EL BECARIO TARDIO
Cocinar y sentarse a la mesa
Esteban Pedrosa
![[Img #86509]](https://eldiadezamora.es/upload/images/03_2024/7069_pedrosa.jpg)
Hoy, cocinando, pensando lo que me ha costado decidirme por el plato elegido, me he dado cuenta de que ya no hago comidas tan elaboradas como antes. ¿Antes de qué o desde cuándo es ese antes?, se preguntará alguien, lo mismo que me lo pregunto yo. Como casi todo, no hay una fecha tan concreta que marque los cambios de ciclos o costumbres, salvo que digas “antes o después de Cristo” y ante eso no duda nadie.
Bueno, pues el caso es que ya no cocino como antes, con aquellas cazuelas de barro puestas a fuego lento y horas de cocción, hasta que domeñabas la carne rojiza y tersa, haciéndola masticable y comestible, con los consabidos aderezos -algunos secretos- para personalizar tus creaciones culinarias.
Ahora, las legumbres, de un solo paso, sin sofritos u otros ritos, olla a presión -haciéndole honores al invento que revolucionó la industria- y tras un tiempo convenido, poco más que añadir, salvo la pizca de sal de última hora y comiendo, que es gerundio.
La forma de cocinar y los cambios que introduces, yo creo que son como la vida misma, marcada por los humores que, a su vez, marcan los sucesos y dejas de ser tú mismo y te alías con las circunstancias.
Algo parecido viene sucediendo con las costumbres a la hora de llevarse lo cocinado a la boca, que puede ser solo o en compañía de otros, con o sin niños, con gente cristiana que bendice antes de comer o gente cristiana que no bendice antes de comer, porque la religión es una cosa y la comida, otra y comidas en la que nadie hablaba -antes de que llegara “el parte” con las noticias-, hasta llegar a ahora, que solo hablan los móviles y ahí es cuando te das cuenta de que has cambiado tu forma de cocinar, porque no merece la pena sacrificarte en la elaboración de los alimentos para enfrentarte después a las malas costumbres. Tanto por nada, piensas, aunque lo calles.
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Hoy, cocinando, pensando lo que me ha costado decidirme por el plato elegido, me he dado cuenta de que ya no hago comidas tan elaboradas como antes. ¿Antes de qué o desde cuándo es ese antes?, se preguntará alguien, lo mismo que me lo pregunto yo. Como casi todo, no hay una fecha tan concreta que marque los cambios de ciclos o costumbres, salvo que digas “antes o después de Cristo” y ante eso no duda nadie.
Bueno, pues el caso es que ya no cocino como antes, con aquellas cazuelas de barro puestas a fuego lento y horas de cocción, hasta que domeñabas la carne rojiza y tersa, haciéndola masticable y comestible, con los consabidos aderezos -algunos secretos- para personalizar tus creaciones culinarias.
Ahora, las legumbres, de un solo paso, sin sofritos u otros ritos, olla a presión -haciéndole honores al invento que revolucionó la industria- y tras un tiempo convenido, poco más que añadir, salvo la pizca de sal de última hora y comiendo, que es gerundio.
La forma de cocinar y los cambios que introduces, yo creo que son como la vida misma, marcada por los humores que, a su vez, marcan los sucesos y dejas de ser tú mismo y te alías con las circunstancias.
Algo parecido viene sucediendo con las costumbres a la hora de llevarse lo cocinado a la boca, que puede ser solo o en compañía de otros, con o sin niños, con gente cristiana que bendice antes de comer o gente cristiana que no bendice antes de comer, porque la religión es una cosa y la comida, otra y comidas en la que nadie hablaba -antes de que llegara “el parte” con las noticias-, hasta llegar a ahora, que solo hablan los móviles y ahí es cuando te das cuenta de que has cambiado tu forma de cocinar, porque no merece la pena sacrificarte en la elaboración de los alimentos para enfrentarte después a las malas costumbres. Tanto por nada, piensas, aunque lo calles.




















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