Decrecimiento, nuevo eslogan

   Si no fuera por la amenaza que encierra, de chusca e hilarante se calificará la panfletaria de la quinta columna mediática, plebécula en estado puro, con sus loas a cualquier subproducto de la corrección política. Aquello que socialismo y comunismo representan históricamente es notorio y archisabido. Mas, velada por una demagogia sin tasa, no lo es tanto que el primer gran objetivo del totalitarismo marxista comunista, valga socialista incluida la franquicia socialdemócrata, es implantar la pobreza cuando no la hambruna entre la población, como gran herramienta de control y esclavitud.

   Los profetas de las ideologías dominantes airean el eslogan de moda, mucho más que una ocurrencia en su intrínseca malignidad. Se trata del decrecimiento justificado por la gran estafa de la descarbonización, el cambio climático y supercherías de idéntico jaez, a las que subyace la aberración intelectual, moral y por descontado política, de una suerte de renuncia asumida voluntariamente por la ciudadanía, a la que se induciría mediante un gigantesco lavado de cerebro a prescindir del progreso responsable a lo largo de siglos de mejorar la vida de la humanidad. Técnica, mecanización y benditas energías fósiles.

   Yendo al fondo de la jerga mediática al uso, decrecimiento significa en la práctica escasez, costes y precios desorbitados, pobreza para nosotros y especialmente las generaciones venideras, a quienes se quiere condenar a la indigencia en nombre de fantasmagorías revestidas de un engañoso barniz científico. Creo que fue en este papel donde pregunté, al hilo de Greta y sus soflamas, qué fue de la catástrofe antaño bien orquestada y mejor publicitada del agujero de la capa de ozono. Roto y trapo del que a día de hoy callan como momias.

   Designio y propósito no ofrecen duda. El decrecimiento, la descarbonización, el cambio climático y augurios similares, son prédica comunista similar en su día al neomalthusianismo del Club de Roma, propaganda anticapitalista y antioccidental al servicio del imperialismo soviético, de manera parecida a como actualmente oficia Davos con sus neojerarcas progresistas. Lo que debería estar claro, ello en primerísimo lugar, es que un proyecto así pasará siempre por el binomio Estado-Burocracia, atacando la propiedad privada mediante sus numerosos instrumentos, a día de hoy una fiscalidad rayana en lo confiscatorio, con bula  de lo social y del sacrosanto Bienestar.