosa presencia.