HABLEMOS
Labradores en pie de guerra
Desde Zamora
![[Img #85748]](https://eldiadezamora.es/upload/images/02_2024/153_zamora.jpg)
Agricultores, ganaderos, igual da. Labradores sin más, retomando una palabra hermosa. Claman, protestan, reivindican con justicia y a veces no tanto lo suyo, que es lo común en el marco de una historia milenaria. En general habrá que asentir y estar a su lado, siquiera por la memoria, ésta sí legítima, de nuestros venerables antepasados. Campesinos, paisanos, labradores siempre. Cierto que podían haberse alzado mucho antes contra el timo de la PAC, argucia subsidiada y regalada a franceses y alemanes, unos por el supremacismo de la grandeur, otros por poner simplemente los dineros… y quizás algo menos confesable.
La honda crisis de la agricultura continental es producto del estatismo, del intervencionismo de una eurocracia endiosada y convertida, allá por Bruselas y sucursales de ocasión, en élite parásita del trabajo, esfuerzo y riqueza bien ganada de unas menguantes clases activas y propietarias.
Bastardía ideológica de la Agenda 20/30, estafa del cambio climático, ordenancismo y dirigismo bien regado y mejor remunerado en las zahúrdas europeístas. Todo eso amén de lo que se quiera. Pero, en realidad y acaso sin saberlo, los labradores europeos no van sólo contra, que también, sino que defienden algo verdaderamente decisivo. Aquí y allá lucha por el terruño, por la sufrida herencia de generaciones y, en definitiva, por la propiedad privada.
Adviértase de una vez. Aquello que socialismo y comunismo bajo cualquier etiqueta, actualmente bastardías ideológicas de la corrección política con sus agendas y subproductos, atacarán sin remisión es la propiedad privada (últimamente la herencia), como la mejor y en el fondo exclusiva garantía frente a un totalitarismo que comienza por la sumisión y dependencia del Estado protector. Reich, socialismo y Bienestar. No, no son conscientes, pero nuestros labradores, individualistas siempre bajo el imperativo de sus raíces y modo de vida: tierra, familia y tradición, se erigen en los más aguerridos defensores de la democracia. Sencillamente porque ésta no tiene cabida sin la propiedad privada, primer e irrenunciable pilar de una sociedad libre.
Agricultores, ganaderos, igual da. Labradores sin más, retomando una palabra hermosa. Claman, protestan, reivindican con justicia y a veces no tanto lo suyo, que es lo común en el marco de una historia milenaria. En general habrá que asentir y estar a su lado, siquiera por la memoria, ésta sí legítima, de nuestros venerables antepasados. Campesinos, paisanos, labradores siempre. Cierto que podían haberse alzado mucho antes contra el timo de la PAC, argucia subsidiada y regalada a franceses y alemanes, unos por el supremacismo de la grandeur, otros por poner simplemente los dineros… y quizás algo menos confesable.
La honda crisis de la agricultura continental es producto del estatismo, del intervencionismo de una eurocracia endiosada y convertida, allá por Bruselas y sucursales de ocasión, en élite parásita del trabajo, esfuerzo y riqueza bien ganada de unas menguantes clases activas y propietarias.
Bastardía ideológica de la Agenda 20/30, estafa del cambio climático, ordenancismo y dirigismo bien regado y mejor remunerado en las zahúrdas europeístas. Todo eso amén de lo que se quiera. Pero, en realidad y acaso sin saberlo, los labradores europeos no van sólo contra, que también, sino que defienden algo verdaderamente decisivo. Aquí y allá lucha por el terruño, por la sufrida herencia de generaciones y, en definitiva, por la propiedad privada.
Adviértase de una vez. Aquello que socialismo y comunismo bajo cualquier etiqueta, actualmente bastardías ideológicas de la corrección política con sus agendas y subproductos, atacarán sin remisión es la propiedad privada (últimamente la herencia), como la mejor y en el fondo exclusiva garantía frente a un totalitarismo que comienza por la sumisión y dependencia del Estado protector. Reich, socialismo y Bienestar. No, no son conscientes, pero nuestros labradores, individualistas siempre bajo el imperativo de sus raíces y modo de vida: tierra, familia y tradición, se erigen en los más aguerridos defensores de la democracia. Sencillamente porque ésta no tiene cabida sin la propiedad privada, primer e irrenunciable pilar de una sociedad libre.
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