ENTREVISTA
Antonio Pedrero: “Ramón Álvarez tiene la culpa de que yo sea lo que soy”
El artista zamorano cumple 85 años, con vistas a una exposición programada tras la Semana Santa
El reconocido pintor y escultor zamorano, Antonio Pedrero, nos recibe en su casa el día de su 85 cumpleaños para mantener una charla amable y lúcida sobre su arte, sus orígenes, sus obras y sus inquietudes. Con una enorme humildad, y con una galería de arte improvisada sobre sus paredes como testigo de la conversación, no reclama un museo para él, sino para toda una generación. Tras un recorrido por una pequeña muestra de la inmensidad de su obra, que tenemos el privilegio de disfrutar en su propia casa, comenzamos la conversación.
Usted pintaba desde niño sin parar, ¿cree que un artista nace o se hace?
Yo creo que las dos cosas, la vocación está. Aunque hay gente que empieza tarde, pero yo creo que la vocación es desde siempre, lo que pasa es que llega un momento en que se despierta. Yo en mi caso desde siempre, yo en colegio de párvulos ya hacía dibujos para mis compañeros.
Tuvo la suerte de desarrollar su faceta de artista en una pequeña ciudad como la nuestra, Zamora, ¿cómo fue?
Empecé en una escuela que empezaba entonces, que era la Escuela de Arte de San Ildefonso que ha dado unos frutos excepcionales. Una generación que probablemente no se volverá a repetir en Zamora, y que contamos con unos profesores maravillosos, Daniel Bedate y Chema Castilviejo, que eran fabulosos. Fuimos a San Fernando en el año 1953 a la oposición y aprobamos de 7 alumnos, 6. La gente se asombraba de nuestros trabajos.
¿Alguna vez pensó en marcharse a otra ciudad que le brindara más oportunidades?
Sí, yo en el año 1958 estaba pendiente de la mili, y eso hace quedarme en Zamora. Ya en la mili me encargaron el cuadro del Gobierno Civil, el del Cerco de Zamora. En realidad, fue un encargo sobre Arias Gonzalo, el primer gobernador de Zamora, pero yo lo desvié hacia el Cerco, porque anteriormente en Madrid yo había comprado un libro del historiador Cesáreo Fernández Duro sobre el Cerco y me había entusiasmado la historia, e incluso ya había hecho dibujos a mi cuenta. A partir de ese encargo ya fue todo rodado y me quedé. Pero si tenía pensado marcharme. De hecho, ya tenía sitio para ir a Barcelona, pero el destino me tenía otra cosa. Ese encargo fue lo que me hizo quedarme.
¿Cómo de importante son para un artista sus orígenes?
Para mí el germen es mi padre. Murió en el año 1.951, cuando yo tenía 12 años, y estaba entusiasmado con lo que yo hacía. De hecho, dibujos que yo hacía los ponía con una chincheta y eran comentados por los que iban. Era el primer fan que yo he tenido. Se podría decir que fue mi primera galería de arte. La segunda, fue en el año 1959, en una exposición que hice en Calzados Casino, con tres cuadros entre los zapatos. Allí conocí al arquitecto Adolfo Bobo, que fue un impulsor tremendo para Zamora.
Y qué haría Zamora sin su obra, sin su Merlú, sin La Golondrina… ¿No cree que la ciudad le debe un Museo?
Yo creo que para mí no, pero para esa generación sí. Yo lo estoy reclamando desde hace años. Yo creo que esa generación es única y que lo merece. Nombres como Ramón Abrantes, Luis Quico, Higinio Vázquez, Tomás Crespo, o Alberto Latorre. Yo lo reclamo para un grupo, y otra gente anterior. Hay una generación que está desperdigada y merece la pena tener un espacio. Es una historia como de 200 años que es muy considerable. Y yo eso sí lo reclamo.
En estos momentos hay una conocida polémica con el futuro Museo de Baltasar Lobo. ¿Es una disputa que busca difundir la cultura o simplemente votos y ruido?
Yo creo que difundir la cultura, lo que pasa que a veces se puede uno desviar. Yo soy de los que opino que el Museo Lobo debe estar en el Castillo y hacer un Centro Lobo. Porque Lobo es la figura más internacional que ha tenido la historia de Zamora. No hay que olvidar que Lobo era de los españoles de la Escuela de París, que encabeza Picasso, y Miró. Y Lobo está ahí. Y están muchos otros como Viñes, o Pérez Fenosa. Y por este escultor, Lobo, Zamora podría tener un museo de la escuela de españoles en París, porque no lo hay y sería una oportunidad maravillosa.
¿Están los políticos zamoranos comprometidos con nuestro arte local?
Hay de todo, y épocas. Hubo una época, de Miguel Gamazo, un alcalde que hubo en los años 70 que se preocupó muchísimo. Él era poeta y crítico de arte. Creó la corral de viejas músicas, la bienal de pintura, la bienal de escultura, la bienal de escultura, la bienal de poesía. Se demuestra que cuando se quiere se hacen las cosas, y, además, sin apenas dinero. Ahora mismo hay un palacio cerrado a cal y canto, que era la antigua Diputación, y que yo es el que reclamo. Sería un espacio precioso y visitable como la Catedral.
¿Cómo siente el futuro del arte zamorano?, ¿cree que los jóvenes artistas hoy pueden desarrollar aquí su carrera?
Se está demostrando que salen autores, y muy buenos. Están los jóvenes como Javier Carpintero, Antonio Barreriro, Ana Zaragozá, o Diego Benéitez. Están continuamente saliendo autores muy estimables y que van a dar mucho de sí. Lo que pasa es que salen de una manera más independiente. Nosotros salimos un poco en bloque, por las circunstancias de la escuela, por el cariño que tuvimos todos a esa escuela y a los profesores y a la labor sensacional que hicieron. Pero sí, Zamora da gente muy valiosa y merece la pena escucharlos y atenderlos.
En el 2019 fue nombrado por la FAVE Zamorano del año ¿Cómo recibió esa muestra de cariño?
Fue una cosa muy grata, porque además era muy insospechado para mí. Todos se portaron de maravilla y tengo ahí un trofeo que era un pequeño obsequio de la puerta de Doña Urraca.
En 2021 fue también propuesto a “Hijo predilecto de Zamora”, y también recientemente le han dedicado un mural de arte urbano en las calles zamoranas. ¿Siente el cariño de la ciudad?
Yo creo que sí. No puedo tener queja. Aunque no todo han sido rosas, también ha habido espinas, y algunas considerables. Pero yo tengo que estar muy agradecido, y lo estoy.
¿Y esas espinas?
Son las circunstancias, son proyectos. Por ejemplo, una espina que tengo es con las escaleras de la Diputación, un proyecto que hice con mucha ilusión. No era un encargo, sino un concurso para decorar el Palacio, y era un trabajo que hubiera durado 3 o 4 años, pero las prisas de entonces, pues no salió. Para mí era “la escalera sixtina” mía. Esa es una espina. Porque era una obra que tenía mucha ilusión en ella. Pero también hay cosas que salen y otras que no salen.
¿Cómo vive la Semana Santa de Zamora un artista como usted, desde la devoción o desde la mirada artística?
Yo creo que es una fusión. En esto tiene mucho que ver la infancia. Los primeros dibujos míos, con 8 ó 9 años, son de los pasos de Semana Santa. Yo he dicho muchas veces que Ramón Álvarez tiene la culpa de que yo sea lo que soy. Porque yo además empecé con la escultura, en barro, que íbamos a cogerlo a Valorio. Incluso los chavales de entonces hacíamos procesiones.
¿Tiene algún trabajo entre manos en estos momentos?
Son diversas cosas, pero pequeñas, ninguna de gran amplitud. Pero sigo trabajando. Cuando uno hace lo que le gusta no se jubila nunca.
Por último, supongo que es muy difícil elegir una sola de sus obras, pero cuáles diría que han sido especialmente importantes para usted
La Golondrina es más que un cuadro. Es mi infancia y mi juventud. Es mi casa, donde yo me crie, es un homenaje a la sociedad de entonces. Una sociedad muy corriente, muy normal, pero muy diversa. Era una especie de ateneo liberal, allí cada cual era de un signo y de una política, lo mismo albañiles, que arquitectos, que catedráticos. Pero yo allí no vi jamás una diferencia. Todos estaban allí en esa ágora. Tengo un especial cariño a ese cuadro. Y otros muchos, como El Cerco de Zamora, que también me entusiasmaba esa historia tras leer un libro. Ahora voy a hacer precisamente una exposición, después de Semana Santa, en la Biblioteca Pública, con cuadros sobre el romancero pero que no están en el mural. También quiero añadir del libro que tengo, que es una joya, fotocopias de los pasajes que correspondan a cada tema, Yo creo que puede ser muy bonita y curiosa.

El reconocido pintor y escultor zamorano, Antonio Pedrero, nos recibe en su casa el día de su 85 cumpleaños para mantener una charla amable y lúcida sobre su arte, sus orígenes, sus obras y sus inquietudes. Con una enorme humildad, y con una galería de arte improvisada sobre sus paredes como testigo de la conversación, no reclama un museo para él, sino para toda una generación. Tras un recorrido por una pequeña muestra de la inmensidad de su obra, que tenemos el privilegio de disfrutar en su propia casa, comenzamos la conversación.
Usted pintaba desde niño sin parar, ¿cree que un artista nace o se hace?
Yo creo que las dos cosas, la vocación está. Aunque hay gente que empieza tarde, pero yo creo que la vocación es desde siempre, lo que pasa es que llega un momento en que se despierta. Yo en mi caso desde siempre, yo en colegio de párvulos ya hacía dibujos para mis compañeros.
Tuvo la suerte de desarrollar su faceta de artista en una pequeña ciudad como la nuestra, Zamora, ¿cómo fue?
Empecé en una escuela que empezaba entonces, que era la Escuela de Arte de San Ildefonso que ha dado unos frutos excepcionales. Una generación que probablemente no se volverá a repetir en Zamora, y que contamos con unos profesores maravillosos, Daniel Bedate y Chema Castilviejo, que eran fabulosos. Fuimos a San Fernando en el año 1953 a la oposición y aprobamos de 7 alumnos, 6. La gente se asombraba de nuestros trabajos.
¿Alguna vez pensó en marcharse a otra ciudad que le brindara más oportunidades?
Sí, yo en el año 1958 estaba pendiente de la mili, y eso hace quedarme en Zamora. Ya en la mili me encargaron el cuadro del Gobierno Civil, el del Cerco de Zamora. En realidad, fue un encargo sobre Arias Gonzalo, el primer gobernador de Zamora, pero yo lo desvié hacia el Cerco, porque anteriormente en Madrid yo había comprado un libro del historiador Cesáreo Fernández Duro sobre el Cerco y me había entusiasmado la historia, e incluso ya había hecho dibujos a mi cuenta. A partir de ese encargo ya fue todo rodado y me quedé. Pero si tenía pensado marcharme. De hecho, ya tenía sitio para ir a Barcelona, pero el destino me tenía otra cosa. Ese encargo fue lo que me hizo quedarme.
¿Cómo de importante son para un artista sus orígenes?
Para mí el germen es mi padre. Murió en el año 1.951, cuando yo tenía 12 años, y estaba entusiasmado con lo que yo hacía. De hecho, dibujos que yo hacía los ponía con una chincheta y eran comentados por los que iban. Era el primer fan que yo he tenido. Se podría decir que fue mi primera galería de arte. La segunda, fue en el año 1959, en una exposición que hice en Calzados Casino, con tres cuadros entre los zapatos. Allí conocí al arquitecto Adolfo Bobo, que fue un impulsor tremendo para Zamora.
Y qué haría Zamora sin su obra, sin su Merlú, sin La Golondrina… ¿No cree que la ciudad le debe un Museo?
Yo creo que para mí no, pero para esa generación sí. Yo lo estoy reclamando desde hace años. Yo creo que esa generación es única y que lo merece. Nombres como Ramón Abrantes, Luis Quico, Higinio Vázquez, Tomás Crespo, o Alberto Latorre. Yo lo reclamo para un grupo, y otra gente anterior. Hay una generación que está desperdigada y merece la pena tener un espacio. Es una historia como de 200 años que es muy considerable. Y yo eso sí lo reclamo.
En estos momentos hay una conocida polémica con el futuro Museo de Baltasar Lobo. ¿Es una disputa que busca difundir la cultura o simplemente votos y ruido?
Yo creo que difundir la cultura, lo que pasa que a veces se puede uno desviar. Yo soy de los que opino que el Museo Lobo debe estar en el Castillo y hacer un Centro Lobo. Porque Lobo es la figura más internacional que ha tenido la historia de Zamora. No hay que olvidar que Lobo era de los españoles de la Escuela de París, que encabeza Picasso, y Miró. Y Lobo está ahí. Y están muchos otros como Viñes, o Pérez Fenosa. Y por este escultor, Lobo, Zamora podría tener un museo de la escuela de españoles en París, porque no lo hay y sería una oportunidad maravillosa.
¿Están los políticos zamoranos comprometidos con nuestro arte local?
Hay de todo, y épocas. Hubo una época, de Miguel Gamazo, un alcalde que hubo en los años 70 que se preocupó muchísimo. Él era poeta y crítico de arte. Creó la corral de viejas músicas, la bienal de pintura, la bienal de escultura, la bienal de escultura, la bienal de poesía. Se demuestra que cuando se quiere se hacen las cosas, y, además, sin apenas dinero. Ahora mismo hay un palacio cerrado a cal y canto, que era la antigua Diputación, y que yo es el que reclamo. Sería un espacio precioso y visitable como la Catedral.
¿Cómo siente el futuro del arte zamorano?, ¿cree que los jóvenes artistas hoy pueden desarrollar aquí su carrera?
Se está demostrando que salen autores, y muy buenos. Están los jóvenes como Javier Carpintero, Antonio Barreriro, Ana Zaragozá, o Diego Benéitez. Están continuamente saliendo autores muy estimables y que van a dar mucho de sí. Lo que pasa es que salen de una manera más independiente. Nosotros salimos un poco en bloque, por las circunstancias de la escuela, por el cariño que tuvimos todos a esa escuela y a los profesores y a la labor sensacional que hicieron. Pero sí, Zamora da gente muy valiosa y merece la pena escucharlos y atenderlos.
En el 2019 fue nombrado por la FAVE Zamorano del año ¿Cómo recibió esa muestra de cariño?
Fue una cosa muy grata, porque además era muy insospechado para mí. Todos se portaron de maravilla y tengo ahí un trofeo que era un pequeño obsequio de la puerta de Doña Urraca.
En 2021 fue también propuesto a “Hijo predilecto de Zamora”, y también recientemente le han dedicado un mural de arte urbano en las calles zamoranas. ¿Siente el cariño de la ciudad?
Yo creo que sí. No puedo tener queja. Aunque no todo han sido rosas, también ha habido espinas, y algunas considerables. Pero yo tengo que estar muy agradecido, y lo estoy.
¿Y esas espinas?
Son las circunstancias, son proyectos. Por ejemplo, una espina que tengo es con las escaleras de la Diputación, un proyecto que hice con mucha ilusión. No era un encargo, sino un concurso para decorar el Palacio, y era un trabajo que hubiera durado 3 o 4 años, pero las prisas de entonces, pues no salió. Para mí era “la escalera sixtina” mía. Esa es una espina. Porque era una obra que tenía mucha ilusión en ella. Pero también hay cosas que salen y otras que no salen.
¿Cómo vive la Semana Santa de Zamora un artista como usted, desde la devoción o desde la mirada artística?
Yo creo que es una fusión. En esto tiene mucho que ver la infancia. Los primeros dibujos míos, con 8 ó 9 años, son de los pasos de Semana Santa. Yo he dicho muchas veces que Ramón Álvarez tiene la culpa de que yo sea lo que soy. Porque yo además empecé con la escultura, en barro, que íbamos a cogerlo a Valorio. Incluso los chavales de entonces hacíamos procesiones.
¿Tiene algún trabajo entre manos en estos momentos?
Son diversas cosas, pero pequeñas, ninguna de gran amplitud. Pero sigo trabajando. Cuando uno hace lo que le gusta no se jubila nunca.
Por último, supongo que es muy difícil elegir una sola de sus obras, pero cuáles diría que han sido especialmente importantes para usted
La Golondrina es más que un cuadro. Es mi infancia y mi juventud. Es mi casa, donde yo me crie, es un homenaje a la sociedad de entonces. Una sociedad muy corriente, muy normal, pero muy diversa. Era una especie de ateneo liberal, allí cada cual era de un signo y de una política, lo mismo albañiles, que arquitectos, que catedráticos. Pero yo allí no vi jamás una diferencia. Todos estaban allí en esa ágora. Tengo un especial cariño a ese cuadro. Y otros muchos, como El Cerco de Zamora, que también me entusiasmaba esa historia tras leer un libro. Ahora voy a hacer precisamente una exposición, después de Semana Santa, en la Biblioteca Pública, con cuadros sobre el romancero pero que no están en el mural. También quiero añadir del libro que tengo, que es una joya, fotocopias de los pasajes que correspondan a cada tema, Yo creo que puede ser muy bonita y curiosa.
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